HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAAXACA

25 DE ABRIL DEL 2021. Nuestro Señor Jesucristo utilizó diferentes figuras cuando hablaba de lo que Él era, de su persona, de su misión. Por eso, en ciertos momentos hemos escuchado: “Yo soy la Luz del Mundo”, “el que me sigue no anda en tinieblas, tendrá la luz de la vida”. “Yo soy la fuente de Agua Viva, el que beba nunca tendrá sed”. “Yo soy el pan bajado del cielo, el que coma de este pan vivirá para siempre”. “Yo soy el Maestro”… así se presentaba el Señor y otras muchas expresiones.

Hoy, nos dice: “Yo soy el Buen Pastor”. Esta imagen estaba muy clara en el pueblo de Israel. Abel fue pastor. Abraham también pastor. Jacob, pastor. Moisés, cuidaba el rebaño de su suegro, pastor. Esa figura, pues, del pastor, la entendían muy bien los escribas, los fariseos, los doctores de la ley, los discípulos, los apóstoles, todos los oyentes de Nuestro Señor la entendían muy bien.

“Doy mi vida por mis ovejas”, y no tenemos ninguna duda de que Él dio la vida por sus ovejas. Espero que usted se sienta una oveja de ese rebaño y reconozca a Jesucristo como su Pastor, como el único Pastor al que debemos seguir, al que debemos escuchar, el único pastor.

Dice Él que nos conoce, y yo no tengo ninguna duda, espero que usted tampoco la tenga de que el Pastor por excelencia que es Jesucristo le conoce muy bien, conoce su corazón, conoce su interior, conoce toda la vida suya, todo lo que ha hecho lo conoce el Señor. Conoce sus pensamientos, sus intenciones, sus proyectos de vida, los conoce el Señor.

Lo que debemos de preguntarnos es si tú y yo conocemos a ese Pastor. ¿Usted se ha interesado por conocer más y más al Señor y no solamente saber de Él, sino llevar a la vida, llevar a la vida la enseñanza del Pastor por excelencia, llevar a la vida el Evangelio?, pero el Evangelio completito, no en lo que le conviene nada más, el Evangelio completo, aunque nos cueste y aunque duela a veces.

Yo quisiera que nos preguntáramos si escuchamos Su voz. Él dice que esas ovejas suyas conocen Su voz y escuchan Su voz. Miren cómo define Nuestro Señor nuestro ser de ovejas. Yo conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mi. Miren lo que piensa Nuestro Señor de usted y de mi. Dice que lo conocemos, dice que escuchamos Su voz. Ahora usted dígase: “lo que dice el Señor de mi, que lo conozco y que escucho Su voz, realmente lo hago verdad? Porque el Señor dice eso, usted tiene que hacerlo verdad. El Señor no miente, el Señor no miente. Yo conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mi. Ellas escuchan mi voz.

Pues, ojalá y esto sea una gran verdad en nosotros, que conozcamos al Señor y que escuchamos Su voz. Cuando leemos estos textos, a lo mejor lo primero que hacemos es pensar en los que, entre comillas, dicen, son nuestros pastores. Me pongo frente a ustedes y ustedes me dicen que yo soy su Pastor, yo soy su Pastor y yo tengo que parecerme al Pastor por excelencia que es nuestro señor.

Le pido que me ayude. Ayúdeme para ser ese buen pastor. Ayúdeme con su oración, con su comprensión, con su perdón, con su amabilidad, con su cariño, con su respeto. ¡Ayúdeme! Yo quiero ser un buen Pastor, pero siento mis limitaciones, las siento. Ayúdeme para que eso no desaliente mi vida y me entregue y sea fiel y cuide el rebaño y esté atento a lo que pasa en el rebaño.

Hoy, a la vez que le doy gracias a Dios por estos tres años que he vivido con ustedes al frente de esta Arquidiócesis, quiero decirles, también me siento triste y me siento triste porque no he sabido tocar el corazón de tantos hermanos nuestros que son violentos, que son violentos, que no se tientan el corazón para herir, para dañar, para acabar con la vida de otros. No son capaces de sentarse y de dialogar y de encontrar, juntos, una solución a los problemas que se van presentando. No he sabido tocar el corazón de esos hermanos, no he podido, no he podido… y me duele mucho eso. El viernes por la noche, uno de mis sacerdotes me habló con mucho dolor y con muchas lágrimas y me platicó lo que había pasado en parte de su parroquia. “Señor, hubo un enfrentamiento entre hermanos de un pueblo contra el otro. Tal vez hasta parientes son y hay muertos, Monseñor, hay heridos y no sé qué hacer” -me decía el padre- “estoy muy triste”.

Yo les he pedido que vivamos en paz, que nos entendamos, que podamos solucionar los conflictos de otra forma, no con las armas, así no se solucionan los conflictos, tomando las armas, ¡no!, hay que tomar el arma de la razón, de la razón, del diálogo, de la comprensión, del perdón, de la misericordia, de la paz, ¡pero no las armas! Las armas lo único que provocan son muertes, muertes y muertes y siembran venganza y venganza y venganza. Son parte de nuestro rebaño, son ovejas de este redil. Son hermanos nuestros también y me digo: ¿cómo hacer?, ¿cómo ayudar?, ¿como tocar el corazón? Qué difícil, qué difícil a veces tocar el corazón cuando se ha cerrado tanto.

Usted no lo cierre, por favor, no cierren su corazón. Un corazón sensible, un corazón que ama, un corazón que tiene misericordia, un corazón humano, no lo haga corazón de piedra, ¡no lo endurezca!

Hay mucho dolor y brota violencia aquí y brota violencia allá y surgen problemas aquí, problemas allá. 

Me duele también no poder, no poder enviar sacerdotes porque no los tengo. Me duele mucho eso. Pueblos de miles de gentes donde no hay un sacerdote. Se han muerto varios sacerdotes y ha sido difícil suplirlos porque no hay. Nuestras vocaciones a la vida sacerdotal no están floreciendo como nosotros quisiéramos o como lo necesitamos y por eso yo les digo, ayúdenos a hacer florecer las vocaciones a la vida sacerdotal. Que florezcan. Siembren esas semillitas en sus familias, con sus parientes, con sus vecinos, con los jóvenes que ustedes conocen. Siembren esas semillitas para que no suframos tanto la carencia de sacerdotes.

Tal vez nosotros mismos, con nuestro testimonio, hemos alejado a los jóvenes para que quieran ser sacerdotes porque no les hemos dado un testimonio, un testimonio de amor y un testimonio de amor y de entrega a nuestros fieles. Tal vez han visto muchos malos ejemplos, muchos malos momentos que hemos tenido como sacerdotes y, a raíz de eso, no se promueven. Perdónenos, de nuevo pido perdón en lo personal y a nombre de mis sacerdotes. Yo pido perdón.

Y sé que ustedes nos aman, nos quieren, nos respetan. Para ustedes somos muy grandes, no merecemos tanto, es verdad, pero es que a ti no se te ha olvidado lo que dice Nuestro Señor y te felicito y lo agradezco. No se te ha olvidado lo que dice Nuestro Señor: a quienes a ustedes escuchan, a mí me escuchan. Quienes a ustedes rechazan, a mí me rechazan.

Gracias por escuchar al Señor a través de los sacerdotes. Gracias por ver al Señor en la persona tan indigna del sacerdote. Gracias por ver al Señor. Gracias por sentir Su presencia en la presencia de sus sacerdotes.

Hoy es el domingo del Buen Pastor. Hoy es el día que tenemos que promover las vocaciones a la vida sacerdotal y a la vida religiosa y tenemos que promoverla también en el matrimonio porque de ahí es de donde brotan todas las vocaciones.

Podría seguir platicando con ustedes, abriendo este corazón. Yo estoy feliz. Yo estoy feliz, he estado feliz en este lugar donde Dios, donde Dios me ha traído. Estoy feliz, preocupado, sí, pero me siento feliz, me siento feliz, me siento realizado como persona, como ministro de Dios. Me siento muy amado, muy amado y eso lo agradezco a Dios y lo agradezco a ustedes.

Me siento muy amado por mis sacerdotes. Me han estado escribiendo desde muy temprana hora: felicidades, Monseñor. Gracias por ser nuestro Pastor, gracias por ser nuestro Padre, gracias por ser nuestro hermano, gracias por lo que ha dado en esta Arquidiócesis, gracias por su testimonio. Gracias por su humildad, por su sencillez, por tantas cosas que me dicen mis hermanos sacerdotes. Yo me siento muy bendecido y muy amado por ellos, muy respetado y muy valorado por ellos. Me siento en comunión con ellos. Lo confieso y lo digo aquí públicamente y, si eso siento con mis hermanos, por supuesto lo siento con mis fieles, con ustedes que son ese gran rebaño del Señor. También he recibido sus palabras, sus oraciones. Tanta cosa que me dicen. De estos señores que los ven que andan para arriba y para abajo en la misa con las cámaras, me dicen muchas cosas también, me dicen muchas cosas… me saludan, manifiestan su cariño, su respeto, a todos los que se dedican al periodismo y que suelen venir los domingos y estar aquí, yo he sido muy respetado por ellos, muy querido por ellos y aquí lo confieso, lo confieso delante de todos, y aquí están ellos, escuchando. Pues que Dios los bendiga. Y me están ayudando ellos y tanta gente, como ustedes también me ayudan a ser voz de lo que aquí dijimos. Platican de lo que aquí ha dicho su Arzobispo, ellos lo hacen escribiendo, ellos lo hacen grabando, ellos lo suben a las redes aquí y allá y ustedes lo platican. Ese es el medio, platicar, decir, motivar, anunciar. ¡Bendito sea Dios!

Pues muchas gracias por todo. Que Dios los siga colmando de bendiciones y nos siga ayudando para que cada uno de nosotros, seamos lo que seamos, imitemos al Buen Pastor.

También el padre de familia es pastor, no se le olvide, la madre de familia es pastor, el maestro es pastor, el señor Gobernador es pastor. El diputado es pastor, todos somos pastores, no le saque, todos somos pastores, estamos guiando a un pueblo, estamos acompañando a un pueblo, estamos sirviendo a un pueblo. Todos somos pastores, pero también todos somos ovejas, todos, todos somos ovejas, pero también todos somos pastores. Si somos buenas ovejas, vamos a ser buenos pastores. Si somos malas ovejas, no vamos a ser buenos pastores.

Que Dios nos bendiga y que Dios los colme de gracias a todos ustedes.

Que así sea.

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