DOMINGO DE LA XXXII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
8 DE NOVIEMBRE DEL 2020. En este día domingo, XXXII del tiempo ordinario, estamos muy cercanos a terminar el año litúrgico, sólo nos restan 2 domingos, y se termina el año litúrgico y, por eso, suele la Palabra de Dios, recordarnos que aquí vamos de paso, que esta vida se termina, que Dios vendrá a nuestro encuentro, que Dios nos va a llamar, que vendrá nuestro final y que debemos estar muy preparados, porque el mismo Señor nos dice eso: “estén preparados porque no saben ni el día ni la hora”.
He estado pensando en todo lo que sucede en el mundo, en nuestro país, en nuestro Oaxaca. Todas esas muertes a causa de la pandemia. ¿Cuántos de ellos estarían preparados para el encuentro con Dios?, ¿cuántos de ellos tendrían sus lámparas encendidas y suficiente aceite, para que esas lamparitas no se apagaran?. ¿Cuántos estarían preparados?.
Les llegó la pandemia y, muchos de ellos, no sanaron, murieron y, en sus familias, ha habido mucho dolor, mucha tristeza. A lo mejor hasta sentimientos muy encontrados. En nuestro Oaxaca es una tradición velar a los muertos de una forma muy especial, estar con ellos, estar con la familia, compartir con ellos ese momento y no ha sido posible, no se debe de hacer, porque tenemos que seguir cuidándonos todos. Se han ido y ya no pudieron verlos, porque fueron cremados, porque les entregaron los restos de sus seres queridos en una pequeña urna, sus cenizas.
Pero mi pregunta está ahí ¿quiénes estaban preparados?.
Entiendo que la familia y el mismo enfermo tuvo diferentes momentos para dirigir su pensamiento a Dios, para decirle a Dios: “la salud, Señor. El perdón. La Misericordia” Se hizo oración, se pidió por ellos. La Iglesia ha estado pidiendo por ellos, por los enfermitos y por los que murieron. Por las familias, para que Dios las fortalezca y las llene de esperanza, de ánimo… pero mi pregunta es: ¿cómo estarían ellos? Y, pues, no nos vayamos tan lejos, ¿cómo estamos nosotros de preparados? ¿nos vamos a atener a lo que otros hagan por nosotros? ¡no! No se puede. Otros no van a hacer que nosotros tengamos un encuentro feliz con Dios, no. Están orando, piden por nosotros, piden Gracia, piden bendición, piden auxilio, piden misericordia. Sí, eso es verdad, y tiene su fuerza, y tiene su gran valor, pero lo que cuenta es lo que tú haces.
¿Cómo estás reaccionando ante esas oraciones?, tus padres te ponen en manos de Dios, pero, ¿tú buscas estar en Sus manos, tú quieres estar en Sus manos, trabajas para estar en Sus manos?
Ellos piden bendición y Gracia para ti y tú, ¿tienes la iniciativa de buscar esa gracia de encontrarte con Dios, de llenarte de Su Fuerza, estás haciendo trabajo para eso o te atienes sólo a lo que otros hagan por ti?
No nos atengamos. Yo, yo sé que usted reza por mí, yo sé eso. Todos los días que usted va a misa pide por mí en un momentito. El sacerdote dice: “por nuestro Obispo Pedro” y usted está escuchando y también dice en su interior: “por mi Obispo, Pedro” pero, ¿si yo no hago nada para ganar mi salvación? Usted está orando, usted ora, usted pide. Yo debo de hacer, yo debo de trabajar, yo debo de ganar ese recipiente de aceite para que mi lámpara no se apague.
¿Y cómo llenamos ese recipiente de aceite? Con nuestras obras, con nuestras obras. Realice obras de fe, de esperanza, de amor y revísese usted. ´¿Cuántas virtudes o cuántas cualidades tiene usted y está ejercitando?
Cuando usted practica las virtudes, está llenando el recipiente de aceitito, está conservando la lamparita encendida y va a tener el encuentro con Dios, cuando Él venga, va a ser un encuentro de luz, no de tinieblas, va a ser de luz porque su lámpara está encendida, porque Dios es la luz por excelencia y porque usted tiene aceite allí, en el recipiente, porque está a la espera de tener ese encuentro con Dios, y ese recipiente se llena por el ejercicio de las virtudes, por la práctica de las cosas buenas.
Llénelo cocinando el alimento para sus hijos. Llénelo barriendo su casa, limpiando su hogar, acomodando sus cositas. Llénelo estudiando, porque ese es su trabajo ahorita. Llénelo trabajando en la oficina, en el taller, en el campo, en la fábrica. Llénelo. Llénelo en la convivencia muy humana, en la relación pacífica con sus hermanos, en el respeto a los demás. En el valora a cada una de las personas, en darles su lugar a cada persona, ahí llenará su recipiente de aceite y estará esta lámpara bien encendida, porque lo que usted está haciendo son obras de luz y mientras más obras de luz haga, más llena su recipiente y más ilumina.
Nuestro Señor nos dice: “que sus obras brillen ante los hombres. Ustedes son la luz del mundo”.
Necesitamos eso porque debemos tener un encuentro con Dios muy feliz, muy feliz. Siembre en el corazón de los demás esto. Motívelos, motívelos a ser personas de bien, a hacer actos de caridad, acciones muy concretas.
El día de ayer yo pensaba, después de leer el Evangelio en la Celebración Eucarística, pensaba en tantos y tantos niños y jóvenes que, en este momento, se les está dificultando el aprendizaje porque están recibiendo la enseñanza en su hogar, no pueden ir a la escuela, no pueden ir a la escuela.
Desde su casa reciben la enseñanza y dicen que la enseñanza llega a través de la televisión, a través del internet. Pero, oiga, ¿usted ha pensado en tantos niños y niñas y jovencitos que no tienen televisión, que no tienen internet, que no tienen una computadora, que no tienen un celular para recibir su enseñanza, ha pensado en ellos? Y no se vaya tan lejos, porque aquí yo siento que son miles y miles de niños que carecen de todo eso… carecen. No se vaya tan lejos, en su misma familia, búsquele ahí, en su familia y haga una labor, como familia, ¿no podremos ayudar al sobrinito que no tiene una computadora para que estudie?, ¿no lo podremos ayudar entre los parientes, no nos podremos juntar?
Y no empecemos diciendo: “es que su papá es muy flojo, no estaría así, pero su padre es muy flojo, muy mantenido” o tal vez digamos: “es un borracho ¿voy a ayudarle yo?”… oye, ¿no te da ternura el niño? Tal vez el papá no te motiva pero ¿el niño? ¿no te da ternura que está sabiendo que otros compañeritos de él están haciendo todas sus tareas porque sí tienen su computadora, porque sí están conectados siempre? ¿no te da ternura con tu sobrinito? ¿con tu vecinito? ¿no te da ternura, no te mueve a que sacrifiques algo de lo que tienes para que lo compartas con ese niñito que tú conoces?
No esperemos que nos traigan la lista, a ver, ¿a quiénes les falta computadoras? Díganos y su domicilio para comenzar a llevárselas. ¡No! Comienza ya, tú sabes quién.
Yo ya tengo aquí en mi cabeza a quién voy a ayudar, porque sé que no tiene computadora, aquí yo ya lo tengo ¿usted ya lo tiene aquí, en su cabecita? Cuando lo tenga en su cabecita, métalo aquí en su corazón. Ame a ese niño, a ese jovencito que está estudiando. Bájelo de su cabeza y métalo en su corazón y que ese corazón manifieste su amor. Ten, para que estudies un poquito mejor. Ten esa computadora, ten esta Tablet o no sé cómo se llaman todas esas cosas. Ten… ten.
¡Ayudemos! Y, miren, si hacemos eso… ¡ay! Este recipiente se va a llenar, se va a copetear de aceitito y nuestra lamparita va a estar bien encendida y, cuando lleguemos con Dios nos va a decir: “ven, ven porque me regalaste un día una computadora”… “¿a ti te regalé una computadora?”… “sí, se la regalaste a un niñito que vivía frente a tu casa, a un sobrinito tuyo le regalaste. Ven, ven para acá”.
Se lo digo a ustedes que están aquí, sentados, y tal vez me diga: “Ay, padre, ¿yo de dónde?… estoy para que me den, estoy para que me den”. Pues sí, sí es verdad, a veces estamos para que nos den, pero si nos juntamos y compartimos de lo que nos den, ¿qué le parece? Si dice que estamos para que nos den y nos dan y usted también da, le seguirán dando porque Dios bendice a quien da con generosidad y así podemos nosotros ¡uy! Alegrar el corazón de tantos niños y de tantos jóvenes.
Pues es lo que comparto hoy yo en este día. Yo quiero tocar su corazón, de usted y de los que nos están escuchando a través de los medios de comunicación. ¿Por qué no llenamos la lamparita con algo de eso? Acciones ya muy concretas, y con la práctica de las virtudes llenaremos la lamparita y tendremos un encuentro con Dios, feliz.
Que María, nuestra Madre, a quien le estamos celebrando su Jubileo y que se ha extendido por Gracia que Dios nos concede a través del Papa Francisco, se extiende hasta el 15 de diciembre de 2021. Que esa Gracia que nosotros recibimos hoy aquí al entrar a este Santuario de Gracia que es la Catedral, pues sea una Gracia que nos ayude a seguirnos superando en la vida, a seguir en la espera del encuentro con Dios y de tener ese encuentro feliz con Él porque estaremos listos cuando nos digan que viene Él a nuestro encuentro. Y estaremos ahí, con nuestra lámpara encendida y con el suficiente aceite para que no se nos apague.
Que Dios nos bendiga a todos y nos ayude a seguir creciendo en el amor a Él.
Que así sea.