HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA
22 DE AGOSTO DEL 2021. Siento que es un domingo de mucho silencio, bendito Dios, porque es muy importante hacer silencio para que Dios nos hable y nos haga reflexionar, ilumine nuestras personas y los acontecimientos que vivimos.
Durante estos últimos domingos, a excepción del domingo pasado, en el que celebramos la Festividad de la Asunción de María a los cielos, los domingos anteriores y este, hemos estado pensando y meditando sobre esa revelación que hace Nuestro Señor en la Sinagoga de Cafarnaún. El discurso que Él pronuncia cuando se presenta y dice: “Yo soy el Pan de la Vida. El que coma de este Pan, vivirá para siempre y el Pan que Yo les voy a dar es mi Carne, para que el mundo tenga vida. Mi Carne es Verdadera Comida y mi Sangre es Verdadera Bebida”.
Si comes la Carne del Hijo del Hombre y bebes Su Sangre, tienes VIDA pero, si no la comes, no tienes VIDA y yo te voy a resucitar. Si comes esa Carne del Hijo del Hombre, Yo te voy a resucitar.
Pues todo este mensaje fue escuchado por multitudes, por los discípulos, por los Apóstoles y llega un momento en que están escandalizados de lo que el Señor está diciendo, de que va a dar a comer Su Carne y a beber Su Sangre, están escandalizados. ¿Por qué? Pues porque ellos solamente están mirando que, enfrente de ellos esta Jesús, Jesús hombre, no Jesús Dios, sino Jesús hombre.
Si fueran capaces de mirar todo lo que es el Señor Jesús, no tendrían estas angustias, pero solamente ven a un hombre, un hombre muy poderoso, un hombre muy sabio, un hombre que hace milagros, que hace prodigios, que multiplicó los panes, que les dio de comer, pero ahora que dice que les va a dar de Comer su Cuerpo y Su Sangre, ahora ya no es aceptado ese mensaje.
Les dio a comer pan y les dio a comer pescado, y disfrutaron de esa comida y querían hacer rey al que multiplicó los panes, pero ahora les dice que va a dar a Comer su Cuerpo y a Beber Su Sangre y es un escándalo. Ahora no acepto lo que me estás diciendo porque están viendo un hombre, no están viendo al Dios hecho Hombre, a la Palabra que se hizo Carne, como dice el Evangelista San Juan, “la Palabra se hizo Carne y habitó entre nosotros y hemos visto Su Gloria.
Ellos no están viendo a la Palabra hecha Carne, no están viendo al Hijo de Dios, no están viendo a la Segunda Persona de la Trinidad, sólo están viendo a Jesús hombre y ese Jesús hombre me quiere dar a comer Su Carne, Su Cuerpo… no, no es posible.
Quisiera que nos preguntáramos, este Mensaje Divino, que también nosotros hemos recibido, cómo está en nuestra mente y en nuestro corazón… ¿es aceptado? ¿es aprovechado? ¿es vivido? Porque El Señor sigue haciendo la invitación. Él quiere que comamos Su Cuerpo y bebamos Su Sangre.
Todos los días que se celebra la Eucaristía, el sacerdote, cuando toma en sus manos, y hoy lo vamos a ver y escuchar, nos dice, en persona de Jesucristo: “tomen y coman, esto es Mi Cuerpo. Tomen y beban, esta es Mi Sangre”.
Y he visto que tú te arrodillas, en ese momento te arrodillas porque tú tienes una fe, porque tú crees en la presencia de Dios en ese Pan y en ese Vino.
Porque tú eres testigo del Milagro de la Eucaristía.
Porque crees en la presencia real y verdadera de Jesucristo bajo las especies sacramentales de Pan y de Vino y porque sientes la necesidad de recibirlo, porque quieres tener Vida y porque quieres asegurarte la Vida Eterna y la Resurrección con Dios.
Te felicito. Me alegro.
Cuando te veo arrodillarte sé que tienes una fe, una gran fe, porque te arrodillas ante la Presencia de la Divinidad, porque solamente ante Él nos arrodillamos, ante la Divinidad.
Gracias, porque me evangelizas cuando te postras de rodillas. Gracias porque me dices: Yo creo en la presencia del Señor y quiero que tú también, sacerdote, creas en la presencia del Señor, que lo tienes en tus manos y que tienes ese poder, recibido directamente de Dios, de hacerlo presente bajo esas especies de Pan y de Vino.
Quiero que seas el primero que tenga grande fe en la EUCARISTÍA para que, así, me contagies de tu fe y me ayudes a creer en la presencia del Señor y de sentir el hambre de recibirlo en la Sagrada Comunión.
¿Por qué aquellos discípulos dijeron: ya no vamos a seguir al Señor. Este modo de hablar es intolerable? Se retiraron, se fueron, lo dejaron… porque en ese corazón no había fe, no había fe. No creían en el Señor Jesús, Dios y Hombre. No creían. Y, por eso, el Señor cuestiona a sus Apóstoles, a los doce: “¿ustedes también quieren dejarme, quieren irse? Qué respetuoso es el Señor Jesús de la LIBERTAD de sus Apóstoles y de sus discípulos. Él revela las verdades y el hombre es libre de aceptarlas o de rechazarlas.
¿Quieren seguir conmigo o quieren también irse?
El Apóstol Pedro, que con frecuencia es el que habla a nombre de todos, pues hace una revelación también: “a quién iremos, a quién iremos. Sólo Tú tienes palabras de Vida Eterna. Sólo en Ti está la Verdad. Y esto que nos has revelado es Verdad y creemos en esa Verdad. Creemos que nos vas a dar ese alimento de Tu Cuerpo y de Tu Sangre y seguiremos Contigo porque no hay que ir a otra parte, no hay que buscar a nadie, sólo Tú tienes las Palabras de Vida Eterna y hace una profesión de fe: “nosotros hemos creído que Tú eres el Santo de Dios. El Hijo de Dios. El Dios hecho Hombre… el Dios hecho Hombre”.
Usted, cuando se postra de rodillas dice: “aquí está el Señor. Ahí está Nuestro Dios y Señor, escondido en ese Pan y en ese Vino. Ese es Dios, Nuestro Señor”.
Le invito a seguir encontrándose con Él, a seguir fortaleciéndose en Él. No deje de recibir este Alimento. Lo necesitamos para el camino de esta vida que nos tiene que llevar hasta la Casa del Padre.
Y si aquí lo recibimos, en la Sagrada Comunión, tenemos esa experiencia de sentirnos amados por el Señor, que nos da Su Cuerpo y Su Sangre y entramos en Comunión con Él. Pues tenemos que vivir esa comunión con nuestros hermanos, esa comunión de Iglesia, esa comunión fraterna.
Fuera de aquí, en nuestras casas, en nuestros centros de trabajo, nos están esperando para que nosotros llevemos esa comunión y ahí seamos testigos del Amor de Dios y, ahí, entremos en comunión con nuestros hermanos, siendo sensibles a sus sufrimientos, a sus penas, a sus dolores, a sus angustias, a sus desilusiones, a sus desencantos, a tantas cosas que amargan la vida. Usted, que está lleno de Dios y alimentado de Su Cuerpo y de su Sangre, tiene que llevar una palabra de esperanza, tiene que levantar el ánimo de los que están caídos, porque usted está fuerte, la comunión lo hace fuerte ¡vaya y transmita esa fuerza y levante el ánimo de los que están como derrotados en la vida! Y dígales en dónde se pueden fortalecer, que si tienen fe, busquen la Fuerza que está en el Alimento del Cuerpo y de la Sangre del Señor porque en ese Alimento tenemos vida.
Hay muchos hermanos que necesitan que nosotros hagamos algo por ellos, se han retirado, se han escandalizado por algo. A lo mejor, nosotros, sacerdotes, hemos sido ocasión de escándalo. A lo mejor usted, en su vivencia también en algún momento ha sido ocasión de escándalo.
Tenemos que hacer algo en favor de tantas y tantas personas que, también como aquellos discípulos ya no quieren estar con el Señor… algo pasó, algo pasó… a lo mejor la muerte de algún ser querido lo alejó del Señor, en lugar de acercarlo.
En este tiempo, ante tanta muerte, ante tanta enfermedad, ante tanto dolor, a lo mejor muchos de nuestros hermanos que le han pedido con mucha fe a Dios la salud, la vida, y han sucedido tantas cosas inexplicables y no han sabido iluminar el acontecimiento con esa Palabra de Vida, con lo que dice el Señor.
Pues ahí está una labor que usted puede hacer. ¡Ayude, ayude!, para que esa persona que tal vez en el sufrimiento se alejó del Señor, vuelva a Él, regrese… dígale cómo, tráigalo a la Eucaristía, tráigalo a la Comunión, tráigalo a ese Alimento.
Usted tiene que hacerlo porque el Señor nos quiere alimentar a todos y lo necesitamos todos.
Que en esta semana todos nosotros, fortalecidos por el Señor, salgamos adelante, a pesar de las pruebas, a pesar de lo difícil de la vida, salgamos adelante.
Dios está con nosotros, Dios está en nosotros y es parte de nuestra vida y de nuestro cuerpo porque nos alimentamos de Su Cuerpo y de Su Sangre.
Dios los fortalezca a todos, los ayude a crecer en su fe y podamos siempre decir, como dijo el Apóstol Pedro: “Señor, a quién iremos, sólo Tú tienes Palabras de Vida Eterna. Y nosotros hemos creído y sabemos que Tú eres el Santo de Dios”
Que lo podamos decir una y otra vez, sobre todo cuando estamos probados.
Que así sea.