IV DOMINGO DE CUARESMA
14 DE MARZO DEL 2021. La Misericordia y el Amor de Dios es muy grande, nos decía la segunda lectura en este día. Espero que ninguno de ustedes dude del amor y de la misericordia que vienen de Dios. El Evangelio nos presenta esa revelación que hace Nuestro Señor a Nicodemo, donde revela que Dios ha enviado a su hijo, no para condenar al mundo, sino para salvarlo.
Pero es necesario que toda persona acepte esa Salvación que Dios nos ofrece, la salvación no se impone a fuerzas. Dios no obra en nosotros a fuerzas. ¿Queramos o no queramos, Dios obra en nosotros?, ¡no!, Dios va a obrar en ti si tú quieres, si tú aceptas, pero si tú no quieres, Dios te respeta. Tiene poder, pero no va a ir en contra de tu querer, en contra de tu libertad. Eso hay que entenderlo muy bien porque, a veces, queremos culpar a Dios de lo que nos pasa o de lo que pasa a nuestro alrededor y se nos olvida que tú y yo tenemos una libertad y tomamos decisiones y, a veces, las decisiones que tomamos son equivocadas y cuando son equivocadas queremos encontrar un culpable, pero fuera de nosotros. Cuando yo tomo una decisión equivocada es mi responsabilidad, es mi culpa, mi culpa… No es la culpa de Dios, no es la culpa de mis padres, de mis hermanos, de mis compañeros de trabajo, de mis vecinos. Es culpa mía porque yo decidí hacer eso.
El mundo está lleno de culpables, pero no de que aceptamos la culpa sino de que echamos la culpa, echamos la culpa a otros. Nuestra sociedad está mal y ¿quiénes son los culpables?… “el gobierno es el culpable”…. Cuando nosotros no acatamos las leyes, las normas. Decimos: “el gobierno es el culpable”… Se nos dan normas en nuestras casas, nuestros padres ponen unas normas y decimos: “mi padre es culpable porque no me deja hacer lo que yo quiero hacer. Me evita muchas cosas, él es el culpable que yo me rebele, que yo sea majadero, que yo sea maleducado, que yo viva siempre lleno de ira contra toda persona. Mi padre es el culpable… Mi madre es la culpable”… No acepto mi culpa. Estoy haciendo mal uso de mi libertad y yo tomo decisiones y busco culpables.
Nosotros, los sacerdotes, somos culpables de muchas cosas. A veces, hasta nos culpan de que por eso cambian de religión… ¡nos culpan!… “¡ustedes son los culpables de que cambiemos de religión!”… mira nomás, porque te pido que nos preparemos para esto, que aprendamos un poquito más de nuestra fe, que vengas a unas pláticas y luego me dices: “tú eres el culpable de que andemos mejor en otros lugares, de que busquemos dónde es más fácil… ¡tú eres el culpable!”
Ya basta de estar echando culpas y culpas y culpas y culpas a otros. Tomemos conciencia. Aceptemos nuestra responsabilidad, vivamos en esa Salvación.
Amor y misericordia grandes, de parte de Dios y yo quisiera que nos preguntáramos, ¿amor y misericordia de parte de nosotros es también grande?… ¿grande para Dios, grande para nuestros hermanos?… ¿Misericordia, grande para el hermano?
Dice Nuestro Señor hoy: “yo no quiero la muerte del pecador, sino que se convierta y viva”. ¿Estamos haciendo el esfuerzo por convertirnos? y la Conversión es de todos los días. A veces decimos: “pues yo ya cuando sea viejo me voy a convertir”… ¿y quién te asegura que vas a llegar a viejo? ¿Quién te asegura?… “dentro de un año me convierto”… ¿Y quién te asegura el año?… ¡Hoy tenemos que convertirnos! ¡Hoy tenemos que vivir en la luz, no en las tinieblas! El que vive en las tinieblas, vive en el pecado, en la maldad. El que vive en la luz vive en la gracia, en la vida, en la santidad y no se esconde para hacer las cosas.
Esas obras que tú y yo hacemos, o nos van a llevar a Dios o nos van a apartar de Dios para siempre. Dios es misericordioso, infinitamente misericordioso. Sí, nos acaba de decir la palabra divina, grande en amor y grande en misericordia. Amor infinito, misericordia infinita… Pero no tientes, no tientes, no pongas a prueba, no digas: “porque Dios es misericordioso y porque es grande su amor, Él me va a perdonar, y yo voy a seguir haciendo el desorden”
Ese corazón se va a ir endureciendo y nunca vas a pedir perdón, porque no has aprendido a buscar el Perdón Divino y no solamente a decirle a Dios: “perdóname”, sino a demostrarle que de veras quieres el perdón porque te estás convirtiendo, porque estás trabajando para evitar hacer esas cosas que te apartan de Dios.
No es solamente pedir perdón sino trabajar para mejorar en la vida, para ganarnos esa gracia, para ganarnos esa misericordia. Si le digo: “perdóname, perdóname porque hoy hice estas cosas”… Pero las sigo haciendo… ¡No! “perdóname y voy a trabajar en esto para mejorar”
Tú y yo tenemos que llegar a la Gran Fiesta de la Pascua siendo unas personas nuevas, llenas de gracia, abiertas a la misericordia de Dios y buscando esa reconciliación con Él, pero reconciliación sincera, donde nosotros iremos demostrando que realmente queremos que ese amor infinito y esa misericordia infinita se hagan realidad en nosotros porque estamos trabajando para ello. Gánate ese amor y esa misericordia. Dios no deja de amarnos, Dios no deja de ser misericordioso, pero si tú y yo nos cerramos a experimentar su amor y experimentar su misericordia, por más que sea grande su amor y su misericordia, tú y yo no la vamos a experimentar porque nos hemos cerrado.
No nos cerremos, y en ese proceso digámosle a Nuestro Señor que queremos reconciliarnos con Él.
Estamos en el cuarto domingo de la Cuaresma, dentro de 15 días iniciamos nuestra Semana Santa, dentro de 15 días… ¿Cómo vamos a llegar a esa Semana? ¿Cómo vamos a llegar a ese acontecimiento de conmemorar los Grandes Misterios de nuestra salvación, la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor?, ¿cómo vamos a llegar? ¿siendo unos hombres y mujeres nuevos? ¿o seguiremos siendo personas que viven en las tinieblas, en el error, en el pecado? o le vamos a decir a Dios: “Señor, aquí estoy, creo que me he renovado, estoy mejorando con Tu Gracia, Bendito Dios”.
No nos olvidemos que Dios quiere nuestra salvación y si murió por nosotros es para salvarnos, por amor se entregó a la muerte en la cruz, para salvación nuestra.
Que eso motive tu interior para que busques y te encuentres con el Señor y renueves… renueves tu vida.
Pidamos a la Madre de Dios que nos ayude con su intercesión para que Ella alcance de Su Hijo Jesucristo esas Gracias que necesitamos, para que nosotros podamos ser mejores, unos y otros, y nos ayudemos. En primer lugar, con nuestra oración, enseguida, si podemos entrar en un diálogo, platicar, motivarnos, animarnos, ayudarnos a tomar conciencia de lo que hacemos, de lo bueno que hacemos, de lo malo que hacemos, ojalá y eso nos ayude para acercarnos a Dios y para hacer lo que tenemos que hacer.
Que la Madre de Dios interceda y alcance Gracias para todos.
Que así sea.