HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA
16 DE MAYO DEL 2021. Pues ya hemos escuchado el Mensaje Divino de este domingo de la Ascensión. Hace 40 días celebrábamos, llenos de gozo, el triunfo de Jesucristo y decíamos al mundo: Cristo resucitó, Cristo está vivo. Y hoy, decimos: Cristo ha subido al cielo y está a la derecha del Padre. Ha terminado Su Misión que el Padre le encomendó: salvarnos a todos nosotros. Y tú y yo sabemos qué hizo Jesucristo para salvarnos y lo aprendimos cuando éramos pequeños. Esa pregunta estaba ahí tal vez en nuestro catecismo y respondíamos: para salvarnos, Cristo murió en la Cruz.
Pero, a la vez, también decíamos: y resucitó al tercer día y está vivo y está en medio de nosotros y está en cada uno de nosotros.
La Misión de Jesucristo se ha cumplido y, por eso, regresa al Padre, para reinar desde allá y como dijo Él: voy a prepararles un lugar porque en la casa de mi Padre hay muchas habitaciones y voy a prepararles una y cuando esté preparada esa habitación los llevaré conmigo porque quiero que, donde yo esté, estén también ustedes.
Nuestra meta final es el cielo. Nuestra meta final es llegar con Nuestro Señor y tú sabes cómo, cómo se llega a Nuestro Señor, recorriendo su camino, un camino de sufrimiento, de renuncia, de entrega, de servicio. Un camino lleno de amor y todo lo que nosotros hacemos debe ser movido siempre por el amor.
Un camino donde no cabe la mentira, las falsedades, la hipocresía. El señor nos quiere auténticos, de verdad, y llenos de Su Vida, llenos de Su Gracia.
No te olvides que el cielo es para ti y que desde aquí se gana el cielo. En esta vida es donde nos ganamos el cielo. El cielo no se gana en el momento de la muerte, el cielo se gana hoy, se gana en este momento. Se gana haciendo las cosas que le agradan a Dios.
Si recuerdas, también Nuestro Señor dijo que al final de los tiempos va a poner a su derecha y a su izquierda y ¿quiénes van a estar a Su derecha?… Tuve hambre y me diste de comer. Tuve sed y me diste de beber, estuve enfermo y me visitaste… ¿y quiénes van a estar a Su izquierda? … Tuve hambre y no me diste de comer, sed y no me diste de beber, enfermo y no me visitaste.
Los que dijeron “SÍ” a Dios, cumpliendo Su Palabra, son los que van a estar a la derecha. Los que se pasaron la vida negando, negándole a Dios lo que les pedía, no van a estar a Su Derecha. A estos de la derecha les dirá el Señor: “Ven, Bendito de Mi Padre” y a estos les dirá: “id, malditos al fuego eterno”… Lo escuchábamos hace un momentito en el Evangelio. El que crea y se bautice, se salvara. El que no crea, no se salvará.
Pero tenemos que manifestar en las obras que nosotros somos creyentes. No es suficiente que estemos marcados con el signo de cristianos. No es suficiente que digamos: soy un bautizado. Tenemos que vivir como bautizados, como verdaderos hijos de Dios, en esa entrega, en ese servicio, en ese hacer las cosas bien, según nuestro estado de vida y según el servicio que estemos prestando.
Yo quisiera que nos preguntáramos ahorita: con lo que he hecho hasta el día de hoy ¿me gano el cielo? ¿también puedo llegar al cielo con todo lo que he hecho hasta hoy? Hay que preguntarnos, pero hay que respondernos con verdad… ¿sí sientes que te ganas el cielo? Tal vez digas: he hecho un esfuerzo, lo estoy haciendo a diario por tratar de hacer las cosas bien, pero necesito hacer más, necesito hacer más y necesito ser mejor. No me debo conformar con lo que ya hice porque pienso que no es suficiente y qué buen pensamiento tienes, no es suficiente, y te voy a decir por qué, si todavía estamos aquí, es porque no hemos hecho lo suficiente… todavía no nos ganamos el cielo. Tenemos qué hacer más y tenemos qué hacer las cosas todavía mejor para ganarnos el cielo.
El Señor nos llama a anunciar el Evangelio. ¿Usted está cumpliendo con esa misión? porque la misión es a la Iglesia, y la Iglesia la formamos todos nosotros, todos nosotros. Cristo fundó la Iglesia en sus Apóstoles y les dijo: “Vayan por el mundo y anuncien el Evangelio”.
Esa es la misión de la Iglesia. Esa es tu misión. Esa es mi misión.
Cuando nosotros, cuando leemos esto, cuando escuchamos esto: “vayan por el mundo y anuncien el Evangelio”. No pensemos: que el Papa anuncie, que los Obispos anuncien, que los sacerdotes anuncien, que los catequistas anuncien… ¿y usted, padre de familia?, ¿y usted, madre de familia?, ¿y usted, madre de familia? ¿y usted que está en esta oficina y en aquella? ¿usted no debe de anunciar el Evangelio? ¿usted debe permanecer mudo? ¿usted no está llamado a dar testimonio? ¿Sólo deben dar testimonio del Evangelio el Papa, los Obispos, los sacerdotes? ¿las religiosas? ¿los que andan ahí, muy cerca, que ahora los llaman agentes de pastoral? ¿y usted, mi hermano y amigo periodista, no debe de anunciar el Evangelio, en su casa, en su medio? ¿en su relación con los demás? ¿y, por qué digo periodista? bueno, pues porque estoy viendo uno ahorita y sé que aquí hay varios periodistas, todos los domingos, tienen qué anunciar el Evangelio.
No sé sí aquí haya algún servidor público, algún diputado, algún Presidente Municipal, algún miembro de algún Ayuntamiento… ¿usted no debe de anunciar el Evangelio, en su labor que desempeña allí en la sociedad. Nuestro señor Gobernador ¿no debe de anunciar el Evangelio? Nuestro Presidente de la República, ¿no debe de anunciar el Evangelio?
Todos, todos los que estamos marcados con el signo de cristianos. Todos los seguidores de Jesucristo tenemos que anunciar, tenemos que cumplir con ese deber: ir por el mundo anunciando el Evangelio. Usted y yo tal vez no vamos a ir a África, vamos a vivir siempre en esta ciudad de Oaxaca. Pues en esta ciudad de Oaxaca es donde Dios nos llama a nosotros a anunciar Su mensaje de Salvación, a dar testimonio con nuestra vida, con nuestros hechos de que el Evangelio de Jesucristo tiene que ser recibido, aceptado y vivido. No se trata de que usted les diga a sus amigos, a sus compañeros de trabajo: “siéntense un ratito porque les voy a anunciar el Evangelio”. O, ustedes, padres de familia: hijos, siéntense ahí porque les voy a anunciar el Evangelio.
Con tu testimonio, en el silencio… ¿qué te dice el Evangelio?, que seas paciente, que seas misericordioso, que seas amable, que perdones, que no lleves cuenta del mal, que ames, que seas un hombre de fe, que sirvas al señor. Haciendo todo eso estás anunciando, estás anunciando.
Tal vez, en algún momento, te van a preguntar: oye, ¿por qué eres así, por qué vives así, por qué piensas tú así? Y tal vez tengas que decir: pues yo pienso así porque sé qué es lo que nos pide Nuestro Señor, yo soy creyente, yo creo en Cristo y he leído el Evangelio, y se está haciendo que yo hago esto o que yo pienso que esta forma es por eso, porque a mí me ilumina el Evangelio y esa iluminación del Evangelio me hace vivir así, pensar así, actuar así.
Qué gran evangelización y qué gran evangelizador eres.
Pues, vamos cumpliendo con lo que nos pidió Nuestro Señor. Él ya cumplió con Su Misión y, ahora, nos dice que nosotros tenemos que cumplir con la nuestra y no nos dejó solos, el próximo domingo celebraremos Pentecostés. Prometió enviar Su Espíritu y cumplió y ese es el Espíritu que nos lleva a anunciar, a testimoniar, a ser vida.
Pues que Dios nos permita vivir esta semana intensamente, poniendo nuestra mirada en el cielo, pero nuestros pies en la tierra, también. Haciendo lo que nos toca hacer y haciéndolo lo mejor.
Disfrute lo que haga. Lo invito a disfrutar lo que haga. Su trabajo, humilde y sencillo, disfrútelo, gócelo. Disfrute su familia. Disfrute su trabajo.
Haga feliz a los demás y, así, estaremos viviendo juntos el Evangelio del Señor que es siempre Buena Nueva.
Que Dios nos guarde en su santo servicio en esta semana y que hagamos las cosas lo mejor para poder, un día, compartir el cielo con el señor que está a la derecha del padre.
Que así sea.