DOMINGO DE LA XXIV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
13 DE SEPTIEMBRE DEL 2020. Después de haber escuchado todo este mensaje divino, y aquí en el silencio y en la tranquilidad de nuestra Iglesia Catedral, y en el silencio y tranquilidad de las casas de muchos hermanos nuestros que están unidos a nosotros a través de los medios de comunicación, es muy importante que esta Palabra Divina entre a nuestro interior y despierte en nosotros sentimientos muy humanos y muy cristianos, muy de hijos de Dios.
Tú y yo somos sensibles, por nuestra misma naturaleza humana. Cualquier detallito, a veces, nos hiere, nos mortifica, nos enciende, nos provoca disgusto, pero esas reacciones no son de un hijo de Dios que tiene que aprender de Su Padre, de Su Padre bueno, que es Dios.
Dios siempre lleno de misericordia, siempre dispuesto al perdón, y tú y yo tenemos que aprender de Él.
Hoy, esta Palabra Divina nos dice que en el caminar nuestro, en esa relación con nuestros hermanos, no se debe anidar en nuestro corazón el rencor, el odio, los deseos de venganza. En este corazón nuestro sólo debe existir y estar presente el AMOR y ese AMOR te lleva a perdonar y a tener misericordia.
¿Por qué te perdona Dios y por qué tiene Misericordia de ti?… porque TE AMA y nunca ha dejado de amarte, así como eres tú, lleno de miseria, lleno de debilidades, el Amor Divino está ahí, siempre presente. No disminuye. La Misericordia de Dios es muy grande en tu favor y es lo que quiere Dios.
No dejes de amar a tu hermano, para que seas capaz de perdonarlo y de tenerle Misericorda.
Si reaccionas con amor, habrá perdón.
Si reaccionas con amor, habrá Misericordia, pero si no reaccionas con amor, va a haber venganzas, va a haber odios, va a haber rencores.
¿Eso es lo que te vas a llevar para tener el encuentro con Dios?
¿Te vas a llevar un corazón lleno de odio y te vas a presentar ante el Padre Misericordioso odiando, sin haber perdonado, sin haber tenido Misericordia?
Hoy, Nuestro Dios nos dice: “un día te vas a presentar ante el Creador”. Si sigues odiando, si sigues teniendo rencor, llegará tu final ¿y? nos vamos con el odio. ¿Así se puede uno encontrar con el Dios Misericordioso, con el Dios Amor? Con el Dios Amor se encuentra uno AMANDO.
En el Evangelio, al apóstol Pedro se le hacía mucho perdonar siete veces y el Señor le dice: “70 veces 7”. El perdón que yo pido para ti es SIEMPRE, SIEMPRE, en todo momento y bajo cualquier circunstancia. No te midas en tu perdón para que yo no me mida en el perdón en tu favor. No te midas en tu misericordia para que yo no me mida en mi Misericordia.
Por eso le decimos: “perdona mis ofensas como yo perdono a mis hermanos”.
Y fíjense el ejemplo que puso Nuestro Señor, de aquel rey, donde un sirviente le debía una gran cantidad y le dijo: “ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo” y el rey le perdonó la deuda y se encontró con uno de sus compañeros que le debía poquito, y la misma expresión: “ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo” y no quiso perdonarlo… no quiso perdonarlo…
Tú y yo le decimos a Dios en diferentes momentos de la vida: “Señor, reconozco mi miseria y mi pecado” y lo dijimos al inicio de la misa: “perdóname”. ¿Cuántas veces le has pedido perdón a Dios y cuántas veces tal vez te falte de seguir diciéndole a Dios: “perdona mi pecado, perdona mi miseria, perdona mis debilidades”. Y ahí está Dios, derramando su perdón.
Que cuando llegue tu hermano que te ofendió, tú también le puedas decir con tu actitud: “te amo y por el amor que tengo a Dios y a tu persona, te perdono y le pido a Dios que tenga misericordia de ti y de mi”.
Cuánta paz vas a encontrar en tu interior a lo largo de la vida si tú eres capaz de perdonar.
¡Ah! Pero cuánta infelicidad, cuánta amargura, cuánto sufrimiento, cuánta desilusión vas a ir cargando si tú no tienes perdón.
Por eso se han acabado familias, familias, familias enteras se han acabado por los odios, por los rencores, por las venganzas. Cuántas familias se han dividido por no perdonarse. Cuántos vecinos se viven mirándose, como decimos, con malos ojos, con malos sentimientos, todo por no perdonar.
¿Vale la pena seguir cargando eso? ¿servirá de algo que sintamos ese odio y ese rencor contra alguien? ¿devolveremos la vida a papá, quitándole la vida a otro? ¿le volveremos bendiciones a nuestro pueblo peleando contra el otro pueblo? ¿alcanzaremos bendiciones y gracias divinas porque nos la vivimos enfrentados contra nuestros hermanos que viven en otra comunidad?
Cuidado… cuidado.
No siembres odio, sólo siembra el amor. El odio no va a traer frutos, el amor sí trae frutos. Frutos de vida eterna para vivir siempre con Dios, frutos de paz, frutos de justicia, frutos de Gracia, frutos de bendición. Los odios no traen eso. Los odios traen mucha amargura, mucho sufrimiento, muchas lágrimas. Eso no quiere Dios.
Que ojalá esta Palabra Divina toque las fibras de nuestro corazón, de esa sede del amor que es tu corazón y hoy puedas decirle a Dios: “gracias, Señor, porque me has perdonado siempre y, con tu Gracia, seguiré perdonando a mis hermanos SETENTA VECES SIETE, o sea, SIEMPRE.
Yo quiero tu perdón en todo momento y me lo voy a ganar dando mi perdón a todos mis hermanos en todo momento, y en cualquier circunstancia.
Que así podamos vivir.
Que María, Nuestra Madre, Ella, que moldea nuestro corazón, nos ayude para tener esos sentimientos humanos y cristianos y le hagamos caso a Su Hijo, Jesucristo, que nos dice: “El Perdón y la Misericordia, por encima de todo”
Que así sea.