CELEBRACIÓN DE FIN DE AÑO
HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA
31 DE DICIEMBRE DEL 2020. Les agradezco su presencia en esta noche, aquí en este espacio tan sagrado para todos nosotros que es nuestra Iglesia Catedral de Antequera Oaxaca, en este último día del año 2020.
Por la Gracia de Dios está usted ahí, sentadito, en un espacio de este lugar. Por la Gracia de Dios nos acompaña desde su casa a través de estos medios de comunicación.
Quiero que aprovechemos este momento para que usted y yo tengamos un corazón agradecido. Agradecido en primer lugar con Dios. No se olvide de que de Dios nos viene todo.
Si usted, en este año, pudo hacer tantas cosas, es gracias a Dios. Si en este año usted pudo resistir de tantas y tantas pruebas, es porque Dios le dio la fuerza para salir adelante. Si en este año hubo momentos difíciles, de dolor, de sacrificio, de enfermedad, usted pudo vivir en fortaleza porque Dios le concedió esa gracia.
Si en este año usted recibió palabras de aliento, de esperanza, es porque Dios puso palabras en los labios de sus familiares, de sus amigos, para hacerlas llegar hasta sus oídos y que usted sintiera que no estaba solo en los diferentes acontecimientos que fue viviendo.
Dios lo fue acompañando porque Dios siempre está con nosotros. A veces es muy fácil descubrir la presencia de Dios, las bendiciones divinas y, a veces, nos cuesta más trabajo.
Cuando estamos tranquilos, felices, y que todos estamos muy bien, siento que no es complicado pensar en la presencia de Dios y agradecerle a Dios; pero a veces, cuando hay sufrimiento, cuando hay tristeza, cuando hay lágrimas, cuando hay preocupaciones muy grandes en nuestra persona o en nuestro entorno, como que nos cuesta un poquito o un mucho de trabajo para sentir que allí esta Dios.
Hoy, en esta noche, le invito a que usted le diga a Dios: Señor, te doy gracias porque no me abandonaste en ningún momento de este año. Así como lo medimos nosotros, que nos movemos en el tiempo, tendré que decirte, ningún segundo, ningún minuto, ninguna hora, ningún día, ningún mes y todo este año me olvidaste.
Estuviste siempre ahí, conmigo, acompañándome, en mis alegrías y en mis tristezas. Ahí estuviste, conmigo, para alegrarte y estuviste conmigo para entristecerte, porque Dios es tan humano en la persona de Nuestro Señor Jesucristo, que se conmovía ante el sufrimiento, ante el dolor.
Dios, en la persona de Jesucristo no ha cambiado, sigue siendo el mismo, le preocupa usted, le preocupo yo y le preocupamos todos. Le duelen nuestros sufrimientos, le duelen nuestras penas y está ahí, para acompañarnos, no para quitarnos lo que nos está pasando sino para darnos esa fortaleza que necesitamos para vivir ese momento y saberlo aprovechar, todos los momentos tienen que ser bien aprovechados.
Esos momentos de alegría disfrútelos, gócelos, llénese y comparta esa alegría con sus seres queridos, con sus seres cercanos pero también es necesario que le diga a su ser querido: “te comparto mi dolor, te comparto mi preocupación, te comparto mi sufrimiento, te comparto mi enfermedad, te comparto las pruebas, porque necesito que te unas conmigo y, así como te alegraste conmigo en un momento, quiero que hoy me alcances de Dios fortaleza y gracia para seguir adelante.
Agradezca también los signos de la presencia de Dios en cada una de las personas con las que usted se fue encontrando a lo largo de todo este año.
Feliz encuentro con tantas y tantas personas. Feliz encuentro también con las que a lo mejor le causaron un daño, porque pudo manifestar la virtud del amor, la excelencia del amor, al tener misericordia con esa persona, al perdonarle, al no condenarlo, al seguirlo aceptando como un prójimo y a seguir regalando su amor porque así tenemos que vivir los seguidores de Jesucristo.
En este corazón nuestro no debe de haber ningún odio y ningún sentimiento de venganza para ninguna persona, sino sólo el amor. Dios le dio la oportunidad de vivir extraordinariamente el amor, tal vez en diferentes momentos de este año. En su momento, usted lo vio como un enemigo, como una prueba pero Dios le concedió la gracia de decir: lo perdono, lo perdono porque siento necesidad de que Dios también a mí me perdone cuando me equivoque en la vida. Sólo perdonando mereceré ser perdonando, sólo teniendo misericordia, Dios me tendrá misericordia, sólo amando estaré respondiéndole a Dios como Él quiere, porque Él siempre es un amor para mí.
En este momento, tal vez tenga que decirle a Dios: Señor, ayúdame a amar a las personas con las cuales me encontré y me pusieron a prueba en la experiencia del amor porque tocaron mis sentimientos, me han herido, me ha dolido en este corazón lo que hicieron conmigo pero yo tengo que perdonar en este momento porque quiero iniciar un nuevo año en paz, en paz contigo, en paz conmigo y en paz con todos mis hermanos.
Encuéntrese con Dios, no solamente en este momento, encuéntrese con Dios también en algún otro momento, agradézcale por la vida, agradézcale por tantas cosas y dígale que le perdone porque a lo mejor hubo momentos en que se olvidó de Él.
Dios nos conceda la Gracia y la Bendición de ser mejores, de vivir con ilusión y con esperanza, de vivir siempre con ánimo. Dios tenga misericordia de nosotros y en especial tenga misericordia de nuestro Oaxaca, donde vivimos, que Dios sea misericordioso y que Dios nos siga bendiciendo para que de veras vivamos como hermanos y nos miremos con el respeto y la veneración que merece toda persona.
Que todos nosotros, al exigir a los demás, antes nos hayamos exigido a nosotros lo que estoy exigiendo. No puedo exigir a mi hermano que viva de una forma y de otra si yo no me exijo lo mismo antes de exigirlo. Quiero que me respeten, primero respeta. Quiero que me amen, primero ama. Quiero que me perdonen, primero perdona. Quiero que me ayuden, primero ayuda.
Tenemos que irnos ganando todo eso haciéndolo primero.
Dios bendiga nuestro Oaxaca. Dios bendiga nuestras familias. Ojalá haya en nuestras familias, mucha reconciliación, mucha paz, lo necesitamos. Desde ahí nosotros aprendemos a vivir en comunión con nuestros hermanos, a vivir el amor.
Si lo aprendemos bien, lo viviremos en la relación con las demás familias y en la comunidad. Demos gracias a Dios porque nos permite llegar hasta este momento y decirle: GRACIAS, porque nos ha conservado la vida, porque nos ha dado fortaleza, porque nos ha acompañado en el caminar y agradezcamos a toda persona con la cual nos encontramos y que fueron una apoyo para nosotros, un aliento de vida, un ánimo, y en ellos estuvo siempre presente Dios y en ellos nos habló Dios.
Dios bendiga a todos y los conserve en esa santidad de vida.
Nos encomendamos a la Virgen María en las diferentes advocaciones y, en especial, de Nuestra Señora de la Soledad cuyo Jubileo estamos celebrando..
Estamos en un recinto que está lleno de gracia para nosotros, aquí podemos ganar la Gracia de Jubileo.
Que María, Madre de la Soledad, nos bendiga a todos y nos consuele en el momento del dolor.
Que así sea.