DOMINGO DE LA XXXIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
15 DE NOVIEMBRE DEL 2020. Después de haber escuchado esta Palabra Divina, vamos haciendo un esfuerzo, ustedes y yo, por asimilar este mensaje y, de alguna forma, aplicarlo en nuestra vida. Cuando escuchaba la primera lectura, vino a mi mente cuántas bendiciones y gracias salen de los labios de esposos que Dios les ha regalado una buena esposa, al grado de que yo he escuchado que dicen: “no merezco la bendición que Dios me ha dado en la persona de mi mujer” Qué hermoso sería que así se expresaran todos los hombres que fueron llamados al matrimonio, alabando y bendiciendo a Dios, por todas las virtudes, por todas las gracias que encuentran en su esposa.
Pero, a la vez, también he escuchado a esposas, a mujeres que alaban y bendicen a Dios porque les ha tocado un marido, un marido bueno, y descubren en él la bendición divina y también una bendición inmerecida.
Si hace un momento dije: “qué hermoso sería…” pues aquí también tengo qué decir: qué hermoso sería que ustedes, esposas, pudieran decir eso de sus esposos. Y si seguimos mirando nuestras familias, qué hermoso que los padres agradecieran a Dios por la bondad de sus hijos, por lo bueno de sus hijos y, nosotros hijos, agradecer a Dios por la bondad de nuestros padres.
Y, si abrimos un poquito más ese abanico, que encontráramos en los demás parientes bondad en el corazón de la parentela nuestra. Y en el centro de trabajo encontrar así también personas buenas, de corazón bueno, bondadosas, virtuosas, para poder decirle a Dios: gracias, Señor, porque descubro Tu presencia en cada uno de mis hermanos, en toda esa bondad que hay en ellos, porque Tú eres la bondad por excelencia y aquí está presente esa Bondad Divina en el corazón de mi hermano.
¿Cuándo llegará ese día? Cuando todos nosotros tomemos conciencia de que Dios nos ha regalado a todos, sin excepción, lo que leíamos en el Evangelio, nos ha regalado talentos, talentos… y quiere que los pongamos a trabajar, quiere que los ejercitemos, los que han sido llamados al matrimonio, Dios les ha dado una Gracia, lo que se llama Gracia de estado. Dios te ha dado la Gracia para vivir tu amor de esposo, de esposa. Si Dios te ha llamado a esta misión, a este estado de vida, te da lo que tú necesitas para vivirlo.
Ejercita esa Gracia de estado que tienes, vívela intensamente. No hagas difícil, no hagas difícil lo que es fácil. No hagas difícil vivir el amor, no lo hagas difícil.
Vive amando, eso es lo importante… ¡Vive amando!, pero no condiciones tu amor: “te voy a amar si tú me amas”. Eso no se llama amor. Yo te voy a amar porque es mi deber, es mi obligación, a eso estoy comprometido. A amarte.
Dios me ha dado la gracia de vivir el amor y en este estado de vida determinado.
No lo hagamos difícil, no lo hagamos imposible. Pon a trabajar los talentos que Dios te dio para que, al final de la vida, te pueda decir Dios: “siervo bueno y fiel. Siervo bueno y fiel”.
Aquí están, Señor, las vivencias de todos los dones y gracias que Tú me regalaste a lo largo de la vida, aquí están la paciencia, la bondad, el servicio, la generosidad, la limpieza interior, la justicia, la paz, el amor… aquí está, lo he trabajado, lo he trabajo, no lo escondía, me puse a trabajar en ello… siervo bueno y fiel… siervo bueno y fiel.
Que a ninguno de ustedes le vaya a decir Dios: “siervo malo y perezoso”, eso sería muy triste… “siervo inútil, échenlo afuera, a las tinieblas, ahí será el llanto y la desesperación”.
Entra al banquete de Tu Señor, siervo bueno y fiel.
¿Usted se ha puesto a pensar todas las cualidades que tiene, todas las virtudes que Dios le ha dado, todas las Gracias que a lo largo de su vida Dios ha querido regalarle? Y, después de pensar en ellas, ¿puede decir, delante de Dios: he trabajado en esto. En algunas me ha costado, pero he hecho mi esfuerzo, y logro… logro… me cuesta mucho trabajo, por ejemplo, ser paciente, pero hago un esfuerzo y logro dominarme, logro dominarme para no perder la paciencia, para no decir cosas que no debería decir, para guardar silencio…
Pues está trabajando esos talentos y va a poder entregar buenas cuentas… buenas cuentas.
Yo quiero que todos entreguemos buenas cuentas. Aquí pienso en mí, en el ejercicio de mi ministerio. Siempre me he preguntado qué ha visto Dios en mi persona para llamarme en tan alto ministerio, ¿qué ha visto Dios?, y eso me compromete, esto me compromete a seguirme ganando esas frases de Dios: siervo bueno y fiel. Tengo que vivir mi ministerio con entrega, con generosidad, con sacrificio.
Tiene que haber en mí bondad, tengo que trabajar para que haya en mí más y más bondad, y eso se lo digo a usted, trabaje para que haya más bondad. Tengo mis limitaciones, por supuesto, tengo mis deficiencias, tengo mis miserias, tengo mis pecados, pero tengo un Dios misericordioso que me perdona y que me dice que me levante y que siga adelante.
Usted tiene que ver también eso, que tiene limitaciones, que falla, por supuesto, pero no se quede ahí, ¡levántese, siga adelante!… le faltó un poquito de esfuerzo en ese detalle que lo hizo caer. Le faltó un poquito de voluntad, pues agarre no sé de dónde esa fuerza de voluntad para ya no caer ahí y seguir adelante, y seguir siendo ese siervo bueno y fiel.
Cómo me gustaría que mis sacerdotes pensaran para servir mejor al pueblo de Dios a ellos encomendado, que vivieran esa entrega generosa, ese sacrificio… sé que lo viven pero, que cada día lo vivan mejor, porque este pueblo bueno, como les digo a ellos, lo merece, lo merece nuestro pueblo, que seamos mejores cada día, que seamos de alguna forma personas que alientan, que llenan de esperanza, que animan a un pueblo que sufre y sufrir con ustedes y vivir en medio de ustedes.
Y cuando pienso en mis autoridades civiles, cómo me gustaría que Dios les estuviera diciendo cada día: siervo bueno y fiel… siervo bueno y fiel. Cómo me gustaría llegar a los pueblos y que me dijeran: “Señor Obispo, gracias porque tenemos un buen sacerdote”. “Señor Obispo, en nuestro pueblo Dios nos ha bendecido porque tenemos un gran Presidente Municipal, todos los miembros del Ayuntamiento trabajando por el bien de nuestro pueblo. Dios nos ha bendecido”.
Pero, a veces, con dolor tendré qué decir, a veces, con tristeza me dice el pueblo: “oiga, ¿cuándo nos quita al padrecito, cuándo nos quita a este padrecito? Ya nos cansamos con él” Y tal vez digan, porque no se atreven a decir: “¿cuándo nos quitarán a este Obispo para que nos manden otro?
Pero, también me han dicho: “oiga, híjole, nos equivocamos con las autoridades que nombramos, viera qué mal nos ha ido” ello yo no lo quisiera escuchar, ni de mis sacerdotes ni de mis autoridades civiles, porque dañan, dañan estas expresiones, por supuesto que dañan, entristecen, preocupan, angustian, porque es lo que vive nuestro pueblo, preocupación, angustia, desilusión, desencanto, desaliento…¿cómo nos vamos a ganar al final de la vida que Dios nos diga: siervo bueno y fiel, te nombré Presidente Municipal por tres años, te nombré Gobernador por seis años… siervo bueno y fiel… si no hacemos lo que debemos, se me hace que no nos vamos a ganar eso.
Pero esto es para todos, no tampoco nos pongamos a decir: “hombre, hubiera venido el Gobernador después de su informe hubiera venido aquí, a la catedral, a las doce del día para dar gracias a Dios y para que el Obispo le dijera que sea un siervo bueno y fiel porque nos ha fallado a ratos, y usted tal vez me diga: “¿a ratos, señor Obispo, a ratos?”, como preguntándose. Yo sé que esto le llegará a sus oídos porque va a leer lo que ustedes escriben, lo que ustedes escriben en los medios. Está bien, si eso le ayuda a mi Gobernador a ser mejor y a los Presidentes Municipales y a mis sacerdotes y a mí mismo para ser mejor, bendito Dios, pero también quiero que usted, padre de familia, madre de familia, hijos de familia, tenemos que ser mejores, tenemos que ser mejores, porque Dios quiere decirnos: siervo bueno y fiel. Mejores periodistas, mejores comunicadores, mejores servidores de aquí, de allá, mejores doctores, mejores maestros, profesores… siervo bueno y fiel.
Tenemos que ser mejores todos, con la ayuda de Dios
Que María, Nuestra Madre, nos acompañe en este caminar y nos ayude para que podamos ser lo mejor cada día.
Que así sea.