HOMILÍA DE MONSEÑOR PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA
24 DE ENERO DEL 2021. Como siempre, les agradezco su presencia en esta Iglesia Catedral a todos ustedes, a todos mis hermanos oaxaqueños y no oaxaqueños que suelen venir y estar aquí, participando de esta misa de 12.
A mis hermanos que trabajan en los medios de comunicación, que domingo a domingo se reúnen aquí para escuchar al Arzobispo y, enseguida, retransmitir ellos, de alguna forma, la Palabra Divina en los medios y hacer que este pueblo santo de Dios también participe de alguna forma de lo que aquí reflexionamos. Muchísimas gracias, de nuevo, a ustedes hermanos periodistas que están aquí para, enseguida, escribir en sus medios.
Hay presencia de hermanos sacerdotes, porque para mí es un día importante, ya que a un hermano nuestro le hemos pedido un servicio muy especial, que es el servicio de ser el Vicario General de nuestra Arquidiócesis.
El Vicario General es el que hace las veces del Obispo cuando él no está. Ayuda al gobierno de la Arquidiócesis el Vicario General. Estamos aquí para decirle a Dios que lo llene de sabiduría, que lo llene de prudencia, que lo llene de docilidad, que lo llene de fidelidad y le ayude a desempeñar este oficio tan delicado. En especial, que pueda encontrarse con sus hermanos sacerdotes y, junto con ellos, colaborar con su Obispo en esta labor evangelizadora, santificadora y labor de guiar a un pueblo de Dios.
El Vicario General ayuda al Obispo a cargar esa cruz, a la cruz que tiene todo Obispo, porque si usted piensa que nosotros vivimos una vida de dulzura… no, no se crea… también sufrimos.
Sufrimos cuando nuestros sacerdotes sufren, cuando nuestras religiosas sufren, cuando nuestros agentes laicos sufren, cuando nuestro pueblo santo de Dios sufre… sufrimos y, a veces, quisiéramos hacer tantas cosas y, viendo a nuestro alrededor decimos: “pues no sé qué hacer. No tengo los recursos, no tengo los medios, quisiera hacer tantas cosas”.
A mí, por ejemplo, me duele tanto ir a las comunidades y que me digan: “mándenos un sacerdote. Necesitamos de la presencia de un sacerdote. Queremos un padrecito, aquí con nosotros” y, ese, es un gran dolor para el Obispo porque tiene que decir: “¿de dónde te mando sacerdote?, no tenemos… no tenemos sacerdotes”
Todos mis sacerdotes están solitos. Muy poquitas comunidades, dos que tres, tienen dos, dos sacerdotes, pero todas tienen uno, uno solo. Y, a veces, no es nada más atender la cabecera parroquial, son otras treinta, cuarenta, cincuenta… hasta sesenta pequeñas comunidades que debe visitar ese sacerdote que está solito.
Yo he dicho, a mí se me parte el alma pensando: “¿cuándo tendremos sacerdotes para que este pueblo que tiene tanta hambre de Dios pueda tener un sacerdote?”.
Ahí es cuando empieza el trabajo de los laicos colaborando con los sacerdotes en las diferentes comunidades, no haciendo las veces del sacerdote porque eso no es posible, pero sí trabajando en unión con su sacerdote, evangelizando a este pueblo y organizando a este pueblo para que salga adelante, junto a su sacerdote, nunca a espaldas de su sacerdote, nunca a escondidas de su sacerdote.
Sí necesitamos que nuestros laicos también crezcan en ese compromiso cristiano.
Pues, mi hermano sacerdote me ayudará… me ayudará y estará ahí, haciendo mucha labor, porque estará haciendo las veces del Obispo en diferentes espacios y en diferentes momentos.
Desde aquí le agradezco al Padre Paco Reyes que estuvo tantos años de Vicario General. Que Dios lo bendiga ahora donde está, en una nueva parroquia. Que Dios lo reconforte, lo alegre en esta nueva experiencia que tendrá de ser un párroco en una comunidad en la Sierra Mixteca, para allá se fue el Padre, para allá lo mandó su Obispo y, él, con obediencia, se ha ido para allá y le agradezco al Padre Armando que haya aceptado ser el Vicario General.
No es fácil… no es fácil. Si usted piensa que ser un Vicario General es un privilegio, está equivocado. Si usted piensa que el sacerdote fue ascendido, como a veces piensan: “¡Ah, Padre, lo ascendieron! Mire, lo hicieron Vicario General, al ratito lo van a hacer Obispo”… no, es un servicio, es un servicio, no es un ascenderlos, es un servicio, es un compromiso todavía más grande y más fuerte que tiene el sacerdote. Más responsabilidades, más trabajo. No es un premiarte, no es un ascenderte. No es un pasito más para que llegues al Episcopado. ¡No!, ¡no! eso no es. Es servicio y así lo entiende mi sacerdote Armando y así quiero que lo viva a lo largo que el tiempo que Dios lo quiera tener de Vicario General en nuestra Arquidiócesis.
Este cargo también no es eterno, no es de toda la vida. El día que el Obispo quiera le dice: “Padre, agradezco tu trabajo, vendrá otro Vicario General” y asunto arreglado.
Gracias, Padre. Gracias. Denle un aplauso al Padre porque aceptó. Muchas gracias, Padre. Muchas gracias. Gracias.
Oigan, y ahora Nuestro Señor nos pide algo muy especial. Que lo sigamos y que nos convirtamos. Seguirlo y convertirnos. El Reino de Dios está cerca. Arrepiéntanse y crean en el Evangelio.
¿Cuándo escuchamos eso, oiga? El miércoles de ceniza, cuando nos ponen la ceniza en nuestra cabeza. Ahora sólo lo vamos a escuchar una vez, si es que se puede poner la ceniza. Si las cosas están difíciles no vamos a poner ceniza, pero si están tranquilonas, sí lo vamos a hacer.
Ahora sólo vamos a decir una vez, porque no vamos a estar diciéndole a cada uno, una sola vez diremos: “arrepiéntete y cree en el Evangelio” o diremos: “recuerda que eres polvo y al polvo has de volver” y ponemos la ceniza.
Pero ahora no es miércoles de ceniza, ahora es domingo tercero, pero está esta frase: “arrepiéntanse, el Reino de Dios está cerca. Crean en el Evangelio” y queda muy bien por este tercer domingo que el Papa Francisco ha nombrado: el domingo de la Palabra de Dios.
Quiero que ustedes amen mucho la Palabra de Dios. Lean la Palabra Divina, pero no la lean para aprendérsela de memoria. No la lean para ir a discutir con los hermanos que no profesan nuestra fe católica. No la leas para eso, porque entonces la Palabra de Dios la vas a utilizar como si fuera un arma, para disparar.
A veces, nos disparan a nosotros los católicos con la Palabra de Dios. No es para eso. La Palabra de Dios es para meditarla, para profundizarla, para vivirla… para vivirla.
¿Qué te dice Dios en estas circunstancias que estás viviendo? ¿qué te dice Dios en este servicio que prestas en la sociedad? ¿qué te dice Dios y cómo le estás respondiendo?
El Reino de Dios está cerca, arrepiéntanse, conviértanse. ¿Cómo hacemos presente el Reino de Dios nosotros, los que nos decimos ser seguidores de Jesucristo, discípulos del Señor? ¿cómo lo hacemos presente ese Reino?
Creo que, a veces, no lo hacemos presente, porque seguimos moviéndonos en la mentira, en las falsedades. Y el Reino de Dios es verdad porque está iluminado con la Palabra de Dios, y Dios es VERDAD y Jesucristo dijo un día: “YO SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA”
Cuando nos movemos en las mentiras, en los engaños, en los fraudes, no estamos en la verdad ni estamos extendiendo el Reino de Cristo. Pero, a veces cuando oímos esto luego, luego pensamos: “el Obispo lo está diciendo por el gobernador, por los Presidentes Municipales, por los diputados, por los senadores y nosotros nos libramos”… no, m’hijo, lo estoy diciendo por ti. Cuando tenga aquí enfrente a mi gobernador o a los diputados, les diré a ellos algo… pero hoy lo estoy diciendo por ti… lo estoy diciendo por ti, no por otras personas que no están aquí.
A veces nos movemos en la mentira. A veces decimos cosas como si fueran verdad y las aseguramos como si fueran verdad, y acabamos a las personas, a veces, por nuestras mentiras, por nuestras falsedades. Les hacemos un daño enorme por no hablar con la verdad.
A veces somos cobardes para defender la verdad. Sabemos que se está mintiendo y no abrimos la boca para decir: “eso es mentira. Eso es mentira. No tienes ningún fundamento para decir eso”… nos quedamos callados… ¿cómo extendemos el Reino?
Y si entramos a la justicia y si entramos a la santidad, a la Gracia, a la paz, al amor… híjole, encontramos muchos detalles donde decimos: el Reino de Cristo aquí no está…. Y, por tanto, necesitamos convertirnos, necesitamos tomar conciencia de lo que me está pidiendo el Señor y vivirlo. Me llama a vivir el amor y sigo sintiendo sentimientos de venganza, sigo teniendo rencores, sigo teniendo envidias.
¿Dónde está el amor? Y soy seguidor de Jesucristo y leo el Evangelio, pero me falta vivirlo, llevarlo a la vida. No soy capaz de perdonar porque sigo con la ley del talión: me la hiciste, me la pagas. Esa no es la forma como debe vivir un seguidor de Jesucristo.
El Reino de Dios está cerca, conviértanse. Cran en el Evangelio.
La paz… en primer lugar tenemos que buscar paz en relación con Dios y ser sinceros nosotros frente a Dios y tal vez descubramos que no tenemos paz. En mí hay mucha miseria, en mí hay mucho pecado. Le he fallado mucho a Dios y a veces he pensado, he dicho que le he pedido perdón, pero no he sido tan sincero porque todavía siento aquí remordimientos en mi interior. Es tu oportunidad de decirle a Dios: “Señor, aquí estoy llorando mi pecado, llorando mi miseria y, frente a ti, doliéndome de haberte ofendido”.
Primero tenemos que encontrar la paz con Dios para, luego, encontrar la paz con nosotros mismos e ir a encontrar la paz con nuestros hermanos.
Cómo nos hace falta la paz y, si entramos a nuestros pueblos, tenemos que decir con dolor y tristeza, en muchos de nuestros pueblos no se vive en paz. ¿Y para qué nos salimos de nuestro pueblo? En muchas de nuestras familias no se vive en paz. ¡Ah! cómo hay pleitos entre nosotros… ahí, en esa pequeña Iglesia que somos nuestra familia, ahí hay pleitos de todos contra todos. No colaboramos para que haya esa armonía, ese buen entendimiento, esa felicidad plena ahí en la casa.
Nos falta el amor, nos falta la misericordia, nos falta el perdón para poder encontrar y reencontrar la paz entre nosotros.
No hemos aprendido a dialogar porque no sabemos escuchar al otro y no hemos aprendido a dialogar porque no cedemos en nada. Sólo yo tengo la razón, tú no la tienes. Sólo yo puedo opinar, tú no debes opinar… ese no es diálogo y, a veces, esas dificultades que encontramos en nuestros pueblos es por eso. Sólo algunos que saben hablar y que no le paran, esos son los que dicen tantas cosas, tantas cosas y ellos tienen la razón y como es el que está representando a este pueblo, el otro pueblo no tiene con quién hablar, nadie puede decir cosas y entonces nosotros somos los de la razón y ustedes no la tienen… y no reencontramos la paz, no la reencontramos porque no hay diálogo, porque no nos ponemos de acuerdo, porque no cedes, ni tú y yo.
Para encontrar la paz se necesita dialogar y ceder los dos, ceder los dos en algo.
El Reino de Dios está cerca. Vivamos en ese Reino. Seamos fieles a Dios. Seamos grandes seguidores de Jesucristo, conscientes de lo que somos y de lo que hacemos.
Que María, Nuestra Madre, la que nos dice una y otra vez: “hagan lo que les diga”, nos acompañe, nos conceda su Gracia, nos llene de su fuerza, interceda por todos nosotros para que, como discípulos del Señor, seamos fieles en el seguimiento y todos los días estemos en una continua conversión.
Que así sea.