HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA

26 DE JULIO DEL 2020. Al escuchar los textos de la Escritura, y al escucharlos como debe de ser, con piedad, con devoción… una cosa es leer en otro momento la escritura, otra cosa es leerla en una actitud de oración y otra cosa es escucharla en la celebración litúrgica. Es la misma Palabra de Dios, pero tomamos diferentes actitudes. Ojalá y todas ellas nos ayuden a profundizar en la Palabra, a interesarnos en ella, a sentir hambre de conocer más la Palabra de Dios, de aprender de ella, de dejarnos iluminar por ella, de movernos por ella, de que la palabra divina sea la que vaya orientando, la que vaya iluminando nuestros pasos.

Sí, tenemos biblias en nuestras casas y tal vez tenemos colección, porque desde que nos bautizan nos andan dando biblias, nos llevan a la primera comunión y nos dan una Biblia, nos llevan a la confirmación y nos dan otra Biblia, los llevan al matrimonio y les dan otra Biblia y si pensamos a veces, ¿qué le regalo a mi comadre? ¿qué le regalo a mi compadre?, pues fíjate que él es así como muy de iglesia, muy piadoso, muy esto, muy aquello, pues vamos regalándole otra Biblia. Tenemos colecciones de biblias, ahí está contenida la Palabra de Dios, no es cualquier libro, por eso decimos que la debemos tener en un lugar muy especial, pero sobre todo cuando la leemos, cuando la leemos.

El sacerdote, y supongo que también ustedes, una y otra vez, una y otra vez lee la Palabra Divina, no venimos aquí a ver qué nos dice la palabra de Dios, que nos inspira, ya la hemos leído y releído una y otra vez y sobre todo pensando cómo aplicarla en nuestras vidas y cómo transmitir una reflexión.

Pues, fíjense que cuando escuchaba la primera lectura me dije a mí mismo, y quisiera que también usted se lo aplicara, según su estado de vida y según su profesión y su servicio: cómo nos falta pedir a Dios sabiduría para hacer atinados discernimientos, para poder decir: “esto es lo que quiere Dios, esto es lo que quiere Dios, esto no es mi pensamiento, esto no es mi gusto, es lo que quiere Dios”… ¡cómo nos falta eso”, por eso hay tantas divisiones, por eso hay tantos choques, por eso hay tantos pleitos, porque no salimos de acuerdo, no salimos de acuerdo porque cada quien tiene su pensamiento, cada quien expresa su juicio, pero yo me preguntaría, cuando vamos a expresar los juicios, usted y yo, ¿nos hemos puesto ante la presencia de Dios para decirle: Señor, que haga un juicio atinado de este acontecimiento? ¿o son ocurrencias nuestras?

Cómo me gustaría que los padres de familia pidieran sabiduría, hoy, mañana y en todo momento, pidieran sabiduría para poder transmitir la sabiduría, lo que decía el Evangelio: cosas nuevas y cosas antiguas. Un padre de familia, advertirle al hijo qué se puede encontrar el día de mañana y hablarle al hijo de su experiencia: hijo, te voy a platicar de mi experiencia, de lo que yo he vivido, porque te puede servir a ti, te puede servir a ti. 

Saca las cosas antiguas, porque está frente al hijo y lo quiere orientar, lo quiere iluminar, lo quiere prevenir de lo que puede encontrar, pero para eso se necesita decirle a Dios: dame sabiduría… dame sabiduría…

El padre y la madre de familia necesitan sabiduría para llegar con su mensaje al hijo, para sembrar en su corazón esas enseñanzas que el día de mañana el hijo las va a saber agradecer porque cuando se vayan presentando va a decir: ¡Ah! mi padre y mi madre ya me habían advertido que podría encontrarme con esto y me dijeron cómo debía enfrentarme a esa realidad, ya me lo habían advertido, me enseñaron. Entonces, voy a saber hacer las cosas porque aprendí de mi padre y de mi madre y es que mi padre y mi madre pidieron sabiduría. No fue una ocurrencia. Pidieron sabiduría.

Cómo me gustaría que nuestros gobernantes pidieran sabiduría, pero no la sabiduría que dan los libros: yo estoy preparado, soy licenciado, soy abogado, soy esto, soy aquello, estoy muy estudiado, soy maestro… tengo maestrías, tengo doctorados, tengo esto y tengo aquello… ¡SABIDURÍA!… ¿Qué te ganas con tener todos esos títulos colgados ahí si te falta la sabiduría, si no sabes hacer un discernimiento? Sólo piensas en ti, sólo piensas en tu santo. Se te olvida que estás aquí para cuidar el bien común.

Cómo se necesita que nuestros gobernantes tengan sabiduría y le pidieran a Dios sabiduría… pero qué dicen a veces nuestros gobernantes: “no soy creyente, yo no soy creyente”. ¿Qué puedo decir?

Nuestros médicos ahorita están pidiendo sabiduría, sabiduría, sabiduría y los que están dedicados a la investigación están ahí metidos y supongo que están pidiendo sabiduría porque esto sólo se va a controlar si tenemos la famosa vacuna: sabiduría, sabiduría.

El maestro pide sabiduría para poder transmitir a sus alumnos la enseñanza. El hermano, el amigo, etcétera piden sabiduría. El que dirige una empresa pide sabiduría. Todos tenemos que pedir sabiduría.

Este Obispo que está frente a ustedes tiene que pedir a Dios sabiduría, así como la pidió: dame sabiduría para gobernar a tu pueblo… para gobernar con justicia. Dame sabiduría para pastorear este rebaño que me has encomendado de Antequera Oaxaca. Dame sabiduría para poderme encontrar con mis hermanos sacerdotes y hablarles a su corazón y motivarlos para ser mejores sacerdotes y, junto con ellos, crecer en Gracia y Santidad, en servicio, en favor de nuestros hermanos.

Y el sacerdote tendrá que pedir sabiduría porque está orientando, está motivando, está animando a los fieles, porque habrá momentos en que tengamos que hablarles en una vivencia de alegría, de gozo, de felicidad y habrá otros momentos en que estemos hablando en un ambiente de dolor, de tristeza, de lágrimas, de sufrimiento y necesitamos que Dios nos llene de su sabiduría, ponga palabras en nuestros labios para poder transmitir su mensaje y llegar a nuestros hermanos y levantar el ánimo y ser agradecidos y hacer tantas cosas. Todos necesitamos sabiduría.

Y estamos construyendo el reino. Ese Reino de Nuestro Señor. Estamos construyendo el Reino y, hoy, el Señor nos ha dicho: se tiene que vender todo porque el Reino de los cielos es como un tesoro escondido que el que lo encuentra lo vuelve a enterrar. Usted tal vez diga: ¡ese hombre! ¿para qué lo enterró? Se lo hubiera llevado, se lo hubiera llevado, se lo encontró, se lo encontró… ¡No! Él quería que ese tesoro fuera de él, pero recto. Que sea mío, lo encontré en el campo, estaba ahí escondido. Voy a vender todo, voy a comprar el campo y entonces sí, esto me pertenece… esto es mío, esto es mío. Entonces, lo que gasté para comprar el campo, de aquí va a salir y va a haber ganancia, va a haber ganancia.

La perla preciosa, hay que comprarla, hay que adquirirla y para adquirirla tendremos que vender, deshacernos de… ¿aquí cómo la aplicaríamos? ¿cómo es el Reino de Jesucristo?

Cuando vivimos la festividad de Jesucristo Rey del Universo decimos: Su Reino de justicia, de amor, de paz, de verdad, de vida, de santidad y gracia, ese es el Reino de Jesucristo y para tener todo esto necesitamos deshacernos de… quitar… hacer a un lado… aquí se habla de vender todo para tener el tesoro.

¡Ah! Para que tengamos todo esto: verdad, vida, santidad, gracia, justicia, amor y paz hay que quitar muchas cosas, hay que hacerlas a un lado, hay que renunciar a ellas para poder tener todo esto que es el reino de Jesucristo y amar ese reino, amar ese reino. Amar a Jesucristo que es el que ha fundado el reino.

Mi Reino no es de este mundo, decía Nuestro Señor… “¡ah! Con que ¿tú eres Rey?”… Mi Reino no es de este mundo, porque el Reino de Jesucristo es un reino universal y tiene unas características muy especiales que no se parecen en nada a los reinos de esta tierra, entonces usted tiene que amar este tesoro que es el Reino y tiene que buscar tener ese tesoro, tener esa perla, pero para ello necesita quitarse muchas cosas que impiden hacer presente el reino, impiden. Si vivimos en las injusticias impiden estar en el reino. Si vivimos en la mentira, impide estar en el reino. Si vivimos en el pecado, esclavos, hundidos en el vicio, no es el Reino de Jesucristo. Si somos egoístas, si somos envidiosos, si somos soberbios, el Reino de Jesucristo es Reino de amor. Todo esto es desamor.

Tengo que ir trabajando para estar con este tesoro, para parecerme cada día más a Jesucristo.

Pues, yo le pido a Dios que nos ayude, porque es muy fácil decir: así tenemos qué hacer pero tú y yo tenemos que luchar, tenemos que luchar porque también está presente el que no quiere que se haga presente el Reino, el que no quiere que haya paz, que haya gracia, que haya santidad, que haya vida, que haya verdad, que haya justicia. Ahí está también, acechando, acechando para que no tengas esto, signos de la presencia del Reino, para que no tengas este tesoro en tu persona, en tu familia, en tu comunidad.

Pues, con la Gracia de Dios hay que vencer. Somos débiles, somos frágiles, si, pero cuando tenemos esa gran voluntad de responder a Dios y de hacer vida Su Evangelio nosotros saldremos adelante. Los apóstoles cuando les preguntó el Señor: ¿han entendido?, ellos dijeron: “¡sí!” y, nosotros ¿qué decimos? ¿han entendido?… pues tenemos que decir: “¡sí!”

Y si fuéramos pescadores, pues ya nos dijo el Señor, los buenos hay que quedarse con ellos y los no tan buenos pescaditos, pues, esos hay que regresarlos para que sigan creciendo, porque están muy chaparritos, están muy chiquitos, no les sacan ningún filetito… va para adentro otra vez, a seguir nadando, a seguir creciendo… pero este ya está de buen tamaño, de buen peso, ahorita nos lo echamos asado.

En nuestra vida hay cosas malas, que las cosas buenas crezcan y que las cosas malas desaparezcan y te toca a ti y me toca a mí quitar, a cada uno, ya nos había dicho el Señor hace poquito: quítate la viga que tienes en tu ojo para que puedas quitarle a tu hermano la pajita que tiene en el suyo.

Corrígete para que puedas corregir. Entonces trabajemos, corrijámonos para que podamos salir adelante.

Que Dios bendiga esta semana y que podamos nosotros, con todo esto que tenemos, no renegar, no renegar porque si renegamos se hace más pesado esto. Las veinticuatro horas del día van a ir lentas y nosotros renegando, desesperados: ¡Bueno!, ¿cuándo vamos a poder nosotros abrir la puerta y salir así, en tropel? Pues sabe Dios, sabrá Dios…

No nos desesperemos, no reneguemos, hay que seguir cuidándonos, es importante todo esto y no nos fijemos que si éste, que si aquel, que si no sé qué… usted cuídese, usted cuídese.

Cuidémonos, y si usted se cuida, me cuida a mí, nos cuidamos todos.

Pues, con la ayuda de Dios vamos a salir adelante.

Que Dios bendiga su semana, su trabajo y pues a seguirnos llenando de esa Sabiduría Divina para poder ser quienes están dentro de ese Reino de los Cielos, trabajando y siendo lo mejor.

Que así sea.

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