HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS,
ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA 28 DE JUNIO DEL 2021.A mí, se me ha hecho muy hermoso el Evangelio que acabo de proclamar, donde se descubre el poder de Nuestro Señor.
Tiene el poder para sanar y tiene el poder para volver la vida.
Pero es necesario que las personas vivan intensamente su fe, sólo así se alcanza el Milagro.
Sin fe, no se alcanza nada. Con fe, se alcanza todo.
Aquella mujer que tenía muchos años enferma, sólo pensó tocar, tocar el manto, ni siquiera a Nuestro Señor… tocar Su manto y, con sólo tocar Su manto, ella estaba segura de que sanaría y así fue, inmediatamente sanó.
Por supuesto que el Señor sabía quién era esa mujer, en qué lugar estaba esa mujer, pero Él quiere resaltar la FE, la fe de aquella mujer que se acercó buscando sanación y le interesaba a Nuestro Señor, no que supieran que la había curado… le interesaba que las personas crecieran en la fe y creyeran que en la fe se alcanza todo.
Tu fe te ha sanado, tu fe te ha sanado…
A veces, nosotros nos acercamos al Señor pero no sé si nos aceraremos con fe… ojalá y así fuese, acercarnos con fe, con mucha fe y dejar en Dios nuestras peticiones… dejar en Dios las enfermedades, las enfermedades nuestras y tal vez las enfermedades de nuestros seres queridos, pero dejarlas teniendo una gran fe y que Dios haga lo que tiene qué hacer y cuándo lo tenga qué hacer o, más bien dicho, cuando lo quiera hacer, porque nosotros no somos los que le damos órdenes a Dios. Nosotros le presentamos nuestras súplicas, nuestras peticiones, nuestras necesidades y es Dios el que concede cuando Él lo decide y cómo Él lo decida.
A veces solemos pensar, porque no alcanzamos la salud, que Dios nos tiene olvidados, que Dios no nos quiere, que Dios no se preocupa por nosotros…Ese pensamiento no es de una persona
Claro que Dios te ama! ¡Claro que Dios te escucha! ¡Claro que Dios te bendice, que Dios te sana, que Dios te da fortaleza! ¡Claro que te da todo eso!
Que no entren en tus pensamientos esos detalles porque, entonces, me pregunto ¿dónde está tu fe? Si estás dudando de la escucha divina, de la bendición divina, del amor divino estás dudando… porque como no hay la famosa sanación que estás buscando concluyes: “Dios no me ama, no me escucha, no se fija en mí” … ¿y tu fe, dónde quedó tu fe? ¿dónde la guardaste? ¿dónde la escondiste?
Así no se piensa. En lugar de pensar eso, tendré que decirle a Dios, de nuevo, movido por la fe: “Señor, aquí está mi plegaria, aquí está mi súplica de nuevo, y la hago confiando en Tu bondad, en Tu amor, en Tu misericordia… sáname, sáname… sana a mis seres queridos”.
Nos hace falta a veces hablar con profunda fe… con profunda fe…
Aquella mujer se acercó a Jesús con profunda fe y concluyó el Señor diciéndole: “tu fe te ha sanado, te ha sanado”.
Cuando le avisaron al jefe de la sinagoga: “ya no molestes al Maestro, tu hija ya murió” el Señor le responde y le dice: “basta que tengas fe, basta que tengas fe”. Y así fue. Aquel hombre tenía fe en Nuestro Señor, se burlaron de Él cuando les dijo que estaba dormida aquella niña, se burlaron de Él los que no tenían fe. El jefe de la sinagoga sí tenía fe… tan tenía fe que su hija, de nuevo, siguió viviendo, le regresó la vida Nuestro Señor, por la fe de su padre, de su madre… basta que tengas fe.
Qué importante es la fe… qué importante.
Quisiera decirles, hoy, el que sanó a aquella mujer y que le regresó la vida a aquella niña, dentro de un momentito estará en el altar, Nuestro Señor… estará escondido en un pan y en una copa de vino, ahí estará El que da la salud, El que resucita, El que libera, El que sana… ahí estará.
A través de la fe, acércate… acércate. Cuando contemples esa Hostia Consagrada, acércate y, como aquella mujer, tócalo… tócalo.
La mayoría de ustedes se va a acercar a la Comunión y pondremos en su manita la Hostia.
En su manita está, en ese Pan Consagrado está todo un Dios y todo un Hombre. Nuestro Señor Jesucristo, y tú lo vas a poder tocar con tu mano y no solamente lo tocarás, te lo vas a comer, va a ser parte de tu vida de nuevo. Aprovecha que lo puedes tocar.
Aquella mujer tocó el manto, hoy, tocas el Cuerpo, el Alma, la Sangre, la Divinidad de Nuestro Señor. Hoy la tocas, aprovecha y déjate tocar por Él, déjate tocar por Él.
Tenemos que decirle a Dios que nos anime en la vida, porque a veces entran muchas desilusiones, muchos desencantos, muchos sufrimientos, muchas cargas que a nosotros humanamente nos debilitan.
Hoy puedes agarrar fuerza, y mucha fuerza, para salir adelante. No desmayes en tu caminar. No desmayes. Aunque hayan todas esas pruebas, mantente, mantente firme, fuerte, seguro a través de tu fe y deja que el Señor te toque… toque tu persona, toque tu interior, y te libere y te sane, porque necesitamos sanar.
A veces, no sentimos paz, por tantas cosas que pasan. Hoy es una buena oportunidad para decirle al Señor: “Sáname, Señor, quítame los sentimientos que tengo aquí adentro contra ciertas personas, que me han hecho daño en la vida, que se han burlado de mí, que han pisoteado mi dignidad. Libérame, Señor, de esto que no me da alegría, sólo me recuerda sufrimiento y dolor. Purifica mi interior. Toca mi interior para que yo me libere de eso. Para que yo sane. Dame Gracia para seguir adelante”.
Necesitamos ser reconfortados por Nuestro Señor, tú y yo, dejemos que nos conforte, dejemos…
Sólo Él lo puede todo, basta que tengas fe.
Hoy, de nuevo el Señor nos dice, como le dijo al jefe de la sinagoga, llamado Jairo: “basta que tengas fe” y eso te dice hoy Nuestro Señor y me dice a mí Nuestro Señor: “basta que tengas fe y yo voy a hacer esa obra en ti. Déjame tocarte”.
Él te toca y tú también lo tocas y, en ese tocarse mutuamente, creo que encontramos la paz, el gozo, la salud, la liberación, nos reanimamos, nos ilusionamos y seguimos adelante, a pesar de todo.
Pues es lo que yo en este día comparto y lo comparto desde mi corazón, desde mi corazón sacerdotal se los comparto y lo comparto como un padre que les habla a los hijos y que les habla con amor, porque así, así quiero hablarles siempre, como padre y con amor, porque así lo quiere Dios.
Salgamos adelante con la ayuda de Dios, con la intercesión de Nuestra Madre María y con la ayuda de todos, porque pedimos unos por otros y todo eso nos da fuerza, nos anima y nos ilusiona.
Que Dios los bendiga en esta semana, que realicen su trabajo con ilusión, con esperanza, con gozo, sabiendo que el Señor está con ustedes, que no los abandona, que los va acompañando y que los hace fuertes en todo momento.
Que así sea.