HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS,
ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA 28 DE MARZO DEL 2021. Con qué atención estuvimos escuchando la narración que hace el evangelista de la pasión de Nuestro Señor Jesucristo. Estos textos sólo se leen el domingo de Ramos y el Viernes Santo se lee la Pasión según San Juan y son textos que no se vuelven a leer en otros momentos.
Creo que está muy rica la Palabra de Dios para que nosotros, durante esta semana, podamos seguir adentrándonos en este misterio de nuestra Redención. Para que sigamos nosotros meditando en la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
Al estar leyendo y escuchando yo me hacía esta pregunta: ¿a qué personaje de esta narración me parezco? ¿quién soy yo en esta narración? porque aparecen varios personajes.
Jesucristo está muy aparte, para que no pretendamos nosotros parecernos a Él… Él está muy aparte. Pero ahí aparecen los sumos sacerdotes, los fariseos, los escribas, los discípulos, los apóstoles, las mujeres, los soldados, los criados… y aparecen algunos nombres muy específicos: Caifás, Pilato, Pedro, Santiago, Juan, Judas, la criada del sumo sacerdote, y cada uno tiene su propia característica. A lo mejor, ahorita, más de uno de nosotros dirá: “me parezco mucho a Pedro”, no en su entrega, no en su fidelidad, no en ese dar la vida por Nuestro Señor.. me parezco porque yo también lo he negado, porque ha habido momentos en que debo de presentar mi rostro de creyente, de seguidor de Jesucristo para defender mi fe, para hablar del Evangelio, para dar un testimonio de bautizado, de cristiano y me he quedado mudo, mudo… En ese silencio que he guardado me parezco a Pedro porque también, sin pronunciar palabra, lo he negado. Porque no he defendido su doctrina, sus principios, porque he guardado silencio, porque he tenido miedo de presentar ese rostro de creyente y como que me he hecho a un ladito y bendito sea Dios que nadie ha hecho preguntas directas: “¿tú qué piensas? ¿tú esto, tu aquello? Nadie me ha cuestionado porque sabrá Dios qué hubiera dicho. A lo mejor, por ahí nos parecemos a Pedro.
Hay muchas cosas que pasan en nuestra sociedad y que sabemos que están mal y no decimos nada, nos quedamos callados. Es doloroso, es doloroso lo que a veces se presenta en nuestras ciudades, en nuestros pueblos. Nuestro Señor fue injustamente condenado, llevado al suplicio de la Cruz, injustamente, sin haber cometido ninguna maldad.
Y, ahorita puedo pensar, sobre todo en la mujer. Leí, en estos días, que de nuevo se encontró una mujer en el río Atoyac, asesinada… la llevaron a la muerte, injustamente, sólo por ser mujer. A mí me han escuchado muchas veces aquí denunciar el feminicidio, muchas veces, y lo seguiré denunciando porque es un crimen. ¿Por qué tanto odio? ¿por qué tanto odio en el corazón de los hombres para acabar con las mujeres? ¡Gracias a una mujer nosotros tenemos la vida! Gracias a que nos formamos en el vientre de una mujer venimos al mundo y ¿por qué el odio a la mujer? no lo entiendo… porque hoy podemos decir: tampoco entiendo por qué llevaron al suplicio de la Cruz a Nuestro Salvador.
Tú y yo sabemos ya por qué. Él, voluntariamente aceptó este sacrificio para salvarnos a todos nosotros. Para reconciliarnos con Dios, para en la Cruz perdonarnos todos nuestros pecados. Pero ¿cuándo vamos a acabar con tantos y tantos asesinatos? ¿cuándo vamos a acabar? ¿Qué ha pasado en ese corazón que tiene que ser la sede del amor? ¿qué ha pasado? ¿por qué se ha llenado tanto de odio? ¿por qué?… No lo entiendo, ¿qué nos ganamos matando al hermano? ¿qué nos ganamos?
¿Por qué de nuevo se marcan con la marca de Caín? ¿por qué de nuevo se llenan de sangre sus manos? ¡No entiendo!
Es la Semana Santa. Es la semana para decirle a Nuestro Señor: MISERICORDIA. MISERICORDIA. Porque tú y yo tenemos que pedir MISERICORDIA. No me digas que no has pecado. ¿A poco traes en la mano una piedra para arrojarla? El Señor te va a decir: si no tienes pecado, tira la primera piedra.
Por eso, tengo que decirle a Nuestro Señor: MISERICORDIA. Tengo que decirle a Nuestro Señor: que la sangre que derramaste en la Cruz surta esos efectos de purificación, de limpieza, de liberación en mi interior, porque quiero estar libre de culpa y sólo con Tu perdón y con Tu misericordia me sentiré libre de culpa, menos no. Yo no me puedo perdonar solo. Perdóname, Señor… Perdóname.
Y tal vez tenga que decir: perdona a mi hermano porque a lo mejor ese hermano nunca te ha pedido perdón y por eso sigue levantando la mano contra el hermano. Por esos que no te piden perdón, misericordia. Toca ese corazón que está lleno de maldad, de odio y siémbrales la semillita del amor, de la conversión, del cambio de vida. Tenemos que pedir unos por otros para no cerrarnos a la Gracia, a la acción del Espíritu, a la Misericordia y a pedir perdón.
Sigamos meditando en los diferentes personajes de la Pasión. Sigamos meditando.
Que el ruido externo no nos impida entrar en un silencio, en un recogimiento interior ahí en nuestra casita, abajo del arbolito que tenemos ahí en el patio. En ese silloncito donde siempre nos sentamos, vamos pensando en estos días en todo lo que Dios hizo por nosotros, y hay que corresponderle. El Señor espera respuesta, no se la neguemos. No lo traicionemos.
No sé por qué ahorita vino a mi mente el beso de Judas. A veces, también nosotros nos convertimos en Judas, besando a nuestros hermanos y diciéndoles que los queremos mucho, que los admiramos, pero por la espalda, los acabamos, los acabamos. Le decimos: eres mi amigo, mi gran amigo, mi gran compañero y, a sus espaldas, le seguimos clavando dagas, difamándolos, hiriéndolos… ¡Ah! cómo besamos como besó Judas, que le dijo: Maestro… Maestro… Y, nosotros, hoy decimos: amigo, primo, tío y, a sus espaldas, los acabamos. No se vale…
Dejemos de ser Judas y seamos realmente el hermano, el hombre solidario, el hombre fraterno, el hombre que ama porque quiere responderle a Nuestro Señor en un compromiso que tiene con Él de amarlo y de demostrarlo en el amor a sus hermanos.
Tú puedes hacer eso, no le niegues el amor a nadie, pero no manches… no manches… no como dicen los jóvenes: ¡no manches!, no, así no… no manches el amor, no lo manches, no lo disfraces, sé sincero, sé auténtico… sé un hombre o una mujer de palabra… de palabra.
Así te quiere Dios y así tenemos que hacerlo.
Una feliz semana para todos, que de veras sea santa porque tú vas a aprovechar todos los momentos para santificarte y acercarte más y más a Dios.
Que así sea.