CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO
20 DE DICIEMBRE DEL 2020. En este cuarto domingo del Adviento, hemos escuchado la Palabra Divina y es una Palabra que no nos es desconocida porque, en muchas de las festividades que celebramos en honor a la Virgen María, se suele leer el texto del Evangelio de este domingo, la Anunciación, la Encarnación del Hijo de Dios en el vientre purísimo de María.
Les quiero decir que, cuando estaba yo leyendo el Evangelio, espero que también usted haya utilizado su mente para imaginarse la escena, la hermosa escena del ángel Gabriel y la Virgen María, en una humilde casa, porque María era una mujer de los pobres, de los pobres de Yavhé, de las familias humildes y sencillas, como tal vez es su familia.
Ahí, en esa humilde casita, estaba María, una jovencita prometida para casarse con José, el hombre justo y temeroso de Dios. Una mujer de Israel, del pueblo elegido. Recibe un mensaje: eres la Elegida para ser Madre del Mesías. De ese Mesías tan esperado por siglos, de ese Mesías que viene a salvar a su pueblo.
Una gran noticia. El ángel Gabriel le dice: Alégrate, alégrate, María, has encontrado Gracia ante Dios. Eres la Elegida. ¿Se podría alegrar María con este anuncio? Le dicen que va a ser madre, va a ser Madre del Mesías, del Hijo de Dios y, ¿qué va a pasar con ella?… ella piensa casarse con José. El Espíritu Santo te va a fecundar, y el que va a nacer de ti es el Hijo de Dios. Ese es el Mesías tan esperado.
Qué momento tan especial vivió María, al grado de que el arcángel Gabriel le dice: no temas, no temas. La vio, yo creo, temblorosa, muy asustada. El ángel quiere tranquilizarla y, María responde diciendo: yo soy la esclava del Señor, cúmplase en mí lo que me has dicho. Que se cumpla lo que me has dicho. Acepto esta voluntad divina. Tal vez nosotros digamos: “¿cómo no la iba a aceptar si fue elegida para ser Madre del Mesías, para ser madre de Jesucristo, cualquier mujer lo habría aceptado pero, entren en la realidad de María, en aquella jovencita prometida en matrimonio y piensen en José, cuando se dio cuenta, ¿qué dice el Evangelio? Que pensó repudiarla en secreto, no hacer público ese embarazo. Fue cuando Dios le reveló en sueños: lo que está esperando María no es obra humana, es obra divina, el Espíritu Santo la fecundó y, de ella, va a nacer el Mesías, el Salvador, y tú le vas a poner el nombre.
Fue difícil para María dar ese “sí”, como también le fue difícil a María dar el “sí” al pie de la cruz, cuando esa espada que le dijo el anciano Simeón: te va a atravesar el alma… al pie de la cruz, también dijo “sí”… María dice “sí” en la Encarnación y María dice “sí” al pie de la cruz.
Quisiera que nos preguntáramos hoy: ¿sabemos decir sí ante todas las cosas que nos pasan en la vida, usted va diciendo “sí, acepto la voluntad de Dios”?…en esos momentos duros y difíciles, en esos momentos que son de prueba, ¿usted dice sí, o se rebela? ¿o le dice a Dios: “y por qué a mí, por qué a mí me pasa esto, por qué permites que me pasen estas cosas a mí” ¿usted sabe aceptar la voluntad de Dios en esos momentos duros de la vida? ¿nunca se ha rebelado contra la voluntad divina? ¿siempre ha sabido decir sí?… pues le felicito, porque está lleno de Gracia, porque solamente así se puede ser fuerte, estando lleno de Gracia. Y necesitamos seguir llenándonos de Gracia porque las pruebas de cada día son más duras y más difíciles. Cuánto sufrimiento a veces padecemos, cuánto dolor hay en nuestro entorno y más en este tiempo que estamos sufriendo todos. Cuántas carencias, cuántas necesidades, cuántas luchas, cuánto esfuerzo. Necesitamos mirar esa voluntad divina, aceptarla, no diciendo: “pues ya me tocó, pues ya qué hago”… así no se acepta la voluntad de Dios, María no dijo eso. La expresión de María no es eso, porque a veces pues qué hago, ya, ya me tocó… a veces los esposos dicen: “pues ya me tocó esta mujer, pues ya qué hago, pues ya me tocó”… vamos a ponerlo al revés, también: “ya me tocó este viejo, pues ya qué hago, ya qué hago, ya me tocó”… ¿usted acepta así la voluntad de Dios en su vivencia matrimonial?, eso es muy pesado, eso es muy pesado. Hay que aceptarla con esa fuerza de voluntad, y esa viene de lo alto, la fuerza Divina es la que necesitamos en esos momentos en que nos está costando mucho trabajo la convivencia matrimonial, la convivencia familiar, la convivencia comunitaria. Necesitamos una Gracia especial y las Gracias vienen de lo alto, y las Gracias las pedimos, las buscamos, no nos caen del cielo nada más.
Si usted de veras quiere aceptar la voluntad de Dios, pida esa Gracia y esa fuerza, para que en el momento en que lleguen esas pruebas, usted diga: “sí, acepto, Señor, este momento tan duro, tan triste, de sufrimiento, de enfermedad, de dolor, de lágrimas… lo acepto y lo quiero aprovechar para crecer más en santidad, para crecer más en Gracia, para sentirme más bendecido por Ti, porque has puesto Tu mirada en mí y me has elegido. Y en este momento que sufro, en este momento que estoy enfermo, yo soy el Evangelio del sufrimiento y, quiero aceptarlo y aprovecharlo muy bien”.
Aprendamos de María a decir “sí”, aprendamos de ella y agradezcámosle que dijo “sí, soy la esclava del Señor, cúmplase en mí lo que me has dicho” y, en ese momento, María quedó fecundada, en espera de recibir a Su Hijo, Jesucristo, a Nuestro Salvador, Nuestro Redentor. Bendito “SÍ” de María.
Y quiero decir, bendito “Sí” que usted va a ir dando cada momento, ante diferentes circunstancias, bendito “Sí”.
Ya para terminar, ¿cómo ha preparado usted su casa? ¿Cómo la ha preparado? El Rey David quería preparar una casa para la Divinidad, quería construir una casa. ¿Usted cómo ha construido su casa para que el Mesías venga y habite en su casita? ¿cómo la ha preparado? ¿va a llegar a una casa donde se vive el amor? Porque por amor se ha hecho hombre, por amor vino a nosotros y quiere llegar a su casita… ¿esa casita está preparada? ¿ya hizo a un lado todo lo que estorba para que venga aquí Nuestro Señor y la habite, esté con nosotros? ¿ha aprovechado bien su tiempo de Adviento para hacer a un lado todo lo que estorba a Nuestro Señor?
En este ambiente nuestro, que estamos viviendo ¿estamos preparando la casa? ¿estamos preparando la ciudad para que el Señor llegue y habite en ella? ¿nuestro barrio, nuestra pequeña comunidad parroquial, la estamos preparando?… es trabajo de todos, de todas las familias, de todos los que formamos parte de la comunidad.
Si analizamos ciertas cosas, con tristeza tendremos que decir, hay ciertos signos que no hablan bien de nosotros, que estemos preparándole un lugar a Nuestro Señor. No pasa una semana sin que nos demos cuenta que otra vez mataron, que ya mataron a este, ya mataron a aquel y ya mataron a aquel otro. Que ya le quitaron la vida a esta mujer y a aquella otra… qué duro es eso. Eso no es prepararnos, eso no es prepararnos.
Tal vez usted diga: “oiga, pues vaya a decirlo allá afuera, porque los que estamos aquí somos respetuosos, amamos a Dios y tratamos de cumplir sus mandatos” Ayúdeme, ayúdeme para que usted vaya y platique, porque lo que vivimos aquí, lo que platicamos aquí, lo que reflexionamos aquí, la Palabra Divina que escuchamos, nosotros tenemos que llevarla y nos tiene que hacer pensar allá, en nuestra casita en primer lugar. Tenemos que regresar a nuestra casa y preguntarnos ¿hay estorbos aquí para que venga Nuestro Señor y nazca en nuestros corazones? Pues vamos quitando lo que estorba y arreglemos la casa, arreglemos la familia para que venga Nuestro Señor y habite en nuestro hogar, en nuestra ciudad, en nuestros pueblos.
Ustedes tienen que ayudarme, ustedes tienen que llevar ese mensaje, ustedes tienen qué hacer pensar a otras personas también y, entre todos, tenemos que hacer que esta Palabra Divina fluya y vaya entrando al corazón de los demás. No sólo la escuche y la guarde en su corazón, también proclámela, también anúnciela porque es discípulo de Jesucristo. Vayan por el mundo y anuncien el Evangelio.
Pues que aprovechemos muy bien estos días, estamos a 20 de diciembre, el 24 por la noche, tarde-noche, celebramos la Navidad, el Nacimiento de Nuestro Salvador, nos quedan unos cuantos días, pues aprovechémoslos muy bien para que nosotros nos preparemos y que el gozo y la alegría de la Navidad llegue a todos nuestros corazones. Así lo pido a Nuestro Señor, así lo pido a la Madre de Dios en favor de todos mis hermanos oaxaqueños y que eso resuene en sus familias, en sus hogares, en sus trabajos.
Que así sea.