XXIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA
18 DE OCTUBRE DEL 2021. Siempre será para nosotros, hombres y mujeres de fe, una bendición escuchar la Palabra Divina. Así tenemos que verlo y así tenemos que agradecerlo. Dios nos bendice en este mediodía.
El estar aquí presentes es una bendición. Participar de la Santa Misa es bendición y Gracias.
Escuchar como ustedes escuchan la Palabra Divina, que entra por sus oídos y es guardada en su corazón, es bendición y esa alimento para todos y, unos y otros, nos evangelizamos, porque con la actitud con la que escuchamos la Palabra, estamos diciéndole a nuestro hermano que está a nuestro lado o que está delante de nosotros o que está detrás, así se escucha la Palabra de Dios, en el silencio de nuestro corazón, en una actitud humilde, escuchando a Dios que es el que nos va transmitiendo la verdad y que nos va pidiendo que nosotros la hagamos nuestra, esa Palabra, y la llevemos a la vida.
Quisiera fijarme, sobre todo, en el Evangelio. Durante estos domingos, hemos estado meditando que el Señor Jesús va camino a Jerusalén para morir por nosotros en la cruz, para dar Su Vida y le va anunciando a sus apóstoles lo que le va a suceder, el sufrimiento, el sacrificio, la cruz, el rechazo, los golpes… todo, pero a la vez les anuncia que resucitará, que no se va a quedar en la cruz ni se va a quedar en un sepulcro, que va a resucitar.
Se los reveló en tres momentos distintos y, los apóstoles, no entendían muy bien o no querían pensar en eso. Rechazaban el sufrimiento. No les cabía en su cabeza que, el Maestro, que hacía tantos milagros, que hacía tanto bien al pueblo, terminara la vida como el más grande de los malhechores, en la cruz.
No cabía en su mente, no podía ser, y el Señor aprovechaba todos los momentos para evangelizarlos, para transmitirles todas esas enseñanzas y para decirles cómo quería que ellos fueran. Cómo se tiene qué vivir el discipulado, el discipulado. Por tanto, cómo tenemos qué vivir nosotros, porque también somos discípulos de Nuestro Señor y, hoy, a propósito de esas peticiones que hacen dos apóstoles, que el Evangelio nos los presentan como muy cercanos a Nuestro Señor, junto con Pedro.
Hay momentos en que se dice: Pedro, Santiago y Juan. Se nombre a esos tres apóstoles: en el Monte Tabor, en la Transfiguración, lo acompañaron Pedro, Santiago y Juan.
Cuando resucitó a una niña, fueron hasta la casa, acompañando a Jesús, Pedro, Santiago y Juan. Muy cercanos Santiago y Juan, y le piden que les conceda, en Su Gloria, uno a la derecha y otro a la izquierda. Se sentían merecedores de esos lugares, merecedores de esos lugares. Para los otros diez, para ellos no eran merecedores de esos lugares, sólo ellos dos, uno a la derecha y otro a tu izquierda, somos hermanitos, porque eran hermanos, Santiago y Juan.
Querían estar ahí, en un lugar privilegiado.
Oigan ¿cómo andaremos nosotros? ¿no andaremos buscando también privilegios? ¿no andaremos buscado ser los primeros en atención porque sentimos merecer eso, porque sentimos que somos más grandes que otros? ¿no se nos habrá metido también eso en nuestras personas?
Cuando vamos a pedir servicios, ¿no estaremos exigiendo atenciones muy especiales por ser don fulano de tal? ¿por tener ese título de don? ¿no estaremos utilizando el don para alcanzar ciertas cosas, siempre buscando privilegios? ¿no andaremos nosotros buscando aplausos, que se hable bien de nosotros, que se alaben nuestras acciones?
En la vida de la Iglesia, nosotros, nosotros, los Obispos, los sacerdotes, ¿no nos sentiremos dueños de la Iglesia? ¿no nos sentiremos con derechos y más derechos que decimos que otros no tienen, sólo yo los tengo? Soy el Obispo, soy el sacerdote del pueblo. Merezco ser atendido de forma distinta, porque tengo ese privilegio de ser.
¿A poco Dios nos llamó para estar así, de alzados, para sentirnos grandes y poderosos? ¿para eso nos llamó? ¿para eso nos sacó de nuestra humilde familia, para hacernos sus ministros, para hacernos sucesores de los Apóstoles, a nosotros, los Obispos, para que nos creamos más que los demás, para que nos sintamos con grandes derechos?
Creo que no.
Aquí hay unas palabras y unas enseñanzas que nos comprometen.
¿Quieres ser el primero? Ya lo sabemos, sé el último y el servidor de todos. Hazte esclavo de todos, imita, imita al Señor, que no vino a ser servido sino a servir y a dar su vida, a dar su vida.
Estas palabras tienen que calar en nuestro interior, en todos, en todos porque esa vanidad, ese orgullito, a veces se mete, porque nos sentimos más preparados, yo sé más. En nuesta vida de servicio en la Iglesia sentimos que somos muy grandes y que los demás tienen que humillarse ante nosotros para pedirnos favores.
Tienen que pasar por nosotros para pedir esos favores. Tienes que pasar por mí para llegar hasta el Arzobispo, para llegar hasta el párroco. Tienes qué hablar primero conmigo y yo te voy a abrir esa puerta para que tú puedas entrar y encontrarte con él.
Dios mío, qué servicio estás prestando. Estás cerrando las puertas en lugar de abrirlas. Con esa actitud tú cierras, tú cierras. No se necesita, no se necesita que tú hagas creer a los demás que, sólo a través de ti, servidor, puedes llegar hasta acá y esto pásenlo a nuestras autoriades civiles. Allá también. Allá también hay un buen número de hombres y mujeres que están en esta oficina y aquella y que sienten que para llegar al señor gobernador, al señor presidente, al señor diputado, al señor senador, tienes que pedirme el favor a mí. Me tienes que pedir el favor a mí y me los vas a quedar debiendo.
¡Ay, Dios mío! ¿qué clase de servidor eres? ¿por qué eres una persona tan ventajosa? ¿qué es lo que quieres alcanzar? ¿qué es lo que quieres lograr?
Esa actitud repugna, repugna porque no es servicio, no es servicio. Así como lo entiende Nuestro Señor, ese no es servicio.
Creo que el Señor nos dice, a los que ya tenemos un servicio, que nos dediquemos a servir, nos dediquemos a servir.
Este servicio mío es de mucha tentación, de sentirme grande, de sentirme poderoso y yo le digo a Dios: líbrame de esto. Por allí, en algún momento es he dicho que yo siempre le pido a Dios: Señor, no permitas que me endiose, no permitas eso, no quiero eso, porque si estoy aquí y presto este servicio es porque Tú me has llamado y si tengo algún don, alguna Gracia es porque Tú me la diste, y me la diste no para que me crea sino para servicio de mis hermanos y para que los ponga al servicio de ellos.
Los Dones, Gracias, Carismas que Tú me regalaste son para ellos, son por ellos y lo que yo tengo qué hacer es sólo para Tu Gloria, no para que yo sea glorificado, no para que yo sea alabado, es para Tu Gloria, solamente, y tengo qué hacer este quehacer para Tu Gloria y así tiene que entenderlo usted.
Haga las cosas para Gloria de Dios y sirva a los que tiene qué servir, con alegría, con gozo, humíllese, humíllese, bájese tantito, bájese tantito.
Póngase a la altura de ellos, de ellos que están tan limitados en esto y en aquello y usted tiene capacidad, póngase, póngase a esa altura y compréndalos, sea paciente, sea misericordioso, tenga esas vivencias de amor, de ternura, para que esta persona, que ha venido a usted a pedirle un servicio, una atención, se vaya porque disfrutó el momento y porque se sintió valorado, atendido, como él se merece.
No se sintió humillado ni despreciado.
Cómo nos hace falta, a nosotros sacerdotes, servidores de las comunidades, servidores públicos, cómo nos hace falta hacer que las gentes que vienen a nosotros se sientan con ese valor que tienen, con esa grandeza que son.
¿Por qué humillarlos, por qué despreciarlos, por qué decirles: tú no arreglas nada? ¿por qué herirles los sentimientos y el corazón? ¿por qué ser tan crueles? ¿de dónde vienes tú, de dónde vienes, de qué familia saliste? ¿de qué pueblo eres?
Eres como él, no te sientas tan grande.
Engrandécete sirviendo, atendiendo a la persona como lo que es, como una persona y que esa persona se vaya feliz porque la trataste bien, porque le reconociste su grandeza, porque le ayudaste sin esperar nada a cambio, porque ese es tu servicio.
Creo que tenemos que pensar, los que tenemos una encomienda que a veces tendremos que cambiar nuestras actitudes y tenemos que parecernos a Nuestro Señor.
¿Despreciando a la gente nos parecemos a Cristo? ¿humillando a las personas nos parecemos a Cristo? ¿tratando mal, cerrándoles las puertas, nos parecemos a Cristo?
Debemos de tener un corazón que se parezca al de Cristo, tú y yo, no nada más yo. Tú también, tú también, porque estás marcado con el signo de cristiano, y a ti se te acerca mucha gente, también se te acerca. Tu familia, tus amistades, tus gentes, tus compañeros de trabajo y tiene que encontrar en ti, los sentimientos de Cristo, los tienen que encontrar en ti. En ti.
Pues que esta Palabra Divina nos ayude a seguir creciendo en bondad y en entrega.
Ahora, permítanme, permítanme leerles este comunicado, con motivo del inicio del Sínodo que el Papa Francisco dio la apertura del Sínodo, el domingo pasado, en la ciudad del Vaticano, pues nos invita y dice que en todas las Diócesis se tiene que hacer la apertura del Sínodo, en cada una de las Iglesias particulares y, por eso, la razón de este comunicado.
San Marcial, Oaxaca, 18 de octubre del 2021.
Reciban un saludo desde la Catedral de Oaxaca.
Nos ponemos en camino de comunión y de misión, en sintonía con la Iglesia Universal. Dios quiera que el Sínodo 2021-2023 que estamos viviendo y que tiene como lema “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión” dé frutos abundantes.
La Palabra de Dios nos iluminará pero también se escuchará la voz de todos y la del Papa, que nos habla y nos orienta para que, juntos, busquemos caminos sin perder el rumbo, teniendo como brújula los verbos: “encontrar, escuchar, discernir”.
Es un tiempo de mucha esperanza para nuestra Iglesia Oaxaqueña, los invito para que todos participemos, uniéndonos a las iniciativas y propuestas, fortaleciendo vínculos de comunión donde, juntos, podamo realizar con eficacia la tarea evangelizadora, poniendo buenas bases en los proyectos y acciones que realicemos, desde la vocación a la que cada uno de nosotros hemos sido llamados.
Dejémonos animar por Jesús, con un corazón bien dispuesto, para que desde nuestras familias se promuevan los buenos valores.
Estamos llamados a dar testimonio del Evangelio y aquellos que no creen les invito para que se dejen iluminar por Cristo. Confiemos en el Espíritu Santo para seguiir fieles, a pesar de las tormentas que azotan nuestra barca, sigamo alimentándonos de la Palabra de Dios y de la Eucaristía, aceptemos la invitación que Jesús nos hace y, a pesar de nuestras limitaciones, seamos anunciadores del Evangelio de la vida, dejemos nuestras falsas seguridades y pongámonos en camino, con la esperanza de que algon nuevo está surgiendo.
Que Dios bendia todo el esfuerzo realizado y nos ayude a transformar la sociedad y que Nuestra Madre, la Virgen de la Soledad, interceda por nuestra Iglesia Oaxaqueña.
“María, al pie de la Cruz, abrázanos y condúcenos a Jesús”
Con mi oración y bendición, Pedro Vázquez Villalobos, Arzobispo de Antequera Oaxaca.
El Presbítero Héctor Zavala Balboa, Secretario Canciller.
En este momento hago esa apertura, aquí en nuestra Iglesia Oaxaqueña, de este caminar de sínodo al que nos invita el Papa y le pedimos al Espírtu Santo lo siguiente. Pónganse de pie y, en el silencio de su corazón, en el silencio de su corazón, vayan diciendo esta oración:
Estamos ante ti, Espíritu Santo, reunidos en tu nombre.
Tú que eres nuestro verdadero consejero: ven a nosotros,
apóyanos, entra en nuestros corazones. Enséñanos el camino,
muéstranos cómo alcanzar la meta. Impide que perdamos
el rumbo como personas débiles y pecadoras.
No permitas que la ignorancia nos lleve por falsos caminos.
Concédenos el don del discernimiento, para que no dejemos
que nuestras acciones se guíen por prejuicios y falsas consideraciones.
Condúcenos a la unidad en ti, para que no nos desviemos del camino
de la verdad y la justicia, sino que en nuestro peregrinaje terrenal
nos esforzemos por alcanzar la vida eterna.
Esto te lo pedimos a Ti, que obras en todo tiempo y lugar,
en comunión con el Padre y el Hijo por los siglos de los siglos.
Amén.
Así iniciamos, en nuestra Iglesia Oaxaqueña, este sínodo, que culminará en el 2023.
Dios nos permita llegar hasta ese momento de Gracia pero todo este tiempo será de Gracia para todos nosotros. Realizaremos esta labor siempre guiados por el Espíritu Divino.
Confiamos en Él todas nuestras tareas.
Que así sea.