HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA
23 DE MAYO DEL 2021. Les decía hace un momentito, que el Espíritu Santo es el que nos ha traído a esta Iglesia Catedral, a la Iglesia Madre de la Arquidiócesis de Antequera Oaxaca. Démosle gracias al Espíritu que habita en nuestros corazones, y dejémosle que siempre actúe en nosotros y haga Su Obra. No le estorbemos al Espíritu, al Espíritu Divino, porque es el gran regalo de Nuestro Señor Jesucristo a nosotros. Nos regaló Su Espíritu. Lo prometió y lo cumplió y lo hemos escuchado en el primer texto que ha sido proclamado el día de hoy, de los Hechos de los Apóstoles, donde se nos narra, con lujo de detalles, cómo fue la venida del Espíritu Santo sobre los discípulos.
Dentro de esos discípulos, estaba la primera discípula, la primera discípula, que es la Santísima Virgen María. Allí estaba la virgen María junto con todos los discípulos. Estaban en oración y, en ese ambiente de oración, se hace presente el Espíritu Santo y se posa sobre cada uno de ellos y dice el texto: “como lenguas de fuego”, para que ese corazón de los discípulos comience a arder.
Ese fuego del Espíritu es el que hace arder el corazón de los seguidores de Nuestro Señor y es el que tiene que hacer que este corazón nuestro arda siempre, ¡arda! porque necesitamos tener un corazón que arda, que arda de amor, no de otra cosa, sólo que arda de amor porque el Espíritu Santo eso es, el Dios Amor que viene a nosotros, porque es el fruto del amor del Padre y del Hijo, ese es el Espíritu Santo, el amor del Padre y del Hijo y este corazón nuestro tiene que arder de amor.
Quiero pensar que muchos de ustedes, tal vez la mayoría, todos, tienen al espíritu Santo, ¡todos! Estás aquí porque tienes al Espíritu Santo y lo recibiste el día de tu bautismo y a los que ya están confirmados lo recibieron como un Don el día de su Confirmación y recibieron esos siete Dones Divinos.
Entonces, lo tenemos todo para dar testimonio.
¿Qué pasó después de que los apóstoles recibieron al espíritu Santo?, salieron a dar testimonio, a proclamar al mundo que Jesucristo, muerto y resucitado, era el único Salvador de ayer, de hoy y de siempre y de todos los pueblos, de todas las naciones. Por eso, por eso cada uno los oía hablar en su propia lengua, porque el Espíritu Santo viene a habitar en todos los corazones de todos los hombres.
Nosotros, que somos creyentes, que tenemos una fe, somos conscientes de que desde el día de nuestro Bautismo somos templos vivos del Espíritu Santo. En ti habita el Espíritu Santo. ¡Qué grandeza hay en ti!, ¡qué grandeza hay en ti! El espíritu Santo está en tu vida, está en tu interior, está en tu corazón.
A veces, nos olvidamos de lo que tenemos y por eso perdemos la ilusión, la esperanza, el ánimo… flaqueamos, flaqueamos. Toma conciencia de que tienes una fuerza que se llama Espíritu Santo. Los que son conscientes de la presencia del Espíritu, aunque estén probados en el dolor, en el sufrimiento, en las penas, en las necesidades, en tantas y tantas cosas van a ser fuertes, van a salir adelante, van a luchar, ¡van a salir victoriosos porque dejarán que la fuerza del Espíritu los impulse y los lleve hacia adelante! ¡No van a ser red derrotados!, van a ser unos victoriosos.
Los discípulos eran conscientes de la fuerza del Espíritu que estaba en ellos y por eso los azotes, la cárcel, las persecuciones, el martirio, ¡nada los dobló!, siempre se mantuvieron en el testimonio fuertes, siempre fuertes. ¿Cuál es la diferencia? ¿Por qué ellos sí y nosotros no? ¿Acaso recibimos un Espíritu Santo distinto? ¡No! El mismo Espíritu Divino que recibieron los apóstoles es el que tú y yo recibimos y tenemos. Tenemos que preguntarnos ¿por qué soy tan cobarde a veces, por qué? ¿Por qué me cuesta tanto dar testimonio de mi fe? ¿Por qué me escondo a veces? ¿Por qué se me olvida que tengo una fuerza en mi interior? Nadie me va a vencer. Nadie va a acabar conmigo. Tengo esa fuerza divina. Está en mí y se llama Espíritu Santo.
Nuestro Señor les dijo a sus apóstoles: no se preocupen por lo que van a decir o cómo lo van a decir. Yo pondré palabras en sus labios. Te lo dice también a ti. No te preocupes cómo vas a dar el testimonio, cómo vas a proclamar tu fe, yo voy a poner palabras en tus labios. Yo voy a ser el que habla por ti, sólo disponte, sólo disponte y yo haré lo demás.
Demos el testimonio, seamos esos hombres y mujeres de nuestro tiempo, fuertes, porque son conscientes que tienen al Espíritu Santo. Nuestras comunidades, nuestra ciudad necesita de este testimonio. Hay muchas situaciones en las que no está la presencia de Dios y nosotros tenemos que ser esa presencia divina. En muchos lugares no está esa voz de Dios porque no hemos querido ser esa voz de Dios que habla, que anuncia y que denuncia.
No tengamos miedo de denunciar las situaciones de pecado, las situaciones de maldad, de desorden, de injusticias, de robos, de fraudes, de engaños, de mentiras, de falsedades.
¡No tengamos miedo!
Nos van a perseguir, nos van a calumniar. Dice Nuestro Señor que a Él lo persiguieron y a sus seguidores también los van a perseguir y calumniar, pero es mejor que te persigan y calumnien por el testimonio y no por no hacer nada, ¡no por no hacer nada!
No nos convirtamos en cómplices de la vida de pecado y de desorden. Cada quien, en su espacio donde se mueve, ahí tenemos que dar ese testimonio. Estás lleno de los Dones Divinos y, además, Dios va dando Dones y Gracias como Él quiere y a quien quiere, pero tú tienes Dones Divinos. No te olvides de que tienes los siete dones del Espíritu Santo: sabiduría, inteligencia, ciencia, consejo, fortaleza, piedad y temor de Dios.
Esos Dones ahí están, ejercítalos y ponlos al servicio de los demás, pero no pierdas tu humildad y tu sencillez para que el Espíritu Santo realmente haga su obra en ti. No hay que creernos que somos mejores o superiores que otros o más capaces que otros porque entonces ya no está ese Espíritu Santo trabajando en nosotros, sino que es otro espíritu, el espíritu del mal el que nos hace llenarnos de orgullo, de soberbia, de vanidad porque somos personas capaces. ¡Cuidado! También ese espíritu del mal trabaja en nosotros. No pierdas tu sencillez y tu humildad. ¡No la pierdas! Y si tú descubres que Dios te ha dado dones, ponlos al servicio de los demás, pero no para humillar a otros, ¡no!, sino para servicio de la comunidad y ten cuidado cuando te alaben. Ten cuidado. Envía toda esa alabanza a Dios. Dios es el que tiene que ser alabado, no debemos de ser alabados nosotros. Dios es el alabado.
Yo, yo en muchos momentos le he dicho al Señor: Señor, no permitas que me endiose, no permitas que me endiose, porque un Obispo siempre tiene mucho auditorio, siempre tiene muchas personas y todo el mundo quiere estar cerca del Obispo, saludar al Obispo, platicar con el Obispo, tomarse una foto con el Obispo, esto, aquello, y vemos la alegría y el gozo de nuestra gente y le digo a Dios: no permitas que me endiose, porque Tú eres el único, Tú eres el único. Yo no soy nada. Tú me llamaste a este servicio y Tú estás haciendo Tu obra a través de mí, pero es Tu obra, no la mía.
Así le quiero decir a usted. Si Dios le ha regalado unos Dones y unas Gracias muy especiales, que la alabanza sea para Dios, sólo para Dios y todo eso lo va a engrandecer porque a usted lo va a llenar de humildad y de sencillez.
Demos gracias a Nuestro Padre porque nos regaló a un Consolador, al Espíritu de la Verdad.
Cuando usted esté triste, busque el consuelo en el Espíritu Santo. A veces queremos buscarlo en otro lugar y en otras partes y en las cosas. El consuelo no está ahí, el consuelo está dentro de nosotros mismos porque ahí dentro está el Espíritu Santo.
Si en este momento está usted a punto de derramar lágrimas por algo que está sucediendo en su casa, por la muerte de un ser querido, por la enfermedad, por el dolor, por tantas y tantas cosas que angustian, piense en el Consolador. Consolador se llama espíritu Santo. Piense en ese Consolador y enjugue ahí sus lágrimas, en el Consolador y ahí fortalézcase, en el Consolador. Sólo en Él, y verá que tendrá mucha paz, mucho gozo y encauzará todo hacia Dios y será gracia y será bendición.
Cuiden al Espíritu Santo que está en sus corazones. Cuídenlo, y hagan tomar conciencia a los hermanos que son templos del Espíritu Santo, que se tienen que respetar y que nos tenemos que respetar unos y otros porque somos la habitación divina.
Que así sea… que así sea…