HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS,

ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA 18 DE JULIO DEL 2021. Fíjese que me da tristeza porque no pueden entrar todos. He visto que llegan algunos enfermitos, algunos tal vez viniendo de lejos a este Santuario y me produce dolor el que no puedan entrar, pero tenemos que guardar las indicaciones que nos han señalado, porque si no guardamos esas indicaciones, pues de nuevo nos van a cerrar por completo las celebraciones con su presencia, porque también, también me molesta que, a veces, suelen decir que porque celebramos sacramentos, primeras comuniones, bautizos, matrimonios, confirmaciones, con presencia de tantos fieles por eso hay contagios, por eso hay contagios… eso es mentira… pienso que aquí, en este lugar, no hay contagios, los contagios están en otra parte pero hay que buscar un culpable y es fácil decir: “lo que hace la Iglesia, es culpable. Por eso hay contagios, porque se siguen administrando sacramentos” Qué esperanzas que digan que los centros comerciales están llenos, que nuestras playas están llenas, que nuestras calles están llenas de turistas, que los antros de vicios están llenos de jóvenes… eso no lo expresa nadie, nadie, solo miran si hay muchas celebraciones, si hay mucha presencia de fieles… pues, eso no está bien, no está bien y aquí vuelvo a decir, las cosas que yo diga aquí son las cosas que quiere Dios que diga, que quiere Dios que diga, porque ni siquiera había pensado decir esto que acabo de decir. 

Al mirar que se quedan en la puerta, un instante, se santiguan y se van nuestros hermanitos, pues eso a mí me mortifica aquí adentro y me mortifican todas las opiniones y juicios que se hacen de lo que hacemos en la Iglesia y nos quieren culpar.

Sé que, en algunos lugares, ya las autoridades cerraron los templos… “padrecito, aquí se cierra el templo, porque hay muchos contagios” como si el templo fuera el centro de contagio. Pues, que me disculpen las autoridades que a veces dicen tantas cosas y también los fieles, también los fieles. 

La Palabra de Dios a mí me hace pensar, porque la primera lectura denuncia comportamientos de los pastores. Por tanto, yo tomo mi parte, tengo qué examinarme en dónde estoy cometiendo, como Pastor de esta Arquidiócesis de Antequera Oaxaca, en dónde estoy cometiendo errores que me dice Dios que eso no está bien. Me tengo que examinar y examinar seriamente, pero aquí quiero decirles, el que está frente a ustedes no es un hombre perfecto. Yo no soy perfecto, tampoco vengo de una familia perfecta, soy tan imperfecto como usted, soy tan pecador como usted, tengo tantos y tantos defectos como los que tiene usted, tal vez.

Pero mi cargo me exige cierta forma de comportarme que no se me debe de olvidar y me lo exige Dios y me lo exige la comunidad. Siempre he sentido, a lo largo de toda mi vida y mi ministerio que el pueblo santo de Dios quiere tener pastores santos, perfectos, sin errores y sin equivocaciones… y eso no hay aquí en la tierra. No hay pastores de esos.

Usted me quiere santo, sin error ¿y qué está haciendo para que yo sea santo? ¿qué hace por mí? ¿qué hace? 

¿Se acuerda de mí en su oración? ¿le dice a Dios: quiero que mi Obispo sea santo? Quítale esos detalles que no lo hacen santo. 

Y vea a su sacerdote, aquí tenemos dos, que no son perfectos y en las diferentes comunidades están sacerdotes y, ahorita también pues siento mucha preocupación porque lo que dice el Evangelio, oveja sin pastor, así vivimos nosotros, en nuestro Oaxaca, miles y miles de personas, de hermanos nuestros, no tienen sacerdote, no tiene quién esté con ellos, celebrando los Sagrados Misterios, y eso duele mucho. Algo dejamos de hacer, todos, no nada más quienes estamos al frente y son Obispos y sacerdotes, ¡todos hemos dejado de hacer y por eso no hay vocaciones a la vida sacerdotal, a la vida religiosa! Porque no se promueven en nuestras familias esas vocaciones, todos somos responsables… ovejas sin pastor. 

Y usted tal vez tiene ahí un sacerdote y está lleno de defectos porque, con frecuencia, quien les está hablando escucha acusaciones, difamaciones, porque cuando yo cuestiono a las personas que vienen a decirme tantas cosas de los sacerdotes les digo: “¿usted ha visto todo esto? ¿es testigo? ¿me puede dejar aquí un testimonio firmado de usted, con su domicilio y todo? “no, no, no… a mí me dijeron, mi comadre me dijo”… Ande, pues… ande, pues. Venimos a dar un testimonio, un mal testimonio, porque me dijeron. 

Y regamos y regamos y le cargamos al sacerdote un montón de culpas que no tiene y a veces vienen conmigo los sacerdotes y me dicen: “Monseñor, ya no aguanto, ya no puedo, lléveme a otra parte, estoy desgastándome de más, es un montón de cosas que dicen que yo no he hecho, que no estoy haciendo”… ¡qué triste son estas situaciones que a veces vivimos!

Soy consciente que, a veces, como decimos vulgarmente, la regamos, la regamos, se nos suben los apellidos, nos enojamos de cualquier cosa. A veces somos majaderos, a veces somos mal hablados, los humillamos, los insultamos, y les decimos tantas cosas que les hieren, que les hieren, que les duelen y que no esperaban escuchar de un sacerdote, porque de los labios del sacerdote sólo esperan escuchar que les hablen de Dios y, a veces, mis sacerdotes, no se dedican a hablarles de Dios, sino de otras cosas. Sí la regamos. Sí cometemos gravísimos errores y, a veces, los errores causan escándalos en la comunidad, ¡por supuesto!, yo no voy a tapar el sol con un dedo.

¡Sí!, a veces somos malos pastores pero, a veces, se dice de más, se dice de más… nos destruyen, nos acaban, nos difaman… cualquier persona puede acabar conmigo, cualquier persona, diciendo algo que yo nunca he hecho… me puede acabar, y puede acabar esta Iglesia Arquidiocesana de Oaxaca. Estamos expuestos a esto.

Pidan para que seamos buenos Pastores. Rueguen a Dios para que seamos buenos Pastores.

Cultivemos en nuestras comunidades los sentimientos de caridad, de misericordia, de bondad, de solidaridad, de fraternidad. Mírenos con misericordia, mírenos con el perdón. No sean tan crueles al juzgarnos, mírenos con ternura, mírenos con amor, como nos mira Dios y la Madre de Dios.

Me duele decir esto pero si hace un momento dije: es lo que quiere Dios que diga, de nuevo lo repito, es lo que quiere Dios que diga hoy y lo digo desde mi corazón de sacerdote, de Obispo, de Pastor, desde este corazón humano que siente, que es sensible y que quiere lo mejor, para mis sacerdotes y para mi pueblo, para mis hermanos oaxaqueños, yo quiero lo mejor. Ayúdenos a ser lo mejor en la vida. Compréndanos. A veces deben de tener mucha, mucha paciencia. Estamos solitos, recorriendo caminos y más caminos, horas y horas de viaje, cinco, seis, nueve, ocho, para llegar a un lugar. Nuestros pueblos no están a la vuelta de la esquina y el sacerdote, solito, tiene que atender 60 comunidades, 40 comunidades, 30, 25, 15, 10… ¡solito! Y a veces dicen: nunca está el sacerdote. Padre, que nunca estás… “Señor, tengo que atender 40 comunidades. Ando aquí y allá y allá y allá… ¿quiere qué le diga dónde estuve toda esta semana? Aquí traigo mi agenda. Aquí está, aquí anduve, en todos estos lugares.

Quiero ser un gran Pastor, sí, pero ayúdenme a serlo. Solito no puedo. Tengo la ayuda de Dios, por supuesto. Tengo la asistencia del Espíritu Santo, no lo dudo… pero cuando tenemos el amor de Dios nuestros fieles, la oración de nuestros fieles y el sacrificio de nuestros fieles, la comprensión, la caridad de nuestros fieles… ¡uy! nos sentimos fuertes y animados, ilusionados.

Hoy, el Señor también nos dice que descansemos, así le dijo a sus apóstoles después de haber ido a evangelizar, a sanar, a anunciar la presencia del Reino y a liberar. Los vio cansados cuando regresaron y les dijo: “vamos a descansar a un lugar solitario”.

Quisiera decirle, busque un lugar solitario para que usted entre en un contacto con Dios, descanse en Él, descanse en Él, porque el mismo Señor Jesucristo nos dice: “vengan a Mí todos los que están cansados, fatigados y agobiados por la carga. Yo les daré alivio”.

En un lugar como este, usted puede descansar, frente a Jesús Eucaristía usted descansa todavía más, porque está ante Su Presencia, real y verdadera, tal como está en el cielo, ahí, en el Sagrario. Vaya a Él y descanse con Él, un instante y déjese mirar porque el Señor lo mira como miró a aquéllas multitudes, se compadeció de ellos, se compadeció. 

Deje que el Señor le mire compasivamente… déjelo y sienta esa compasión, ese amor de Nuestro Señor para que usted se anime, se fortalezca y vaya a mirar, a contemplar a su familia, a sus compañeros de trabajo, a las personas con las que nos encontramos en nuestras ciudades y nuestros pueblos, a mirarnos con la compasión, con el amor, porque así tenemos que vivir los seguidores de Jesucristo.

Mis ojos tienen que ser la mirada de Dios. Mis oídos tienen que escuchar a veces los lamentos y los sufrimientos del hermano y ser sensible y poder llevar a Dios en el silencio de nuestro encuentro la angustia, el dolor, la tristeza del hermano y, eso, lo va a fortalecer, por supuesto que lo fortalecerá.

Aprendamos de Nuestro Señor a ser compasivos, a ser misericordiosos, a sabernos tratar como lo que somos, como hijos de Dios. Trata a tu hermano como un hijo de Dios.

María, Nuestra Madre, está aquí. Aquí venimos y a veces lloramos, le lloramos a la Madre, derramamos lágrimas porque aquí, adentro de nosotros, hay dolor, hay sufrimiento, hay penas, hay angustias, hay desilusiones, hay desencantos, hay preocupaciones muy fuertes, y aquí venimos y nos postramos ante sus plantas, y la contemplamos, la contemplamos y ella entiende porque si hay alguien que sufrió, es María, al pie de la Cruz… ¿y qué decimos a Nuestra Señora de la Soledad?… al pie de la cruz, al pie de la cruz y tú vienes aquí y le dices a María: “esta es mi cruz. Estos son mis dolores. Alcánzame de Tu Hijo, Jesucristo, Gracia, fuerza para salir adelante” Y María, la Gran Intercesora, la que tiene ese poder de interceder y de alcanzar favores, bendiciones y milagros para ti, lo va a hacer, porque tiene ese poder de interceder, de hablarle al Señor.

Confía en María, confía en Nuestra Señora de la Soledad y ven a decirle: “aquí estoy, con esta carga de sufrimiento. Tú, que estás al pie de la cruz, ayúdame a entender lo que me está pasando y a saberlo acepar como voluntad divina y santificarlo, santificarlo”.

Que no pierda estas oportunidades de ser más santo en el dolor, en el sufrimiento, en las preocupaciones, porque tenemos qué hacerlo. 

Dios les fortalezca a todos.

Dios les llene de Su Amor y de Su Misericordia y podamos todos nosotros salir adelante con la ilusión y la esperanza de ser lo mejor en la vida.

Que así sea.

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