HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA 2 DE MAYO DEL 2021. Espero que se escuche bien lo que estoy diciendo porque a veces siento que cuando proclamamos la Palabra de Dios o cuando reflexionamos en ella, no tenemos el cuidado de pensar si están escuchando bien, espero que todos escuchen bien.
Qué diferente domingo a los que vivíamos hace… a lo que vivimos hace 3 años. Yo llegué aquí en el 2018, el 25 de abril y unos cuantos días después de haber llegado me dijeron que teníamos una calenda de Seminario y participé en esa calenda en la ciudad de Oaxaca, una hermosa calenda… la alegría de nuestro Seminario, que recorría las calles de nuestra ciudad y, en seguida, me dijeron que viniera a la feria de seminario, a participar en ella, a presidir la Eucaristía, y a encontrarme con ustedes, seminaristas, con mis sacerdotes formadores, y con este pueblo santo de Dios que tanto nos ama y pude disfrutar de la calenda de Seminario y de la feria de Seminario, pero nomás llevo una, ya no pudimos hacer más calendas, ya no pudimos hacer más ferias. Esperemos que en el 2022 volvamos de nuevo a alegrarnos con nuestro pueblo.
Pero Dios no nos ha abandonado. Dios no nos abandona. Dios ahí está, bendiciendo a nuestro Seminario, de una forma y de otra. Ojalá y nosotros estemos correspondiendo a ese Amor Divino, correspondiendo… siendo lo que debemos de ser, jóvenes que realmente se están formando para ser el día de mañana los pastores y no solamente de nuestra Arquidiócesis, sino los pastores de Huautla, de Mixes, de Tehuantepec, de Puerto Escondido, porque aquí hay presencia de esas Diócesis en algunos de ustedes.
Queremos que se formen bien, queremos que den realmente fruto, yo no quiero que ustedes sean unos jóvenes desordenados, porque si son jóvenes desordenados, ¿cómo van a llegar al sacerdocio? ¿se van a colar? Y el día de mañana ¿serán sacerdotes desordenados? Eso no quiere Dios. Eso no quiere Dios.
Si a ti te cuesta ser ordenado, este no es tu lugar… no es tu lugar. Aquí debemos de ser ordenados. Seminaristas ordenados para que el día en que mi Obispo me imponga sus manos sobre mi cabeza, me ordene sacerdote, y Dios derrame Su Gracia sobre mí y me haga ese ministro en medio de su pueblo. Pero necesitamos ir siendo ordenados en la vida.
Yo quiero que piensen eso. “Permanezcan unidos”, nos acaba de decir Nuestro Señor: “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. Permanezcan unidos a mí para que den mucho fruto”.
Piensa si realmente estás unido a Nuestro Señor. ¿Las acciones que realizas, el comportamiento que tienes, te hace sentir que estás unido al Señor? Y cada día más y más unido, porque vamos a ir allá afuera, a encontrarnos con nuestro pueblo y a insistirles una y otra vez que se unan a Nuestro Señor y solamente permaneciendo unidos a la vid vamos a dar fruto. Y lo vamos a decir una vez y otra vez.
Y vamos a ir a una familia y le vamos a hablar de la unidad familiar, de lo necesario que es que vivan y crezcan en el amor familiar y para fin de que esto sea verdad, necesitamos nosotros vivirlo y ya el apóstol nos decía hace un momentito, amemos de verdad y de obras, ¡no de palabras!, el mundo está cansado de palabras, necesita de testimonio y tú y yo tenemos que ser personas de testimonio.
No defraudemos a nuestros pueblos, ¡no los defraudemos!.
A cualquier persona el pueblo le perdona, el pueblo le disculpa, el pueblo no se escandaliza. Pero de nosotros sí. De cómo vivimos nosotros, los sacerdotes, los seminaristas, el pueblo sí se escandaliza. El pueblo sí se aleja.
El pueblo, cuando ve en nosotros la falta de testimonio, no siente creíble lo que le anunciamos, lo que le predicamos, y nosotros tal vez nos defendemos diciendo: “hagan lo que yo les diga, pero no imiten mis obras”, como dijo Nuestro Señor de los fariseos a los que le escuchaban: “Hagan lo que ellos les digan, pero no imiten sus obras, porque dicen una cosa y hacen otra”.
Que nuestras palabras sean verdad y las hacemos verdad en el testimonio de vida.
Yo le diría a nuestro pueblo, a nuestro pueblo que tanto nos ama, de eso yo soy testigo, espero que tú también seas testigo de eso. Nuestro pueblo de Oaxaca, ama a los sacerdotes y en la persona de los sacerdotes cree profundamente que está amando a Nuestro Señor, y en la voz de los sacerdotes, cree Nuestro Pueblo que es el Señor el que le habla… es el Señor el que le habla, es Dios el que le habla.
Así es nuestro pueblo, así son tus papás, así son tus hermanos, tus familiares, los paisanos de tu pueblo, ¡así son! ¿Por qué nosotros vamos a ser diferentes? ¿por qué nosotros, con nuestros comportamientos, vamos a herir a este pueblo que tanto nos ama y desde aquí, desde esta etapa de formación… No esperen a llegar al sacerdocio para ser unas personas virtuosas. Si no crecen en la virtud desde este curso introductorio, desde la facultad de filosofía, de teología, de preparatoria, de seminarista en familia, si no crecen y esperan crecer hasta el día que sean sacerdotes, están totalmente equivocados.
Correspondamos al amor de nuestro pueblo y enderecemos, enderecemos nuestros comportamientos personales. Yo quiero tocar el corazón de cada uno de ustedes, así me lo escribieron después de que se dieron cuenta de que venía aquí, a estar con ustedes, al Seminario, me escribieron un buen número de personas y me decían: “le pedimos a Dios y al Espíritu Santo que toque el corazón de los seminaristas”, pero así, con insistencia, “que su mensaje toque el corazón de sus seminaristas para que corrijan lo que tienen que corregir y para que sean hombres de verdad, hombres de Dios desde esta etapa de su formación. No sé qué han visto en ustedes, no sé qué testimonio han dado, no lo sé, pero nuestro pueblo se preocupa, ¿por qué me están insistiendo a mí?, “toque el corazón de sus seminaristas, toque el corazón”. Algo está pasando aquí adentro y a ustedes les toca enderezar su persona, si es que van chuecos, a ustedes les toca.
Yo quiero tocar ese corazón, así como lo tocaron mis Obispos en su tiempo, mis sacerdotes, mis formadores, mis compañeros sacerdotes, tocaron mi corazón. Me hablaban al corazón porque querían que fuera un buen seminarista y un buen sacerdote.
Y hoy mis hermanos Obispos me dicen: “sé un buen pastor en esa Arquidiócesis que tiene tantas y tantas necesidades… Dios te ayude, Dios te ilumine, Dios te dé fortaleza, Dios te cuide, sé valiente”. Tocan el corazón.
Tenemos que estar unidos a Nuestro Señor. ¿Qué le pido a nuestro pueblo? a nuestro pueblo le pido que permanezca en oración, que permanezca en oración.
El fruto de su oración serán esos jóvenes a los que Dios toque su corazón y los llame a ser sacerdotes y un día vengan a esta casa de formación y continúen su formación en ese crecimiento hacia la vida sacerdotal.
Permanezcan en oración, no desmayen. Ustedes son los que nos traen al Seminario, ustedes son los que nos forman y nos ayudan con su oración a perseverar, a corregirnos. Ustedes son los que, con su oración, nos sostienen en el Ministerio para que seamos sabios y santos sacerdotes. ¡Ustedes, pueblo nuestro! Abuelitos, abuelitas, papás, hermanos, ustedes nos sostienen. No desmayen
Unidos en oración vamos a alcanzar las gracias que se necesitan.
A mis hermanos sacerdotes que están aquí les pido que permanezcan en comunión como equipo formador y que, juntos trabajen para que los seminaristas, los jóvenes que están aquí se vayan formando más y más y mejor.
Es más agradable, padres, estar allá afuera, en una comunidad. Ya lo han experimentado algunos de ustedes, a lo mejor en un tiempecito, unos cuantos meses, es más agradable, es más gratificante, pero ofrezcan esto, este es el Ministerio, este es el servicio que en este momento Nuestro Señor quiere de ustedes y lo expresa a través de su Obispo y yo estoy muy agradecido, porque sé que se sacrifican, porque sé que renuncian a muchas cosas. Los necesito en comunión, perseveren, permanezcan unidos como equipo formador.
A ustedes, aprendan a convivir, a aceptarse, a perdonarse, a dialogar, a respetarse, a crecer juntos. Aprendan a amarse como Dios lo quiere… como Dios lo quiere.
Aprendan, permanezcan, sean fieles.
En este momento hay gente que nos está escuchando y que está rezando.
A mis sacerdotes que están fuera, a mi presbiterio y a los demás presbiterios. Yo le pido a Nuestro Señor que todos se interesen por promover las vocaciones a la vida sacerdotal, que no piensen que esta es sólo una responsabilidad del Obispo que tiene que mandar sacerdotes a todas las comunidades, esa es su obligación, esa es su responsabilidad, ¡no!, tenemos que ser corresponsables todos, sin excepción y tenemos que promover de nuestros pueblos y comunidades a jóvenes que quieran ser sacerdotes y entre todos hacemos más fácil la carga y nos alegraremos y será una bendición para todos.
Ustedes han visto aquí a algunas personas que a lo mejor a ustedes se les hacen extrañas. A mí no se me hacen extrañas, porque domingo a domingo ahí están conmigo, son los periodistas, los que trabajan en los medios de comunicación, en los diferentes periódicos de nuestra ciudad, en la radio, en la televisión y conviven en la fe, en la oración y en seguida comentan, hacen tomar conciencia, a sus lectores, a sus oyentes de lo que el Arzobispo ha tratado. Y, sé que el día de mañana, y ya desde hoy, al ratito, al ratito, todavía no termino la misa y ya están ahí, con mensajes de lo que el Arzobispo ha dicho… no sé qué tanta cosa vayan a decir hoy, pero yo sé que siempre está basado sólo en lo que yo digo, nada más en lo que yo digo…porque a ellos les dije, desde hace mucho tiempo, cuando yo llegué, a mí me interesa que hablen sólo de la verdad, de la verdad que pronunció el Obispo, no de otras verdades, y lo han hecho, porque sí leo lo que escriben y lo agradezco.
Y todos los que trabajan en medios, les interesa, les preocupa, les preocupa que haya tan poquitos seminaristas, me dicen, tan poquitos sacerdotes, y me cuestionan a mí y me dicen: “qué está pasando Arzobispo, qué está pasando, por qué no hay esa presencia de jóvenes, ¿qué está faltando?… pues falta que promovamos, falta que motivemos, falta que sembremos semillitas para esto y entre todos lo tenemos que hacer. Ellos a través de los medios, en sus familias, en sus círculos donde ellos se mueven, y nosotros lo mismo pero nosotros tenemos más responsabilidad. Yo soy el Obispo, tú eres el sacerdote, tú eres el seminarista y de ti, de él y de mí este pueblo quiere ver algo distinto, no a cualquier joven, no a cualquier sacerdote, no a cualquier Obispo, quiere ver al mejor joven, al mejor sacerdote, al mejor Obispo. Así nos quiere el pueblo y así hay que responderles.
Pues los felicito en este día y le digo a nuestro pueblo: no nos dejen solitos, necesitamos que Dios manifieste su providencia a través de ustedes, no hemos tenido feria, feria del seminario, pero también les quiero decir, aunque me dé un poco de risa, nos hace falta feria, nos hace falta feria y no porque no hayamos tenido esa feria famosa del Seminario, le estoy diciendo, nos hace falta dinero, sé que a usted también le hace falta, pero si usted lo comparte, yo sé que Dios lo va a bendecir, lo va a bendecir y eso que usted comparta con nosotros Dios lo hará rendir en su persona y en su familia, de eso no tengo duda, no tengo duda.
¡Ayúdenos! que no hemos tenido feria, pero usted puede hacer que llegue su ofrenda, de alguna forma a nuestro Seminario.
Les agradezco todo y le pido a Dios que nos siga colmando de sus bendiciones y de sus gracias y ojalá algún día, las banquitas de la capilla de nuestro Seminario estén totalmente llenas… algún día. Si no lo ve este Obispo que está frente a ustedes, que lo vea el que sigue, que disfrute el que sigue, que disfrute y sobre todo que disfruten nuestros pueblos porque tendrán y más sacerdotes en las comunidades.
Le pedimos a San José que bendiga nuestro Seminario y lo siga protegiendo y a María, nuestra Madre, que nos siga ayudando para formarnos. A nosotros, los sacerdotes, que nos siga alcanzando esa Gracia que necesitamos para ser esos pastores que Su Hijo quiere, que nos parezcamos al Pastor de Pastores, que es Jesucristo y, a los que se están formando, que cada día se vayan pareciendo más y más a Nuestro Pastor.
Que María alcance esas Gracias que cada uno de ustedes necesita y le pido a Dios que bendiga a cada una de sus familias.
Es necesario sentir la bendición divina en sus hogares para que ustedes estén felices y tranquilos aquí, en este lugar, dando generosamente una respuesta a Dios.
Que que así sea.