PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO
29 DE NOVIEMBRE DEL 2020. Por la Gracia de Dios, estamos iniciando un nuevo año litúrgico en la Iglesia. Una nueva oportunidad que Dios nos regala para adentrarnos a sus misterios, para profundizar en ellos, para abrir nuestra mente y nuestro corazón y hacer que la Palabra Divina llegue hasta nuestro corazón y, enseguida, la voluntad nuestra la lleve a la vida, porque no basta escuchar o leer o meditar la Palabra de Dios, no es suficiente. La tenemos que hacer VIDA, porque Dios nos habla para que vivamos como Él nos dice que vivamos.
Ojalá y en este Adviento, nosotros podamos adentrarnos a este misterio de acercaros más a Dios, de sentir Su cercanía, Su presencia en nosotros y cerca de nosotros, para poder vivir hoy, mañana y siempre con esa seguridad en Dios, porque nuestra vida está cargada de sufrimientos, de muchas penas, y no podemos nosotros seguir caminando sintiéndonos solos. Usted no se debe de sentir solo, su fe le tiene que llevar a sentir que Dios está con usted, debe de tener esa experiencia todos los días. Dios está con usted.
Pero es necesario que usted y yo estemos con Dios.
Esta afirmación de que Dios está con usted, yo también quiero decir que usted está con Dios, que usted busca a Dios, que usted se interesa por Dios y lo va manifestando con acciones concretas, con testimonio de vida.
Eso es lo que a veces nos hace falta. A veces ponemos en duda la presencia de Dios, la cercanía de Dios… hasta la existencia de Dios, por lo que vemos en nuestro entorno y, tal vez, en este momento esta pandemia nos desespere, y a lo mejor hasta decimos: “bueno, tanto que le hemos pedido a Dios que nos libre, que ya se acabe esta pandemia y nada más no se acaba… ¿y usted ya ha ido analizando por qué no se ha acabado?… ¿qué nos dicen a veces?, que nos tenemos que cuidar. Tal vez usted y yo ya estamos convencidos de que tenemos que cuidarnos, pero hay miles, millones, millones de personas que no se quieren cuidar, que no tienen esa voluntad. Que no creen en esto. Nos dicen que andemos con este cubrebocas y, ¿cuántos nos dicen: “¿por qué me lo tengo que poner?”. Hasta nuestras mismas autoridades a veces.
Le pedimos a Dios que acabe la pandemia y nos dicen que una de tantas vacunas y la primera que debemos cuidar es: cuídate poniéndote el cubrebocas, para que no contagies a nadie y para que nadie te contagie. ¿Por qué le echamos la culpa a Dios?… “te he pedido tanto que termine esta pandemia, y no se acaba”… mejor vamos pensando ¿qué nos está haciendo falta a nosotros para que se acabe?… los científicos están trabajando intensamente para encontrar esa vacuna. Ojalá y pronto la tengan pero ¿por qué no aprendemos? ¿por qué no nos cuidamos? ¿por qué no estamos atentos?
¿Usted se siente inmune? Yo no… yo me siento en el peligro, no solamente por mi edad sino por las enfermedades que cargo a través de los años. ¿Usted se siente muy sano? A veces los que dicen estar muy sanos se caen y se van, se les acaba la vida. Tengamos mucho cuidado.
El profeta: “Señor, te has alejado de nosotros” ¿usted también dice eso: “¿Señor, te siento muy lejos”? ¿No será, más bien, que nosotros nos hemos alejado? ¿hemos dejado de cumplir sus mandatos? ¿hemos dejado de hacerle caso?
Al leer y releer la primera lectura, del profeta, yo pensaba en nuestro país, en nuestro Oaxaca, ¡cuánta injusticia, cuánto desorden, cuánta maldad!
Presumimos a nuestro estado de Oaxaca porque somos, después de la ciudad de México, el primer estado que aprobó la ley del aborto, lo presumimos… lo presumimos.
Se presume, se presume a las mujeres que han sido llamadas a ser madres y que tienen, por Gracia de Dios, no por su gracia, sino por Gracia de Dios, poder concebir, se puede presumir que yo puedo tomar la decisión de decir Sí a la vida, No a la vida. Dios quiere el SÍ, siempre. Y ahora nosotros, orgullosos porque nuestro estado ya tiene Ley del aborto. ¡Dios mío! Nos debería avergonzar.
Dios dice en Su Palabra lo siguiente: cuando Adán vio a la mujer dijo “es hueso de mis huesos y carne de mi carne y, el día de hoy, ¿a cuántas mujeres se les quita la vida sólo por ser mujer, ¡sólo por ser mujer! Es hueso de mis huesos y carne de mi carne ¿por qué se nos ha olvidado eso? ¿por qué no respetamos a la que es imagen y semejanza de Dios? ¿a la que es hermosura de Dios? ¡La mujer! ¡le quitamos la vida porque es mujer! Feminicidios a diestra y siniestra. En nuestro país y en nuestro Oaxaca se nos olvidó que es carne de nuestra carne y hueso de nuestros huesos. Se nos olvidó que tiene dignidad y que es grande.
Y, cada día, en nuestro país, se nos dice: Encontraron fosas aquí y fosas allá, fosas clandestinas y muertos y más muertos, asesinatos y más asesinatos y las madres de familia buscan a sus hijos, los buscan desesperadamente y nos los encuentran. ¿Cuántos hombres y mujeres desaparecidos? ¡por la maldad del hombre!
¿Quién es el que se ha apartado? ¿Dios se ha apartado de nosotros o nosotros nos hemos apartado de Dios?
Seamos sinceros, ¡Nosotros nos hemos apartado de Dios! ¡nosotros no queremos estar cerca de Dios! Y, a veces, hasta decimos que Dios nos estorba para vivir nuestra libertad y hacer lo que nos plazca, porque hay muchas prohibiciones de Dios, y no me deja ser ese hombre libre.
Nosotros somos los que hemos corrido a Dios de nuestra vida, de nuestros pueblos, de nuestras comunidades, de nuestras instituciones. Lo hemos hecho a un lado.
Qué triste. Dependemos totalmente de Dios y, hoy, Dios nos dice que estemos preparados. Acérquese más a Dios, llénese más de Dios. Lo invito de corazón y me invito a mí mismo. Usted y yo tenemos tentaciones, estamos llenos de tentaciones. No permitamos que la tentación nos venza, nos domine. Hagámonos fuertes en Dios y se hace fuerte en la ORACIÓN. Sea un hombre, una mujer de oración. Aproveche esta Adviento para hacer un crecimiento de oración en su persona, un acercamiento más a Dios y un prepararse espiritualmente, interiormente para tener ese encuentro y esa vivencia de la próxima Navidad. Pero que sea una Navidad feliz, se lo pedimos a Dios… se lo pedimos a Dios y yo se lo pido a usted a nombre de Dios. Llénese de Él, acérquese a Él, no lo haga a un lado en su vida.
Que María, el modelo de espera, nos alcance una Gracia, de poder decir un “sí”, como lo dijo Ella: “Hágase en mí, según Tu Palabra”
Que nosotros también podamos decir un “SÍ”… “Sí, Señor, siento Tu cercanía, Tu presencia y quiero vivir, quiero vivir unido a Ti. Concédeme la Gracia de ser mejor cada día y concédeme la Gracia de motivar a mis hermanos, cercanos y no tan cercanos, a que ellos también se llenen de Dios y sean lo mejor.
Dios nos cuide y nos ayude a vivir un nuevo año litúrgico, adentrándonos a los misterios divinos y profundizando en ellos y creciendo en Santidad de Vida, porque nos estamos acercando al encuentro con Dios y, ese encuentro con Dios, tiene que ser un encuentro feliz, donde le escuchemos y que nos diga: “Ven, Bendito de mi Padre”.
Que así sea.