HOMILÍA DE MONSEÑOR PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA
8 DE DICIEMBRE DEL 2020. Le pido al Señor nos conceda la Gracia de recibir su mensaje en nuestro corazón. Ya lo hemos escuchado, ahora, imitando a la Santísima Virgen, guardémoslo en nuestro corazón para que luego lo llevemos a la vida.
Lo primero que quisiera decirles es, Dios nos recuerda la realidad de pecadores que somos todos nosotros, que peregrinamos por este mundo. Somos pecadores.
Descendemos de Adán y Eva, formamos parte del género humano. Tenemos miserias, debilidades, defectos. Nos equivocamos en la vida, de una forma y de otra. Pero es necesario reconocer lo que hemos hecho, de lo que somos responsables. No busquemos a otros que nosotros digamos: “son culpables”. Reconozcamos nuestra culpa. Reconozcamos nuestro pecado. Adán no aceptó su culpa. Eva no aceptó su culpa y, en el caminar nuestro, tal vez, no hemos aceptado nuestra culpa porque hemos buscado a otros culpables.
Yo creo que es importante, en nuestra vida de hijos de Dios, ser responsables y aceptar en dónde está mi culpabilidad, qué hice de malo yo en lo personal, no qué hicieron de malo los otros, no en qué se equivocaron los otros… yo en qué me equivoqué, en dónde está mi pecado. Aceptémoslo.
Pero, a la vez, miremos al Dios Misericordioso, al Dios que es bueno y que nos perdona, pero que nos invita a ser distintos en la vida. No solamente le pidamos perdón a Dios, sino demostrémosle que de veras nos duele haber pecado, que estamos arrepentidos de habernos equivocado y que estamos haciendo el esfuerzo por ser lo mejor y no volver a pecar.
Qué importante es esto y, miren, estamos aquí, en el Santuario de la Reconciliación y la Paz. Así se le dio este nombre a aquí, a este Santuario de la Inmaculada de Juquila, de la Reconciliación y la Paz. Cuando vengas a este Santuario, reconcíliate con Dios. Si tienes necesidad del perdón sacramental, llénate de fe, de humildad de corazón y acércate al sacerdote para que, en nombre de Dios, te perdone y tú experimentes la paz en tu interior y regreses a tu casa feliz, porque has vuelto a Dios y has recibido su amor y su misericordia, al perdonarte tus pecados.
Que no solamente tenga este Santuario un título de Santuario de Reconciliación y Paz, que tú y yo lo hagamos verdad en nuestra vida. Aquí me reconcilio con Dios y regreso a mi casa perdonado por Dios, en amistad con Él para vivir en paz, en armonía con mis hermanos.
Al escuchar la primera lectura, donde dice que Adán y Eva se escondieron después de su pecado, pensé, ¿cuántas veces nosotros también nos escondemos, para que nadie se dé cuenta de lo que hemos hecho? Estamos ahí, al pendiente para entrar a una casa y que nadie nos vea, para cometer el delito de quitarle a nuestro hermano lo que con tanto esfuerzo tiene en su casa, para robarle, para quitarle lo que le pertenece… ahí me escondo, estoy vigilando para que nadie se dé cuente y entro a ese lugar donde no está nadie, para robar.
Cuántos de nuestros hermanos, el día de hoy, esconden su rostro para quitarle la vida a otros… esconden su rostro, se tapan su cara para que no sepan quién fue el que le quitó la vida a otro.
Nos escondemos de los ojos humanos, pero el que lo mira todo está ahí, observando. ¿Has comido del árbol que te prohibí comer? ¿por qué te escondes? Ese que le habló a Adán y Eva es el mismo que te ve a ti y me ve a mí, cuando nos escondemos en nuestras maldades.
De Dios no podemos escondernos. No nos mirarán nuestros prójimos, no sabrán nuestros prójimos, pero Dios sí sabe que le quité la vida a mi hermano, que me convertí en un Caín más, que le quité lo que le pertenece a mi hermano que con el sudor de su frente ganó y lo tenía en su casa.
Dios sí lo ve. No cargues en tu conciencia esto que no te va a traer paz ni bendición, te vas a desgracias la vida eso no lo quiere Dios.
Hoy nos presenta Dios un modelo y ese modelo es la Llena de Gracia, la mujer limpia y pura desde su concepción, la mujer libre de pecado, la elegida para ser madre del Mesías, ese es el modelo. ¿por qué no pedir su intercesión para que nosotros podamos vivir en la Gracia todos los días, vivir en la paz con Dios, con nosotros mismos y con los demás? Pide esa Gracia a la que tiene el poder de intercesión, para que alcance de Su Hijo, Jesucristo, la gracia para ti de que puedas trabajar para vivir siempre en Gracia.
Hoy estamos en este Santuario, de una forma distinta. Recuerdo que el año pasado estuve yo aquí. Este Santuario estaba con miles de gentes, dentro de este Santuario. Hoy, la presencia de nuestros hermanos es muy reducida, porque así debe de ser, porque nos tenemos que cuidar unos y otros. Todos tenemos que cuidarnos. Démosle gracias a Dios porque las puertas de este Santuario siguen abiertas, pero necesitamos que ustedes acaten esas disposiciones para entrar a este Santuario y tener esas medidas preventivas, necesarias en este momento que vivimos.
¿A qué has venido, hermano peregrino? ¿a qué has venido, hermano que vives aquí, en esta ciudad de Juquila? A encontrarte con la Madre de Dios, a encontrarte con Dios en un encuentro vivo, y tal vez hoy, a lo mejor venimos alegres, por haber llegado, sí, pero traemos una tristeza en nuestro interior. A lo mejor venimos a decirle a la Madre de Dios que el que siempre venía a este Santuario ya no está con nosotros, ya se fue. El que nos enseñó a amar a Dios y a la Madre de Dios y el que cultivó en nosotros la devoción a la Inmaculada de Juquila ya se fue para siempre… papá, mamá, ya no están y probablemente murió por esta pandemia.
Cuánto dolor traes en tu corazón, cuántas lágrimas en tu interior por este acontecimiento, pero vienes a decirle a la Madre: “alcánzame la Gracia de sentirme protegido, de poder seguir viviendo en salud, alcánzame esa Gracia. Quiero seguir viviendo porque de mí dependen muchas personas todavía, que están pequeños”. Que puedas seguir trabajando.
Tal vez vienes a dar gracias por esos favores y esas bendiciones que alcanzaste de la Llena de Gracia, de la Inmaculada de Juquila. Desde este corazón, eleva tu acción de Gracias, eleva tus súplicas, con gran fe y confianza; deposítalas en María, para que María las lleve hasta el trono de Dios, y de ahí regresen a nosotros convertidas en bendiciones abundantes.
Que tu fe siga creciendo.
Anoche les decía yo, en las vísperas, que mis sacerdotes me dijeron:” “llévenos ante la Madre Inmaculada de Juquila, llévenos ahí y pónganos en ella porque queremos seguir sirviendo como ministros de Dios, entregados a nuestros pueblos y comunidades. Ruegue por nosotros ante la Virgen de Juquila y de nuevo en este mediodía pongo a mis sacerdotes en las manos de la Madre de los sacerdotes porque es la Madre de Jesucristo y, el sacerdote, es otro Cristo, como decimos, indignamente, sí, pero es Nuestra Madre, la Madre de los sacerdotes. Ahí los dejo a mis sacerdotes, en las manos de María.
Pero también nuestros fieles nos han dicho: “cuando esté frente a la imagen de la Santísima Virgen, no se olvide de nosotros, no se olvide… y no me olvido, de este pueblo nuestro que sufre, de nuestros hermanos oaxaqueños tan pobres, tan humillados, tan despreciados a veces. ¡No me olvido!
Los dejo en María, los dejo en la Inmaculada, los dejo en la Llena de Gracia.
Este pueblo que tanto ama a Dios y que tanto ama a la Madre de Dios, debe de sentir protección y bendición divinas.
Los dejo a ustedes, hermanos peregrinos, que promueven la devoción a la Madre de Dios, que año tras año vienen a este Santuario. Ese amor de María, Inmaculada de Juquila, los hace venir de nuevo, no como una tradición, sino como un momento de Gracia, de grande Gracia, de grande bendición. Que toda esta Gracia que recibes hoy, estés dentro, estés fuera, a través de los medios de comunicación, esa Gracia tú la recibes y eso te ayudará a ser lo mejor en la vida.
Sigamos alabando a Dios y bendiciéndolo porque eligió a María como Madre de Su Hijo, Jesucristo y que nos la dejó como Madre a todos nosotros.
Sigamos siendo sus hijos y cada día mejores hijos, mejores hijos de Dios, mejores hijos de la Madre de Dios y que eso se demuestre en lo que hacemos a diario, en un servicio generoso en favor de nuestros hermanos, en una entrega en favor de los demás, en un desgastarnos por los que están con nosotros, por los que conviven con nosotros.
Para terminar, dejo en las manos de Nuestra Madre a todos nuestros médicos, porque también me dijeron: “si va a Juquila, pida por todos los médicos, pida por todos nosotros, por todas las enfermeras y enfermeros, por todos los que estamos en los hospitales atendiendo a los enfermos, pida para que no nos cansemos. A pesar de decir que estamos cansados y desgastados, que nos sintamos fuertes y sólo con el auxilio divino seremos fuertes. Los queremos de pie a nuestros hermanos, los médicos y enfermeras y enfermeros. Los queremos ahí, al pie de una cama de un hermano nuestro que sufre para que ellos sean capaces de ver, en ese hermano enfermo a Nuestro Señor, que dice: “ven, porque estuve enfermo y me visitaste”. Que los médicos descubran la carne sufriente de Nuestro Señor en la persona de los enfermitos que atienden.
Recemos por nuestros médicos, recemos por nuestros enfermos, digámosle a Dios que les dé fortaleza, que los queremos seguir viendo en nuestro hogar y en nuestros trabajos y que a nosotros nos conserve en salud para seguir cumpliendo con nuestros deberes de cada día, sirviendo a nuestros hermanos.
Inmaculada de Juquila, bendícenos a todos nosotros, tus hijos, que todo el que venga a este Santuario sienta Tu Amor maternal y regrese a su casa, feliz de haberse encontrado con una Madre que intercede por él y que lo bendice.
Que así sea.