HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA 29 DE AGOSTO DEL 2021. Espero que tengamos ese corazón bien dispuesto y seamos esa tierra buena donde ha sembrado el Señor Su Palabra y espera de nosotros que demos abundantes frutos.

No escuchemos la Palabra de Dios pensando que fue pronunciada hace cientos de años, miles de años y que fue dirigida pues a otras personas.

La Palabra de Dios es actual y si hoy la escuchamos, está dirigida a cada uno de nosotros. Es a ti y a mí a quien nos habla el Señor y nos dice que pensemos cómo anda nuestro corazón, y no se refiere a si está bien de salud, físicamente, a si no tenemos problemas de corazón, no, no se refiere a eso, se refiere a qué hay en el corazón, qué sale de este corazón.

El Señor señala varias cosas, ¿qué clase de sentimientos se mueven en el corazón nuestro? Porque dice claramente Nuestro Señor en el Evangelio, eso es lo que mancha al hombre, lo que sale de dentro del corazón, es lo que lo mancha.

O es, también, lo que lo hace vivir la bondad, el amor, la misericordia, la compasión, la justicia, la paz… ¿qué sale de este corazón nuestro? Y, todo esto viene a raíz de que los escribas y fariseos de nuevo se escandalizan y critican, critican porque ellos se sentían los hombres sabios, santos, puros, intachables y los malos eran los demás, los pecadores eran los demás, ellos no, ellos eran cumplidores de la ley, cumplidores de todos los preceptos y ven que los discípulos de Nuestro Señor no hacen lo que deberían de hacer, según ellos, no se lavan las manos, porque según los escribas y fariseos, esas manos que iban a tomar el pan, estaban impuras y tenían que purificarse.

No era por la cuestión de la salud, como nos dicen ahora, hoy, nos insisten y creo que en nuestra casita, a la mayoría de nosotros nos enseñaron a lavarnos las manos antes de comer, antes de ir a tomar los alimentos, lávate tus manos, lávate tus manos, no porque las trajéramos impuras, por ahí no era, sino por la cuestión de salud.

Hoy, con más razón nos siguen insistiendo que nos tenemos que lavar las manos por este asunto de la pandemia, un momento y otro y otro y otro y casi acabarnos las manos de estarlas lavando, lavando, lavando, lavando, pero es la cuestión de la salud. 

¿Y qué les dijo Nuestro Señor a estos escribas y fariseos criticones? Una palabra muy fuerte: “hipócritas”… hipócritas… aparentan ser cumplidores de la ley pero su corazón está lleno de maldad. En otra ocasión les dijo: “sepulcros blanqueados” por fuera están muy bello pero por dentro de esos sepulcros hay podredumbre.

Oigan, ¿no nos dirá el Señor a nosotros que somos hipócritas? ¿Que delante de las personas parecemos muy buenos, muy santos, muy respetuosos, muy amables, muy gentes, y acá, por dentro cómo andamos? A lo mejor no lo sabe nadie pero somos criticones, difamamos, injustos, mal pensados, de intenciones malas, con deseos malos pero la gente ve el exterior y nos ve educados, respetuosos, amables, ufff, y nos definen: “qué buenas personas”… así nos podrán definir todos los que nos miran, pero ante Dios, ¿cómo estamos? A Él no lo podemos engañar, Él ve nuestro corazón, Él ve nuestras intenciones, Él sabe de nuestros sentimientos.

A Dios no lo engañamos y lo importante no es cómo me ve la gente sino cómo estoy yo ante Dios. Cómo me ve Él. ¿Estoy realmente cumpliendo sus mandatos? Él me dice que son diez, ¿cómo los vivo? 

A veces decimos: yo no he matado ni he robado, por tanto, no tengo pecados. Ni he matado ni he robado, no tengo pecados. ¿Y tu relación con Dios, cómo es? ¿lo alabas, lo bendices, le das gracias? Y tal vez me digas: “pues pasan días y semanas y no me acuerdo de Él, de darle gracias. Llega el domingo y se me hace muy fácil, no voy a misa porque no tengo la costumbre de ir, no estoy acostumbrado”

Entonces, mi tercer mandamiento que es santificar las fiestas, no lo estoy viviendo ¡ah! Pero yo sigo diciendo: “ni he matado ni he robado, soy buenísimo, soy santo” 

Oye, ¿y cómo ves a tu prójimo? ¿con celos, con envidias? ¿Envidias porque ha crecido, porque se ha superado, porque tiene una mejor casita? Codicias, codicias las cosas ajenas, décimo mandamiento y cómo nos vemos los hombres y las mujeres, ¿con el respeto debido? ¿con la pureza de corazón? ¿o se anidan en nosotros deseos, deseos, impurezas? Pero no he matado ni he robado…

¿Respetamos a nuestros mayores? ¿no nos hemos olvidado de nuestros padres? ¿no los hemos abandonado? ¿los seguimos honrado, venerando, escuchando con el respeto debido a mi papá y a mi mamá que me orientan o de vez en cuando les digo: “ya, ya cállate, todo eso me has dicho, estoy harto de oírte”? Majaderos, ¡ah! Pero no he matado ni robado, pero sí le puedo decir a mi padre insultos, gritos, herirlo, despreciarlo, humillarlo… cumplimiento de los mandatos divinos… ¡ah! Pero pasamos la vida ante los demás siendo educadísimos, respetuosísimos, amabilísimos, buenísimos… y, todo esto que tú sabes que tienes y que haces, ¿a poco todo eso te hace bueno? 

No se te olvide que los limpios de corazón son los que verán a Dios, los limpios de corazón, los que tienen esos buenos sentimientos, los que han sabido guardar los principios y los están viviendo cada día mejor, con la ayuda de Dios, por supuesto, porque nosotros solitos, en nuestras debilidades humanas, podemos fallar pero cuando nos fortalecemos en Dios, podemos salir adelante.

Ojalá y seamos conscientes de todo esto. Ojalá y nos dejemos iluminar siempre por la Palabra Divina y nos preguntemos, en el silencio de nuestro cuarto, cuando nosotros entramos en oración, en una íntima oración con Dios, ¿cómo nos mira Él y cómo estamos frente a Él? Y decirle a Dios, si descubrimos algo que es lo que nos está manchando en nuestro caminar, digámosle: Señor, concédeme la Gracia de purificarme, de ser distinto, de ser distinto. Aparento ser bueno, me tienen por bueno pero, delante de Ti, reconozco mi miseria, mi pecado, mis maldades. Estoy manchado por dentro… estoy manchado por dentro, porque mi corazón tiene sentimientos que no te agradan a Ti”.

Convirtámonos, enderecemos nuestra vida, ayudémonos. Ayudémonos a través de la oración.

Usted tiene que orar por mí, no se canse de orar por mí, porque yo quiero ser bueno, pero reconozco mis debilidades y mis miserias. Ayúdeme a ser bueno y yo le voy a ayudar a usted a que sea bueno, orando, encomendándolo a Dios, pidiéndole que lo llene de fuerza, que lo haga consciente de su responsabilidades, del cumplimiento de sus deberes y que sea muy consciente de esa Palabra Divina que siempre debe de iluminar nuestras acciones.

Ojalá y cada uno de nosotros vayamos siendo mejores ante los ojos de Dios porque tal vez ya somos muy buenos ante los ojos de nuestras gentes, de nuestros compañeros de trabajo, de nuestra familia, de nuestros vecinos, somos buenos, pero tal vez frente a Dios tengamos que decir: “Señor, en esto estoy fallando. Este mandato Divino no lo estoy cumpliendo como Tú lo quieres y esto es lo que me hace daño. Ayúdame para quitarme esto y ser mejor”.

Ayudémonos a través de la oración y a través también de escucharnos, de pedir consejos, de orientarnos.

Nos encomendamos también a Nuestra Madre, la mujer limpia y pura de corazón. Digámosle a María que nos enseñe a ser hombres y mujeres limpios de corazón porque queremos ver a Dios y queremos verla a Ella que está allí, como Reina de Cielos y Tierra.

Que nos alcance esas Gracias que necesitamos y sigamos siendo personas que se dejan iluminar por Dios y caminan y se esfuerzan por ser lo mejor.

Que así sea.

Compartir