III DOMINGO DE CUARESMA

ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA

7 DE MARZO DEL 2021. Gracias por su presencia, por haber escuchado la palabra de Dios con fe, con mucha atención. Ese mensaje divino ha entrado por sus oídos y tiene que ser guardado en su corazón para que la palabra divina enseguida se haga vida en nosotros.

Hoy, el Señor nos ha recordado sus mandatos, mandatos que aprendimos; espero que no se nos hayan olvidado y que tenemos que estar viviendo a lo largo de toda nuestra vida y vivir esos mandatos completos, no solamente los que se nos hacen fáciles de vivir.

Todo mandamiento divino debe de ser vivido por nosotros y tiene que ser vivido por amor y es lo que nos debe motivar. Por amor a Dios, no por otra cosa. Por amor a Dios.

Siempre que hagas las cosas, hazlas por amor a Dios, las que te cuestan y las que no te cuestan. Si tú pones esa motivación lo vas a hacer y lo vas a hacer muy feliz. Esto lo hago por amor a Dios.

Por amor a Dios están aquí, no porque no tengan otra cosa qué hacer. Porque amas a Dios estás santificando este día del Señor y lo santificas participando de la Eucaristía.

Ustedes, aquí presentes, un buen número de hermanos a través de los medios de comunicación están participando de la Santa Misa en este tiempo de pandemia.

Por amor a Dios respeto los bienes de los demás. Por amor a Dios respeto a toda persona en su vida. Por amor a Dios veo a mis semejantes como una imagen y semejanza de Dios.

Por amor a Dios lo alabo y lo bendigo porque ha bendecido a mis hermanos y no paso la vida envidiando lo que ellos tienen, deseando tener lo que ellos tienen. Le doy gracias a Dios por lo que me ha dado a mí y por lo que le ha dado a mi hermano.

Respeto en todo momento a Dios y trato de que Él sea lo primero en mi vida, por encima de todo… por encima de todo.

Y es que tengo que decir: por amor a Dios hago todo esto, no por quedar bien con nadie sino por amor a Dios. No lo hago para que me alaben, para que digan que yo soy una persona buena, generosa, amable, respetuosa, servicial. No lo hago para que me aplaudan ¡no! Lo hago para que se alabe a Dios y para que se dé Gloria a Dios.

El que sabe qué es lo que me motiva es Dios. Al final del Evangelio decía que es Él que conoce los pensamientos de todos los hombres. Si hay alguien que te conoce y sabe qué es lo que te motiva, es Dios. A Dios no lo podemos engañar. De Dios no nos podemos esconder. Las personas tal vez nos miren porque presentamos un rostro de buenas personas, pero el que conoce, el que conoce muy bien es Dios y Él sabe qué hay dentro de nuestro corazón. Él sabe cuáles son nuestras intenciones, cuáles son nuestros deseos.

Agrademos a Dios y, lo demás, ya vendrá. Y hagamos todo para que Dios sea bendecido.

El Evangelio nos presenta algo que tú y yo tenemos que cuidar. Nuestro Señor se molestó al ir a visitar el templo de Jerusalén por todo lo que estaba haciéndose. “Mi casa es casa de oración” y así tengo que decirte a ti. Cuando vengas a este lugar o vayas a otro templo, no te olvides que es casa de oración, que es un lugar donde puedes entrar en un recogimiento interior.

No solamente vengas a contemplar las obras de arte que hay en nuestros edificios. Nuestro Oaxaca es muy visitado por sus edificios, por sus construcciones y, muy en especial, por estas construcciones dedicadas a Dios. Esta iglesia catedral es muy visitada, el templo de Santo Domingo es muy visitado. La Basílica de Nuestra Señora de la Soledad, muy visitada. San Felipe, este, aquel, todos son muy visitados.

Estos edificios atraen a mucha gente que viene a nuestra ciudad de Oaxaca. No vengamos a un lugar como este sólo como si fuéramos turistas y a mis hermanos que vienen como turistas, yo les invito a que, además de contemplar estas obras de arte de nuestros antepasados, tengan un momentito de oración porque son casas de oración. Encuéntrense con Dios.

Tal vez pregunten: ¿dónde está el Sagrario?, ¿en este edificio dónde está el Sagrario, donde está Nuestro Señor? y ve y dile algo, por lo menos ve y dile: “gracias porque me permites andar de paseo, andar de turista. Gracias”. Por lo menos eso dile a Nuestro Señor, que te cuide, que te proteja.

Cuidemos estos espacios y tenemos la responsabilidad de cuidarlos todos. Tal vez digan: “la catedral la tiene que cuidar el Arzobispo porque es su catedral” ¿y tú no eres un hijo de Dios que tiene que cuidar su casa? Esta es la casa que le hemos construido a Dios y donde nos reunimos toda la familia de los hijos de Dios. Tenemos que cuidarla entre todos. Tenemos que respetar esta Casa Divina, tenemos que agradecerles a todos nuestros antepasados que nos dejaron esta hermosura de Casa de Dios. Pero a nosotros nos toca cuidarla, por dentro y por fuera. La Casa de Dios no nada más es el interior, también es el exterior y a veces los exteriores de estas Casas Divinas son muy maltratados, son profanados. ¡Qué triste, qué triste!

Que Dios nos perdone y quisiera decir también algo. Hoy es el día de la familia y quiero decirles a todos: cuidemos nuestras familias. Nuestras familias están siendo atacadas por todos lados. Se quiere acabar con la institución familiar tal y como está en el pensamiento divino.

La institución familiar tiene millones de años de existir y la instituyó Dios al crear al hombre y a la mujer y al decirles: “crezcan y multiplíquense, llenen la tierra y sométanla”. Tú y yo nacimos en una familia y tal vez nos tocó una familia muy especial, de padre y madre, de un padre y una madre que hasta el día de hoy nos han amado tanto y si ya se fueron, porque Dios se los ha llevado a su casa de Padre, en la eternidad, todavía su figura y el tono de sus palabras resuenan en nuestros oídos, cuando nos decían con tanta ternura: “hijo,,, hijo”.

A mí no se me olvida que una de las frases que pronunciaban mi padre y mi madre, cuando los visitaba y me despedía de ellos, siempre me decían: “no se te olvide ser un buen sacerdote”. Aquí están en mis oídos la voz de mi padre y de mi madre: “no se te olvide ser un buen sacerdote porque eso es lo que queremos de ti”. A usted qué le dicen o qué le decían… “Quiero que seas un hijo bueno, un hijo trabajador, un hijo responsable, un hijo muy respetuoso, un hijo que lucha y se esfuerza por salir adelante, un hijo sin vicios, sin maldad porque yo quiero estar orgulloso de ti, de mi hijo, de mi hija”…

Ahí, en ese lugar, en ese santuario sagrado que es la familia, tú y yo hemos crecido, y tenemos que seguir cuidando ese santuario porque ahí es donde realmente somos educados. Dios nos educa a través de la voz de mi padre y de mi madre, a través de la voz de mi hermano, me educa. Ahí es donde somos educados, a la escuela vamos a recibir enseñanzas, ciencia, pero la educación está en nuestra casa. Deja que tu padre y tu madre cumplan con su responsabilidad que tienen de guiarte y de conducirte.

Ellos tienen una gracia muy especial para hablarte al corazón, necesito que tú, como hijo, aprendas a escuchar. Tus padres tal vez sean unos ignorantes, a lo mejor no saben ni leer ni escribir, como era mi madre, pero sí saben hablar al corazón, al corazón de nosotros sus hijos para decirnos cómo nos quieren ver, el orgullo que quieren sentir de lo que nosotros vamos siendo en el camino de la vida. Mi padre y mi madre nos educan. Déjate educar por ellos, déjate conducir por ellos. No te canses de vivir en casa, no digas que ya estás enfadado de vivir con tus hermanos y con tus padres, no digas eso. Nadie te va a amar como te aman ellos porque nadie te puede amar como un padre y una madre, sólo los que te dieron la vida.

Tus abuelitos te van a amar como abuelitos, pero no como papá y como mamá, tus tíos te van a amar como tus tíos, tus primos te van a amar como tus primos, pero nadie te va a amar como tu hermano, como tu hermana. Cuidemos el lugar tan sagrado que son nuestras familias. Cuidémosla.

Cuiden ustedes, esposos, su amor tan sagrado y vean frente a ustedes los frutos de su amor, de su amor sagrado que son sus hijos y por ellos crezcan en el amor y en la fidelidad. Por ellos… Perdónense, ténganse misericordia, ayúdense y enséñenos a amar a Dios y a amar a nuestros hermanos, enséñenos, lo necesitamos el día de hoy. Enséñenos a saber sacrificarnos por los demás, enséñenos a ser desprendidos, a ser amables, a ser generosos, a ser pacientes, a ser capaces de perdonar al hermano, a ser justos, honrados… enséñenos.

Pido bendición abundante en favor de nuestras familias y que Dios… que Dios conserve esta institución familiar y nos llene de Su Gracia y de su bendición.

Que así sea.

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