DOMINGO DE LA XXII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
30 DE AGOSTO DEL 2020. Este es un momento importante de nuestra celebración, porque es el asimilar la Palabra Divina en lo personal. Dios nos ha hablado a todos según su edad y según su estado de vida y espera de cada uno de nosotros una respuesta, que siempre debe de ser una respuesta muy comprometida con el Señor porque estoy frente a personas que hacen el esfuerzo diario de ser esos discípulos de Nuestro Señor, que lo van siguiendo, que se dejan guiar y conducir por Él, que quieren hacer las cosas lo mejor que les es posible.
De nuevo, aparece Nuestro Señor anunciando Su Pasión y Su Muerte, Muerte en la Cruz, ofreciéndose en sacrificio. Es el anuncio que el Señor hace a sus Discípulos.
El domingo pasado escuchábamos que Nuestro Señor cuestiona a sus Discípulos, les pregunta: ¿quién dice la gente que es el Hijo del Hombre? ¿y ustedes quién dicen que soy yo? Pedro responde: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios”… “esta Revelación la ha hecho Mi Padre”.
Hoy, el Señor les anuncia Su Pasión y reacciona Pedro también. Dice: lo lleva aparte el Señor, comienza a decirle que eso no le puede suceder a Él. Ese morir en la Cruz, ese sacrificarse, ese ser despreciado no es para Jesús Mesías y, el Señor le dice: “Apártate de mí, Satanás, no intentes otra cosa. Ahora estás pensando como piensan los hombres, como piensa el mundo, no como piensa Dios”.
El domingo pasado le decía: “Mi Padre te lo ha revelado”… ahora tienes un pensamiento muy humano, muy de mundo. No me estorbes, no me impidas hacer lo que tengo qué hacer, cumplir la voluntad del Padre. Y les deja una enseñanza: si quieren ser mis Discípulos, tomen su cruz y síganme, renuncien a ustedes mismos, váyanse ofreciendo en sacrificio, vayan muriendo, vayan luchando, vayan esforzándose, sólo así se llega a la victoria… menos, no.
Y, usted, que me está escuchando, lleva una cruz, la cruz del sufrimiento, del dolor, de las necesidades, de las carencias, de las enfermedades, de los desprecios, de las humillaciones… una cruz va cargando usted, no la deje a un lado. Usted es discípulo de Nuestro Señor y se tiene que parecer a Él.
Tiene que llegar hasta el final, cargando su cruz, cumpliendo la voluntad de Dios y, a veces, esa voluntad divina es de mucho sacrificio, de mucho esfuerzo, de muchas luchas. No renuncie a la cruz y, si la siente pesada dígale a Nuestro Señor que le dé la fuerza que usted necesita para seguirla cargando porque quiere ser fiel hasta el final y no desaprovecha ninguna oportunidad que tenga de sentir su cruz para crecer en santidad, para crecer en Gracia y para poder ofrecer, a sus seres queridos, en primer lugar, y a este mundo en que vivimos su sacrificio personal y dígale a Nuestro Señor: “si de algo sirve mi sacrificio, te lo ofrezco, recíbelo… recíbelo… pero dame esa fuerza y esa Gracia que yo necesito para seguir adelante, cargando con mi cruz, porque quiero triunfar.
No le permita a Satanás que lo tiente porque les va a estar diciendo en su interior, en su entorno: “¿de qué está sirviendo tu sacrificio? ¿de qué está sirviendo tu penitencia?, no sirve de nada” Lo quiere desanimar, lo quiere desalentar para que usted abandone la cruz y se rebele, se rebele contra la voluntad del Padre. No le haga caso, es una piedra de tropiezo y usted tiene que pasarla.
Luche contra el tentador, tiene la fuerza Divina en usted, la fuerza del Espíritu Santo está en usted. El día que fue confirmado le dieron el don de Fortaleza. Actualice el don de Fortaleza para ser fuerte en ese momento y vencer, vencer la tentación y salir adelante.
Que no lo derroten. Que no lo engañe el príncipe de la mentira, el padre de la mentira que es el espíritu del mal. Le seguirá diciendo que de nada sirve lo que usted hace, que no agrada a Dios y que no alcanza nada porque Dios le ha abandonado a usted y no lo escucha y ni siquiera toma en cuenta su sacrificio… no se deje engañar… Dios toma en cuenta absolutamente todo lo que usted está ofreciendo. Sígalo ofreciendo, por usted y por otras tantas cosas y por tantas otras personas que están en su entorno.
También quisiera decir, en la historia de nuestros pueblos van surgiendo tantas y tantas personas que piensan en el bien de los demás y que luchan y que toman bandera para defender derechos de los pueblos, de los ciudadanos, de los hermanos, de las familias pero, a veces, tristemente, los callan, y los callan matándolos.
Nuestro Oaxaca tiene historia de tantas y tantas personas, defensores de los derechos humanos, defensores de nuestras montañas, de nuestros ríos, de nuestra casa común, de la justicia, de la paz… y los callan, acaban con ellos porque son incómodas sus palabras.
Eso le pasó a Nuestro Señor, fue incómodo su mensaje para un cierto sector del pueblo, fue incómoda Su Palabra. Fue incómodo hablar de justicia, de amor, de paz, de verdad, de lo que era Su Reino… fue incómodo y por eso fue llevado hasta la cruz.
Pues, hoy, Nuestro Señor va tomando otros rostros e incomoda con denuncias, con luchas, con búsqueda de justicia, con búsqueda de paz, con búsqueda de amor entre nosotros.
Les digo, Oaxaca tiene una historia de tantos hombres, luchadores sociales, defensores de los derechos humanos que los van callando, que los van aniquilando, que van acabando con ellos.
Surgirán nuevos, surgirán nuevos, comprometidos con el Evangelio, comprometidos con Nuestro Señor, comprometidos con la humanidad.
Usted tiene que ser uno de ellos. Usted tiene que ser uno de ellos, muy comprometido por defender a las personas que le rodean, por cuidar este espacio donde vivimos. Lo que dice el Papa Francisco: Nuestra casa común. Cuidémosla.
Que ninguno de nosotros diga: “de qué sirvió la lucha y el esfuerzo de tanta gente, ¿de qué sirvió?”. No pensemos que no sirvió… sirvió y sirvió de mucho… Por supuesto, sirvió de mucho porque si decimos que de nada sirve la lucha de tantos y tantos hermanos entonces vamos a decir también que de nada sirvió la sangre derramada por Nuestro Señor en la cruz.
Si esa sangre derramada en la cruz, sirvió para salvarnos a nosotros, tiene que salvar también la sangre que otros derraman en nuestro tiempo, en el mundo.
Comprometámonos con el Señor a vivir Su Evangelio y, como dice Él, a dar la vida por Él. Así tenemos que ser los discípulos del Señor, capaces de dar la vida por Nuestro Señor.
Que la Gracia de Dios se derrame y que todos nosotros, muy comprometidos con el Señor, tomemos la cruz de cada día y le sigamos.
Que así sea.