HOMILÍA DE MONSEÑOR PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS

ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA

DOMINGO 31 DE ENERO DE 2021. Al escuchar estos textos de la Escritura, cuando escuchaba la segunda lectura dirigida a hombres y a mujeres, una invitación de San Pablo a no tener el corazón dividido… pero hablaba de algo que yo me pregunto. ¿Realmente, los jóvenes que no están casados, que no tienen compromisos y responsabilidades, hombres y mujeres, sirven a Dios, están dedicados a Él?

Y me respondía con tristeza y con preocupación, ¿dónde están mis jóvenes?, ¿qué hacen mis jóvenes?, ¿qué hacen mis muchachos y mis muchachas? ¿qué hacen, a qué se dedican, cuáles son sus preocupaciones?

¿De veras buscan a Dios, tratan de servir a Dios? y, pienso que en nuestro tiempo, nuestros jóvenes están muy alejados de Dios y algunos de ellos muy alejados de las cosas buenas.

Se van a lo más fácil, a ganar el dinero fácil, se van a los vicios, se van a las esclavitudes. Por supuesto que no todos, porque no podemos generalizar, pero un gran número de nuestros muchachos y muchachas se han desordenado y en los hogares suyos espero que no esté sucediendo esto, que no haya ese dolor y esa tristeza y ese desencanto y esa preocupación porque sus hijos no andan por el camino bueno, no andan por el camino correcto.

Espero que ustedes, padres de familia, los centren, los iluminen, los orienten, les adviertan de todos los peligros que se pueden encontrar a lo largo de la vida si van aquí o van allá… les adviertan para que, enseguida, no vayan a hacer reclamos de que usted, papá, mamá, nunca les dijo nada.

Yo no quiero que los tenga rezando todo el día y todos los días, pero sí tiene que cultivar en su interior una cierta piedad, despertar en él o en ella un deseo de búsqueda de Dios y de sembrar en el corazón de ellos que sin Dios no podemos hacer nada, que necesitamos de su cuidado, de su protección, de su auxilio, de su misericordia, de su perdón, de su bondad, de su providencia, de tantos y tantos detalles que podemos hablar de Dios y sembrar esas semillitas en el corazón de los hijos.

No se canse de sembrar eso para que no quede por usted. Ya si el hijo no quiere ir por ese camino pues es la responsabilidad de él, pero que no sea porque usted no lo orientó, no lo iluminó, no le dio un buen ejemplo… un buen ejemplo. Pues eso me hizo pensar a mi cuando escuché la segunda lectura.

Y, el Evangelio, también me dice a mí y se lo digo a usted: hable con mucha autoridad.

Nuestro Señor hablaba con autoridad, y hablaba con autoridad porque hablaba con la verdad, no andaba con verdades a medias, no andaba con mentiras, no andaba con engaños, ¡sólo la verdad! y por eso un día dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.

Yo quiero que usted siempre, siempre sea un hombre de verdad, una mujer de verdad y si es autoridad, y yo pienso que sí es autoridad, tal vez todos nosotros somos autoridad y le voy a decir porqué, porque tenemos responsabilidad en relación con nuestros hermanos, en relación con nuestro prójimo, ¡todos!

Mi prójimo tiene responsabilidad sobre mí, yo tengo responsabilidad sobre él. Él tiene autoridad sobre mí y yo tengo autoridad sobre él. Él me puede decir tantas cosas, él me puede aconsejar, me puede orientar, me puede llamar la atención, me puede hacer tomar conciencia de algo que no está bien, siempre y cuando sea verdad y sólo verdad.

Ya ni se diga usted, padre o madre de familia, hable con autoridad con sus hijos, hable con esa autoridad. Trasmítales esa verdad, trasmítales siempre la verdad y no diga una cosa y haga otra porque, entonces, ¿qué pasó con la verdad?

Usted dice: “esto es verdad”, se lo dice a su hijo y usted está haciendo lo contrario.

¡Así no se puede!, ¡no se enseña!

Nuestro Señor hablaba con la verdad y daba testimonio con su propia vida de esa verdad, no andaba con hipocresías, no andaba con engaños. Hablaba con esa autoridad.

Estamos cansados de ser engañados, estamos cansados todos de anti testimonios, de mentiras, pero a lo mejor, a veces alguno de nosotros entra a ese grupo de mentirosos, de falsos, de hipócritas.

No entremos en ese mundo. Usted es un seguidor de Jesucristo y tiene que ser iluminado siempre por Su Palabra y, entonces, todo lo que usted está pensando, ilumínelo con el Evangelio, ¿lo que yo pienso es lo que piensa Dios?, ¿lo que yo quiero es lo que quiere Dios?, ¿lo que yo hago es lo que hace Dios?

Jesucristo es EL MODELO y póngase frente a Jesucristo y frente a Él no puede mentir, no puede engañar.

Imítelo, sígalo y hoy tal vez tendrá que gritarle a Nuestro Señor que lo libere… que lo libere.

A lo mejor hay muchas cosas en su corazón que no lo dejan ser lo que usted quisiera ser. Lo esclavizan, lo dominan, lo apartan de Dios, lo llevan a maldades. “¡Libérame de estos demonios!”, usted tiene que decirle a Dios que lo libere de esos demonios, que lo libere de esas maldades que hay en su interior, que lo comen tanto y lo intranquilizan y no lo hacen ser feliz.

Dígale a Dios, dígale a Nuestro Señor, El que tiene poder sobre los espíritus inmundos que le diga a esos espíritus inmundos: “¡cállate y sal de él!”

Que usted así le diga: “Señor, dile a este espíritu que tanto me domina ¡cállate y sal de él, ya no lo atormentes más, ya no le hagas tanto daño, sal de él!”.

Dígale al Señor que lo saque. Usted, con sus fuerzas no puede… ¡no puede! Sus fuerzas son limitadas. Las del demonio son unas fuerzas superiores a sus propias fuerzas, pero no superiores a las fuerzas divinas.

Jesús le puede decir a ese demonio que está en su interior: “¡cállate y sal de él!

Pero usted tiene que pedírselo, usted tiene que tomar conciencia de ello.

Quiero que se sienta en paz, que se sienta feliz a pesar de necesidades, a pesar de sufrimientos y de muchas penas. Que usted sea un hombre o una mujer feliz, sea una persona feliz, no una persona esclavizada, dominada por espíritus inmundos.

Ahí está el Señor, para liberarlo. ¡Búsquelo!

Ahí está el Evangelio, para inspirarse en él y hacerlo vida.

Ahí está Nuestra Madre también, refugio de pecadores que intercede por todos nosotros para que no nos domine el espíritu del mal, para que no se meta en nosotros ningún espíritu malo que nos lleve a hacernos daño y a dañar a otras personas con nuestros sentimientos y con nuestras actitudes.

Usted debe tener unos sentimientos muy humanos y muy de hijo de Dios, muy cristianos.

Pues pidámosle a María, la mujer limpia y pura, la Madre del Señor, que también interceda por nosotros y que, así como pisó la cabeza de la serpiente infernal, también haga que nosotros pisemos a esa serpiente y dominemos a esos espíritus inmundos, no con nuestras fuerzas, sino con la fuerza divina que tenemos que buscar en todo momento.

Que Dios nos bendiga a todos y nos ayude a seguir luchando, a mejorar en la vida, a tener esa autoridad y hablar siempre con la verdad.

Que así sea.

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