HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS,
ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA 01 DE ABRIL DEL 2021. Tenemos que ser agradecidos con Dios porque nos permite estar aquí participando en esta liturgia de la cena del señor, recordando estos sagrados misterios de la eucaristía y el sacerdocio
Hemos podido salir de nuestra casa, hemos podido llegar a esta iglesia Catedral. Viene a mi recuerdo que el año pasado usted no pudo participar como lo está haciendo ahora. Tuvimos que cerrar las celebraciones presenciales. Creo que lo recuerda muy bien.
Estos días Santos, sí los celebramos, pero los celebramos en privado y fueron transmitidos como lo está haciendo ahorita esta transmisión pero no hubo participación de fieles. Bendito Dios que en este año sí estamos aquí, para agradecerle a Dios su presencia entre nosotros. Su presencia eucarística.
En aquella noche, nos lo ha recordado el apóstol en la segunda lectura, yo recibí del Señor lo mismo que les he transmitido, que el Señor, aquella noche, tomó en sus manos pan y tomó una copa de vino. “Coman, este es mi cuerpo. Beban, esta es mi sangre que se derrama por todos. Hagan esto en memoria mía”.
Así quiso vivir Nuestro Señor la última Pascua que Él celebraba, la víspera de Su muerte, porque se tenía que cumplir lo que un día anunció en la sinagoga de Cafarnaún: “Yo soy el Pan de Vida. El que coma de este pan, vivirá para siempre y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. Si comes la carne del Hijo del Hombre y bebes Su Sangre, tienes VIDA. Y nos dice: “tienes VIDA ETERNA, y Yo te voy a resucitar el último día”.
Esa promesa, esa promesa de dar su cuerpo y de dar su sangre se cumple aquel Jueves Santo. Pero, no sólo sus apóstoles necesitaban comer de ese alimento. Toda la humanidad, todos los hombres de todos los tiempos necesitaban comer y, por eso, les dijo también esa noche: “hagan esto en memoria Mía” y ahí, el Señor, con esas palabras, los hizo sus sacerdotes, sus Ministros y les dio ese poder de hacerlo presente bajo esas especies sacramentales como lo decimos hoy, de pan y divino.
Es la vivencia que hoy nosotros tenemos en esta noche.
Yo quiero, que desde ese corazón, humilde y sencillo, desde ese corazón humilde y sencillo que tú tienes eleves tu gratitud a Dios porque sólo los humildes y sencillos alaban y bendice a Dios y abren su corazón a estos misterios.
Ya lo dijo también un día el señor: “te doy gracias, Padre, Señor del Cielo y de la Tierra porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos y las has revelado a la gente sencilla. Gracias, Padre”.
Por eso, hoy quiero que tú seas humilde y sencillo, para poder decir: gracias, Señor, porque te quedaste con nosotros para ser nuestro alimento. Gracias, porque estás enmedio de nosotros, porque te haces presente. Porque ese alimento nos fortalece, ese alimento nos une íntimamente a Ti. Ese alimento nos da fuerza en este camino hacia la casa del Padre.
Gracias, Señor, porque puedo comer Tu Cuerpo y beber Tu Sangre, todos los días, si es posible. Puedo comer Tu Cuerpo y beber Tu Sangre.
Y es que necesito alimentarme para poder dar fruto porque, sin ti, nada puedo hacer. Y, la forma como más me uno a Ti, es recibiéndote en la Eucaristía. Por eso, Señor, en esta noche, gracias por Tu presencia Eucarística.
Para esto, su vivencia de fe es fundamental, es de mucha trascendencia. Crea en la presencia del Señor en la Eucaristía, crea en Su Presencia, y sienta hambre de recibirlo, sienta esa necesidad, como decimos nosotros, de comulgar, de alimentarnos de ese Cuerpo y Sangre del señor. Sienta la necesidad, porque muchos de nuestros hermanos pasan días, semanas, meses, años y como que no sienten la necesidad de recibir a Dios en la comunión, no sienten la necesidad, y se dicen creyentes y dicen que creen en la presencia del señor en la Eucaristía, pero no se acercan, no comulgan, no lo reciben.
Usted no sea ese, usted si sienta eso, deseos de recibirlo.
Tenemos que pedirle a Nuestro Señor que no nos falte ese alimento, y para que no nos falte ese alimento, necesitamos tener sacerdotes, porque ese alimento no es como cualquier pan, de decir: pues hay que traerlo de tal lugar para que aquí lo distribuyamos. ¡No!. Hay que celebrar, hay que celebrar la Eucaristía. Hay que tomar en las manos ese Pan y ese Vino y pronunciar esas palabras que el Señor pronunció. Pero eso lo hacen los sacerdotes, a los que el Señor puso su mirada y los eligió, así como eligió a Pedro, a Santiago, a Juan, a Mateo, a Judas… así como los eligió a ellos nos ha elegido a nosotros.
¿Por qué los eligió a ellos?, porque Él quiso. ¿Y, por qué nos eligió a nosotros? porque Él quiso, no hay otra razón. Él quiso así y yo quiero decirles, la responsabilidad de tener sacerdotes en medio de nuestros pueblos es responsabilidad de todos. Usted no debe ser de esas personas que dicen: es responsabilidad del Obispo que nos mande un sacerdote y si no lo tiene pues que lo busque, yo no sé de dónde pero que nos lo mande… Es responsabilidad de la comunidad. Los sacerdotes comenzamos a formarnos desde el interior de una familia, humilde y sencilla, desde ahí, desde ahí nos mira el Señor y de ahí nos llama y nos prepara, pero desde la familia.
Yo quisiera que nos preguntáramos, en nuestras familias oaxaqueñas, ¿se promueve, ahí, en torno a las familias, con los hijos, la vocación sacerdotal? y, tal vez, no haya una respuesta, tal vez muchas familias nos dirán: “no, en mi casa, no”, eso cuando bien va, porque hay otros que dicen, les dicen a sus hijos: “todo, menos un cura… todo menos un cura en mi casa”… qué triste es eso… y queremos que haya Eucaristía y queremos que haya esto y aquello y queremos que haya ese perdón y esa misericordia y no promovemos a los jovencitos al sacerdocio, no los promovemos. Queremos que broten así, nada más, ¡no!, hay que promoverlos.
Usted y yo tenemos que promover nuestros sacerdotes. Miren, se nos acaba de morir un sacerdote, no hablo del padre Sugasti, hablo del sacerdote Efraín, que ayer murió y ayer mismo lo sepultaron. La parroquia donde él estaba se quedó sin sacerdote y ahorita yo no sé ni qué voy a hacer, ni qué voy a hacer, ni a quién voy a mandar… no lo sé, ¡no lo sé!, porque no tenemos sacerdotes.
Estamos muy limitados. Y, claro, hace unas horas me comuniqué con el Obispo de Huautla, me comuniqué con él y me dijo: Monseñor, si necesita, pues yo le puedo tender la mano, pues un tiempecito nada más, con un sacerdote, yo sé lo difícil que es, ustedes y nosotros tenemos dificultad, pero si hay gran necesidad, sino se puede de otra forma, pues yo a ver cómo le hago y que un sacerdote de los nuestros se vaya a esa parroquia. Usted no se angustie por ello, pero pues aunque yo no quiera angustiarme, estoy angustiado. Estoy angustiado, porque no tengo, y tenemos que promoverlos.
Tal vez nuestro testimonio, el nuestro, como sacerdotes, no ha sido el mejor. No hemos enamorado a los jóvenes para que quieran ser sacerdotes con nuestro testimonio, tal vez, y aquí es donde nosotros también tenemos que reflexionar y recapacitar, ¿qué me está faltando? ¿qué no he hecho como sacerdote para que haya más?
Y, ya para terminar, quisiera que usted y yo nos preguntáramos: ¿a quiénes les hemos lavado los pies? ¿usted a quién le ha lavado los pies? y no me refiero a agarrar una cubeta y echarle agua a los pies de alguien, no, sino lo que significa, lo que significa servir, servir, y servir generosamente y servir desinteresadamente. Y tal vez usted me diga, esposo: ¿le he lavado los pies a mi esposa? ¿le he lavado los pies a mi esposo? y, juntos, ¿les hemos lavado los pies a nuestros hijos? y nosotros, hijos, ¿les hemos lavado los pies a nuestros papás? y yo, ¿le he lavado los pies a mi hermano? ¿le he lavado los pies a mi compañero de la escuela? ¿le he lavado los pies a mi amigo?
Gracias por lavar los pies.
Para lavar los pies hay que motivarnos al ejercicio del AMOR. Sólo se lava los pies AMANDO, AMANDO. ¿Qué dijo el Evangelio hace ratito? los amó hasta el extremo. Los amó hasta el extremo.
Usted también AME HASTA EL EXTREMO y dígnese lavar los pies, movido siempre POR EL AMOR. Pero hay mucha gente que está esperando de nosotros que les lavemos los pies, que les hagamos sentir nuestro amor, nuestra bondad. ¿Cuántos pobres de nuestro Oaxaca están esperando que nosotros nos disponemos siquiera a mirarlos, y mirarlos no con una mirada de desprecio, sino con una mirada de AMOR, que los haga sentir que ellos valen y valen mucho, que son dignos y grandes ante los ojos de Dios.
A veces, nuestras miradas son de desprecio, humillantes, ¿y? ¿y el lavar los pies? ¿y el amar hasta el extremo, en dónde quedó?
Y yo soy cristiano, ¿y qué nos dijo Nuestro Señor? “un mandamiento nuevo les doy, que se amen los unos a los otros como Yo los he amado. ¿Qué está pasando? ¿qué está pasando? ¿cómo vivo mi fe? ¿la vivo encerrado, la vivo en el silenc o la estoy testimoniando? por mi fe, por amor a Dios, por eso hago esto y esto otro. Por eso me agacho, me humillo, me pongo a la altura de… para servir a mi hermano, para hacerle sentir el Amor Divino que pasa a través de nuestro amor.
Hoy, el amor por excelencia que es Nuestro Señor que se quiso quedar por AMOR con nosotros en la Eucaristía, pues nos está diciendo: siento necesidad de que me ames, de que me ames en tal persona y en tal persona y en estas circunstancias y en estas otras. Siento necesidad de ser amado.
No le neguemos a Nuestro Señor el amor en la persona de nuestros semejantes, no se lo neguemos.
Si usted entra en una comunión con el Señor, esto significa que usted vive la comunión con su hermano y le abraza, le abraza con amor de hermano.
Pues es lo que yo comparto en esta tarde-noche al celebrar la institución de la Eucaristía y el sacerdocio y el mandamiento de la CARIDAD, el mandamiento del AMOR, del SERVICIO.
Espero haber sembrado algo en su corazón y que Dios vaya regando esa semillita, esa semillita la vaya regando y siga creciendo en usted y, pronto, dé fruto… pronto dé fruto.
Que Nuestra Madre María nos ayude a vivir estos días santos así como los vivió Ella, en torno a Su Hijo Jesucristo, doliéndose con Él y compartiendo Su dolor y Su sufrimiento.
Que María nos alcance esa Gracia, para poder unirnos en estos días en la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
Que así sea.