HOMILÍA DE MONSEÑOR PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS,

ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA 11 DE ABRIL DEL 2021. El domingo pasado, con inmensa alegría, cantábamos el Aleluya, que habíamos dejado de entonar a lo largo de toda la Cuaresma, y lo cantábamos porque celebrábamos el triunfo de Jesucristo sobre la muerte y sobre el pecado y proclamábamos al mundo: “¡Cristo está vivo. Cristo resucitó!”.

Y, como dice el Evangelio el día de hoy: ocho días después estamos reunidos de nuevo, ocho días después. Como lo hacían los apóstoles, y el Señor viene a encontrarse con nosotros, y nos saluda diciendo: la paz esté con ustedes. Porque somos sus discípulos, somos sus seguidores, somos los que creemos en su Resurrección y a eso hemos venido, a decir que Cristo está vivo y que vive entre nosotros y también en este domingo venimos a decir que está lleno de Misericordia, porque es el domingo de la misericordia.

Espero que ninguno de ustedes tenga dudas de la misericordia de Dios. Su misericordia es infinita, por encima de todas nuestras miserias, debilidades y pecados está la Misericordia de Dios pero no tentemos a esa Misericordia, no pongamos en prueba la Misericordia de Dios. No pasemos la vida viviendo en el desorden porque tenemos en nuestro pensamiento y, según eso, en nuestra creencia que Dios es misericordioso y que me va a perdonar de todo lo que yo hago.

Cuidado.

Dios perdona, sí. Dios tiene misericordia, sí. Pero, con esa actitud ¿tú te ganas la misericordia? ¿viviendo en el desorden y con la seguridad de que vas a ser perdonado? Necesitas corregirte, necesitas convertirte, necesitas vivir de forma diferente para alcanzar misericordia, para alcanzar el perdón y para tener esa paz… para tener esa paz.

Es muy importante lo que nos acaba de decir Nuestro Señor, que nosotros podamos decir: porque creo, veo… Porque creo en el Resucitado, lo veo… No al revés, ya no hay que ser un nuevo Tomás. Con él fue suficiente: Yo, ver para creer.

Que ninguno de nosotros diga eso. Vamos cambiando eso, vamos diciendo: porque creo, veo. Creo en la Misericordia de Dios y la experimento. Creo en el amor de Dios y lo experimento. Creo en Su providencia y lo experimento. Creo en su bondad. Creo en que está presente, creo que anda conmigo, creo que está en mi casa. Creo, creo, creo y por eso siento esta presencia y puedo decir signos de la presencia del Resucitado en mi vida.

Que ninguno de nosotros necesite ver las manos y el costado y tocar. Tampoco pongamos en prueba la existencia de Dios diciéndole: “si realmente existes, dame esto, hazme aquello, si realmente existes”, porque esa expresión es de incredulidad.

Porque existes te pido esto y Tú me lo vas a dar cuando Tú creas que realmente lo necesito. Ahorita creo que necesito esto pero, Tú, mejor que nadie, sabes qué es lo que realmente me hace falta a mí y a lo mejor nunca te lo he pedido porque no sé pedírtelo.

Dejemos en Dios nuestras peticiones y tengamos la seguridad de que seremos escuchados por Él, pero no lo pongamos a prueba porque tenemos que hablarle a Dios con fe, ¡con fe! Y si empezamos diciendo o pensando: “si de verdad me amas, si de verdad existes, si de verdad eres providente, si de verdad, si de verdad, si de verdad eres esto, eres aquello, si de verdad estás presente en la Eucaristía, si de verdad me perdonas los pecados a través del sacerdote”… ¡no! ¡crea! ¡crea! “creo en esto y en aquello, creo, y todo lo dejo en Dios, en Dios en Quien creo.

Grande tiene que ser nuestra FE, nuestra confianza en el Señor.

Eres un bautiozado y desde el día de tu santo bautismo recibiste tres regalos divinos: tres. No sé cómo los has cuidado tu.

Recibiste la FE, la ESPERANZA y la CARIDAD.

Dios infundió en ti estos tres regalos cuando el sacerdote derramaba agua en tu cabecita: la FE, la ESPERANZA y la CARIDAD.

Esa FE te tiene que llevar a creer en Dios, en Su presencia, en Su cercanía, en Su amor y en Su misericordia y no ponerlo en duda. Si te ama o no te ama, si te escucha o no te escucha, no lo pongas en duda. Tu FE te dice: “me escucha, me ama, me atiende, me auxilia”.

Que tu FE te sostenga y que tengas siempre la esperanza de que la meta final es el cielo y tú lo vas a conquistar. Esa es tu esperanza, llegar a conquistar el cielo como un triunfador, como un victorioso y todo esto lo vas a lograr si vives el amor, el amor a Dios y el amor a tus hermanos.

Hoy, la Palabra Divina nos dijo en la primera lectura que los primeros cristianos vivían el amor, vivían el amor. Ponían todo en común, nadie pasaba necesidad. Se amaban y había expresiones cuando los miraban porque daban testimonio del amor: “mirad cuánto se aman”.

¿Eso dicen de nosotros hoy? ¿Los que no creen en Cristo podrán decir: “mirad cómo se aman los creyentes, los cristianos, los católicos”? ¿Mirad cómo se aman?

Y no vayamos tan lejos. En el entorno nuestro, entre los parientes, ¿vivimos el amor, nos tendemos la mano, nos ayudamos? ¿Salimos adelante juntos?

No sé qué respuesta esté dando en su interior, oiga.

A veces, con tristeza tenemos que decir: el testimonio está fallo, no hemos aprendido a amar, no hemos aprendido a servir, no hemos aprendido.

Y, ya para terminar este momento, permítanme decir algo, decir algo porque, pues, estamos en un tiempo en el que se nos va a venir la avalancha de; “vote por este, vote por aquel y vote por aquel otro”, las famosas campañas para elegir a nuestros gobernantes y no me estoy metiendo en política para que no vayam a decir: “el arzobispo se metió en política”. No, no. Yo sólo quiero iluminar.

Espero que las personas que sienten que Dios los llama para dirigir comunidades, para estar en un Congreso, que piensan que Dios los llama, realmente quieran servir y no servirse.

Y cuando transmitan al pueblo su mensaje, cuando hablen de sus proyectos, no ilusionen al pueblo con sus mentiras porque nuestro pueblo quiere escucharles, pero hablando con la verdad. A veces se prometen tantas y tantas cosas y no se cumplen y el pueblo nuestro se siente engañado una y otra vez y otra vez y otra vez.

No te elegí para que hicieras esto, no te elegí para que hicieras aquello, no te pusimos de Presidente Municipal para que causaras daño a nuestro pueblo sino para que vieras cómo mejorar a nuestro pueblo. No te pusimos aquí para que dividieras a nuestro pueblo sino para que nos ayudaras a vivir en comunión, todos, y luchar y salir adelante.

Viene este tiempo, pues, de muchas cuestiones políticas. Espero también que seamos respetuosos y entre ellos sean respetuosos, respetuosos.

Todos tienen derecho, si piensan que esa puede ser su misión, todos tienen derecho de presentarse como candidatos o precandidatos o como dicen. Ninguno puede decir: “tú no, tú no, tú no”.

Pero ese es asunto de los famosos partidos políticos, de la organización política pero yo sí quisiera que estos hermanos nuestros fueran sinceros, hablaran con la verdad.

Les voy a decir, a mí me buscan todos, ¡todos! Candidatos a presidentes municipales, a diputados, senadores, a gobernador, me buscan, quieren hablar conmigo y siempre, todos, todos, todos hablan bien bonito y al ratito empiezo a escuchar que éste está fallando, que aquél está haciendo aquello, que no sé qué. Pues, ¿por qué a mí me hablas bonito y a la hora de la hora no se ve lo bonito?, ¿por qué?. No se vale, no se vale.

Ojalá y todos nuestros hermanos y hermanas que sienten que Dios les llama a este servicio en las comunidades, en los pueblos y en la sociedad tengan esa actitud de ser unos grandes servidores y de verdad ser la voz de nuestro pueblo, la voz de nuestro pueblo y defender a nuestro pueblo, a nuestro pueblo de Oaxaca, con tantas necesidades, con tantas carencias.

Necesitamos buenos administradores, buenos servidores públicos en todos nuestros pueblos y ciudades. Los necesitamos.

Oaxaca tiene que levantarse, progresar y nos toca a todos nosotros hacer algo.

Espero que esto no sea interpretado mal porque, pues, no es mi intención hablar mal de nadie sino invitar, sólo invitar y motivar y que Dios nos ayude.

Y también tengamos mucho cuidado, ya para terminar. Dicen que ya vamos a estar en verde y se nos siguen muriendo y se nos siguen contagiando, ¡pero ya estamos en verde!

No se vaya a quitar el cubrebocas, no se lo vaya a quitar. ¡No!. Siga poniéndoselo. Es necesario. Guardemos nuestra distancia, sigamos con esa labor de aseo, de limpieza, de cuidados. Aunque nos digan que estamos en verde y que ya podemos hacer esto y aquello, no hagamos fiestas, no hagamos esas reuniones donde no sabemos ni por dónde nos llega el contagio. ¡Evitémoslas! Mucho cuidado, porque el contagio ahí está. La pandemia ahí está.

Y, también, los que ya fuimos vacunados y nos van a vacunar a lo mejor dentro de unos días poniéndonos la segunda vacuna pues no pensemos: “ahora sí ya, ya me pusieron dos vacunas, ya la libré”, ¡no, no!… No tengamos la seguridad para que no nos descuidemos, no nos descuidemos.

Muchas gracias por escucharme, por tener paciencia, por recibir esto con un buen espíritu y, ojalá usted y yo podamos seguir diciendo: porque creo en el Resucitado, lo veo y lo siento siempre cerca de mí.

Que así sea.

Compartir