Por Carlos Morales

Hace varios años mis maestros me dijeron que la ignorancia de la ley no servía de excusa y a nadie aprovechaba y me di a la tarea de solicitar la aplicación del error de prohibición en una época en que era impensable. Algún grano de arena puse. Hoy es de aplicación cotidiana. Hasta me di a la tarea de crear el ejercicio de un derecho a la especificidad cultural como causa de exclusión de delito.

También me dijeron que los mortales no podíamos llevar un asunto ante la SCJN, que sólo entraban a la SCJN los Diegos y los Handams y en el 2003 lo llevé, lo admitieron y ese alto tribunal concedió el amparo y vinieron cientos en cascada. En ese amparo se le puso freno a la intromisión del ejecutivo en tareas del legislativo. Luego he vuelto a llevar 20 casos más. Me han concedido varios.

Mis maestros me dijeron que el amparo sólo se podía promover en castellano y promoví, con Tin Pe Gon, el primer amparo en lengua indígena.

Me dijeron que sólo es persona indígena quien habla una lengua indígena y tuve que ir a la SCJN para que definiera el concepto de autoadscripcion, y el derecho a la especificidad cultural.

Me dijeron que el amparo era improcedente para justiciabilizar DESC y promoví (con LEI AC) el amparo del río Salado. Hoy una jueza federal sabia y valiente nos dio la razón.

Me dijeron que el amparo era improcedente por omisiones legislativas y promoví (con LEi Ac) el amparo por la omisión de la ley de consulta y un juez federal joven y brillante concedió el amparo.

Así les dije a mis alumnos: cada generación debe derrotar a sus maestros. No les hagan mucho caso. Les dije.

Y agregué “Nada de esto habría sido posible sin un Poder Judicial de la Federación fuerte e independiente que acogió mis peticiones. Mi reconocimiento para esos seres humanos comprometidos porque la justicia avance.”

Feliz día a las abogadas y abogados que no se venden frente al poder ni los conmueve la lisonja ni pervierten su palabra por piezas redondeadas de metal.

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