HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA
30 DE MAYO DEL 2021. Estamos viviendo la Festividad de la Santísima Trinidad, este dogma de fe que nosotros profesamos. El misterio de la Trinidad, donde afirmamos que tenemos un Dios, un solo Dios, en tres personas distintas, un solo Dios en tres personas distintas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Creo en Dios, que es Padre; creo en Dios que es Hijo y creo en Dios que es Espíritu Santo… Misterio de la Trinidad.
No nos compliquemos la vida, no queramos entender el Misterio.
¿Cómo? ¿un Dios en tres personas? ¿cómo es eso?, no, no se complique, lo importante es que usted crea, crea en ese Dios Padre, crea en ese Dios Hijo y crea en ese Dios Espíritu Santo y deje todo y ese misterio se va a acabar cuando usted deje este mundo, cuando ya no peregrine por este mundo, entonces dejará de ser Misterio la Trinidad porque veremos a Dios tal y como es, y entonces vamos a entender al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo porque vamos a estar contemplando a la Divinidad.
Hoy, piense en el Dios que es Padre y piensa muchas cosas. Cuando usted piensa en el Dios que es Padre, se reconoce usted como hijo… “yo soy hijo de Dios, tengo un Padre, a quien le llamo Dios. Dios, mi Padre” ¿y qué ha hecho por usted ese Padre? Lo primero es haberle dado la vida y, enseguida, lo adoptó como hijo, el día de su Bautismo y, ese Padre, ha sido providente con usted, le ha ido dando lo necesario para vivir, y ese Padre no lo ha abandonado, no se ha olvidado de usted en ningún momento, porque Dios no se olvida de nosotros. Tú y yo nos olvidaremos de Dios, pero Él, no se olvida.
¿Puede una madre- dice la Palabra de Dios- olvidarse de su hijo? Pues aunque eso sea verdad, Yo no me olvidaré de ti, seas como seas, te comportes como hijo o no te comportes como hijo, no me voy a olvidar de ti. La figura del Padre y una figura hermosa de Dios, Nuestro Padre, está en el Evangelio, ahí descubra cómo presentó Nuestro Señor Jesucristo al Padre Dios, porque a veces, la figura de ese Padre Dios está en nosotros desde chiquitos, porque nos presentaron tal vez la figura de un Dios que castiga, de un Dios que castiga: “si te portas mal, Dios te va a castigar”, eran tal vez los argumentos que utilizaban nuestros papás para decirnos: “no te portes mal” y encontraban ese argumento: “Dios te va a castigar”… no utilizaban otros argumentos y, por eso, nosotros crecimos teniéndole miedo a Dios, porque era un Dios castigador y, si nos pasaba algo, ¿qué decían nuestros papás, a veces? “¿qué te dije? ¿qué te dije? Dios te castigó, por eso te sucedió eso. No me hiciste caso, ahí está. Dios te castigó” ¿Qué triste figura, verdad? Esa no es la figura del Padre que nos presenta Jesucristo. La figura de ese Padre es un Padre amoroso, misericordioso, providente.
Lean el Evangelio y vayan descubriendo la figura del Padre, del Padre Dios, tal y como la presenta Nuestro Señor y esa es la verdadera figura del Padre y ya quítese de su cabeza, porque seguimos nosotros pensando, nos pasa algo y le echamos la culpa a Dios: “es que Tú no me quieres. Es que Tú no esto, es que Tú no aquello” “No me cuidaste, no me protegiste, ¿no que eres un Padre que cuida y protege a sus hijos?
También nosotros tenemos que cuidarnos, y a veces no nos cuidamos. A veces descuidamos nuestra persona, descuidamos nuestra salud, descuidamos tantas cosas, nos ponemos en este peligro y en aquel y en aquel y, después de todas esas cosas que nos suceden queremos encontrar un culpable y, Dios, Dios es el culpable, no me protegiste, yo te pedí que me protegieras… y tal vez Él también le dirá: “yo te pedí que no le dieras tan fuerte al carrito, que no fueras tan imprudente” o a la moto, que no atentaras contra la vida. Ahí está el resultado.
¿Tú quieres que yo te proteja de todo? Pues no, también tú tienes qué cuidarte. Hay que ser prudentes, no imprudentes.
En el Evangelio está la figura de Jesucristo, de la Segunda Persona de la Trinidad, del Hijo de Dios, del que dio Su vida por nosotros, muriendo en la cruz, del que derramó Su Sangre, por ti y por mí. Del que le dijo a Dios, al Padre Dios desde la Cruz: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”. Del Hijo de Dios, que se ofreció en sacrificio para redimirnos a todos nosotros. Del Hijo de Dios que se ha quedado entre nosotros para ser el alimento, dándonos a comer Su Cuerpo y a beber Su Sangre. Del Hijo de Dios que nos dice: “tan cercano está Dios en tu vida que se ha hecho hombre, en todo semejante a los hombres, menos en el pecado y que viene a tener la experiencia de sufrimiento, de dolor, de pobreza, de carencias, junto contigo.
Del Hijo de Dios que te habla del Reino, que te invita a ser misericordioso, a perdonar, a no juzgar, a no condenar, a ser siempre solidario y fraterno… ahí está la Segunda Persona de la Trinidad, retratada también en el Evangelio, por todo lo que dijo y por todo lo que hizo.
Y, ahí está la promesa que el Señor hizo y que se cumple en la venida del Espíritu Santo. Nos habla de Espíritu Divino, del Espíritu de la Verdad, que nos ayudará a entender y a ser fuertes para el Testimonio.
Nos habla de que es el Dios Amor que vendrá a nosotros y estará en nosotros.
Pues en el Evangelio está, el Dios que es Padre, el Dios que es Hijo y el Dios que es Espíritu Santo y, hoy, hemos escuchado que fuimos bautizados tal y como lo quiso el Señor.
Tú y yo recibimos esas aguas bautismales y el sacerdote pronunció nuestro nombre para que, por ese nombre, Dios nos llamara a lo largo de la vida y nos dijo: “Yo te bautizo, en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo”… fuimos bautizados en el nombre de la Santísima Trinidad y seguimos invocando a la Trinidad. Iniciamos la misa diciendo: “En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Terminaremos la misa bendiciéndolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y cuando usted va a iniciar su jornada, usted también le dice al Padre, al Hijo y al Espíritu que lo bendiga y, usted, que es padre y madre, también utiliza esas frases cuando bendice a sus hijos: “que Dios te bendiga; que el Hijo de Dios te acompañe; que el Espíritu de Dios te haga fuerte… la Trinidad, que viven en una íntima comunión de Amor.
Así quiere Dios que vivamos nosotros, sus hijos, en íntima Comunión de Amor con Él y con nuestros hermanos.
Sigamos disfrutando de este domingo de la Trinidad y siga siendo fuerte en su fe. Le vuelvo a decir, no quiera entender el Misterio. Los Misterios se creen, los Misterios se creen y usted tiene una fe, que fue un regalo divino desde su bautismo. Pues ejercite su fe y si siente que está muy complicado esto, pues dígale a Dios: aumenta mi fe. Aumenta mi fe, porque quiero seguir creyendo en Ti, que eres Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Que así sea.