HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS, ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA

19 DE JULIO DEL 2020. Pues, en este día domingo, de nuevo Dios nos quiere hacer pensar porque a veces las preocupaciones de la vida, las angustias y los proyectos muy terrenos nos hacen elevar nuestra mirada hacia lo alto, nos impiden a veces hacer una revisión de nuestra vida.

Hoy, en este domingo, creo que es una muy buena oportunidad para que todos pensemos si estamos haciendo las cosas que realmente agradan a Dios y dejan beneficios en nuestras personas.

Lo primero que quisiera decirles es que la figura de Dios en usted, debe ser una figura de un Dios que ama, de un Dios justo, de un Dios misericordioso, de un Dios que se preocupa por usted y quiere lo mejor para usted.

Y, en ese mirar a Dios de esa forma, mírese también usted y responda a lo que quiere encontrar Dios en su persona. Cómo quiere Dios que usted sea… Yo quiero un Dios que ama, que tiene misericordia, un Dios justo, un Dios bondadoso, un Dios paciente. ¿No querrá eso mismo Dios de usted? Usted mira esa figura de Dios así, y se le hace hermosa, agradable, atrayente. Mire, que sea usted un retrato, sea un retrato, un retrato hermoso, que no se nos olvide que fuimos creados a imagen y semejanza de Dios, a imagen y semejanza.

Que cada día usted se parezca más y más a Dios. 

Y, mire cómo es Dios, que quiere lo mejor para usted. Un día le regaló su Espíritu, su Espíritu Santo. No se olvide que desde el día de su santo bautismo usted es un templo vivo del espíritu Santo y gracias al Espíritu Santo que habita en su corazón el mismo Dios nos dice, la misma palabra de Dios nos dice: nadie puede hablar a Dios y decirle Padre si no es por la fuerza del Espíritu. Nadie puede reconocer a Jesús como Señor si no es por la fuerza del Espíritu.

Nosotros sentimos que tenemos muchas necesidades y sabemos que hay un ser Todopoderoso, que todo lo puede, que hace milagros, queda bendiciones, que concede favores y, Ese, se llama Dios. Para que usted se dirija a Dios, es a través del Espíritu, a través de la misma tercera persona de la Santísima Trinidad que habita en su corazón.

Para que sus súplicas, sus peticiones, ese entrar en diálogo con Dios sea fructífero, necesita pedir la inspiración del Espíritu, la iluminación del espíritu que habita en usted porque nosotros no sabemos lo que nos conviene, dijo la palabra de Dios hace un ratito, aparentemente creemos en lo que estamos viendo es conveniente pero que lo sabe mejor es Dios, por eso hay que pedir al Espíritu Santo que nos inspire para que realmente pidamos lo que nos conviene. Pongamos a trabajar al espíritu, y cómo lo vamos a poner a trabajar al Espíritu, tomando conciencia de que el espíritu está en nosotros, si no, ¿cómo trabaja?

Tome conciencia de que usted es un templo del espíritu, que en usted está el Espíritu Santo y dígale al Espíritu Santo: ilumíname, inspírame, por esas palabras de alabanza, de acción de gracias, de bendición para nuestro Dios, para nuestro Padre y dime qué es lo que realmente le tengo que pedir a nuestro señor. Yo siento necesidad de muchas cosas, pero a lo mejor todas esas necesidades que yo siento tener no son tan importantes como las que tú sabes que necesito pedir, ilumíname, ilumíname.

Y, a lo mejor no vamos a pedir nada, no vamos a pedir nada porque vamos a quedar con una satisfacción de haber alabado, bendecido a Dios, darle gloria y decirle: señor, en tus manos estamos y caminamos para adelante y dizque le íbamos a pedir esto, esto, esto y esto y a la hora de la hora no le pedimos nada porque nos sentimos llenos por haberlo alabado, por haberlo bendecido, por haberle dado gracias porque nos dejamos conducir por el Espíritu.

Y el Evangelio, con toda claridad, no nos olvidemos que tenemos que dar fruto y Nuestro Señor nos dijo que para dar fruto necesitamos estar unidos a la vid, nosotros somos ramitos. Él es el tronco, ahí está la vida, y si nosotros, los ramitos, estamos unidos aquí, vamos a dar fruto.

Hoy nos pone un ejemplo muy sencillo: el trigo y la cizaña. Aquel hombre, aquel hombre que se dedicaba a la agricultura, que tenía trabajadores, que tenía un campo, sembró trigo, sembró trigo, semillitas de trigo para recoger trigo pero dice el Evangelio: un enemigo, un enemigo de él sembró cizaña por la noche, fue al campo y le tiró semilla mala. Ahí, cerca de donde estaba la semilla buena y brotaron las plantitas de trigo y las otras plantitas malas.

¿Qué no sembraste buena semilla? ¿qué no sembraste trigo? Está apareciendo cizaña, hierba mala, ¿qué pasó?… un enemigo, un enemigo que no quería ver que recogíamos abundante cosecha, que quería hacernos daño, que quería perjudicarnos fue el que sembró esa semilla. ¿La arrancamos?… no, no, no, no me la arranquen, porque en el estirón, en el estirón se van a traer la otra plantita también, se van a traer la plantita de trigo y se va a acabar esto, mejor ahí déjenla, que crezcan y, al final, recogemos la cizaña, la quemamos, recogemos el trigo y lo ponemos en el granero.

El sembrador de esa semilla buena aquí es Dios, pero hay otro sembrador que no es bueno, que no quiere lo bueno para nosotros y es el enemigo de Dios, y ¿quién es el enemigo de Dios?…el diablo, el demonio, el maligno, o como quieras llamarle tú. 

Nosotros, en el análisis de nuestra vida decimos: tengo virtudes y tengo defectos, todos, todos estamos llenos de virtudes y todos estamos llenos de defectos. ¿Qué quiere Dios?. Que estas virtudes vayan creciendo y que estos defectos no crezcan. 

¿Qué quiere el demonio? Que los defectos crezcan y que las virtudes desaparezcan… ahí hay una lucha, y usted lucha, todos luchamos por hacer crecer las virtudes y por atacar y acabar con los defectos. A veces con tristeza y dolor decimos, me ha vencido el tentador, he caído, he caído en el pecado, me dominaron mis defectos, mi debilidad humana y ¿qué hacemos?, Le decimos adiós: misericordia, perdóname, perdóname, y de nuevo reiniciamos, reiniciamos una práctica de virtud, un fortalecer nuestra voluntad, un salir adelante. Entre nosotros hay buenos sembradores de la semilla buena, piense usted en su padre y en su madre, yo, yo en lo personal le doy gracias a Dios porque mi padre y mi madre sembraron semilla buena en mi corazón, sembraron semilla buena.

Los sacerdotes que yo conocí, que no traté personalmente pero que los escuchaba cuando mis padres nos llevaban a misa cada ocho días, escuchaba de ellos que sembraban semillita buena. La maestra que siempre tuve en mi primaria, la maestra que siempre tuve en mi primaria sembraba semilla buena en mi corazón.

Había muchas personas a mi alrededor que sembraban semilla buena. Me fui al seminario y mis formadores sembraban semilla buena. Dios me llamó a ser sacerdote y mis obispos sembraban semilla buena y mis compañeros sacerdotes sembraban semilla buena.

Ahora, mis hermanos obispos siembran semilla buena, los fieles con los cuales convivo siembran semilla buena.

Pero también nos encontramos con otra clase de sembradores a lo largo de la vida, unos dizque amigos que nos invitan a hacer maldades desde pequeños, desde pequeños: “vámonos echándonos un cigarrito”… ahí, los chiquillos, fumando. Agarrando vicios. Con los pomitos, oliendo, mariguanándose. Sembrando semilla mala. Bebidita… semillita mala. Ir a ciertos lugares pecaminosos, peligrosos, sembrando semilla mala. “Cuídame, a ver qué alcanzamos aquí, a ver qué robamos”… semilla mala, semilla mala…

Suéltale unas palabras groseras y hay que cachetearnos a este… semilla mala, semilla mala.

Cuántas gentes en nuestro entorno, a veces, siembran semilla mala. ¿Por qué?… porque nos envidian, porque no quieren que nosotros seamos como somos y nos van envenenando, nuestra mente y nuestro corazón, nos envenenan con cizaña y nos van llevando a la maldad y dicen ser amigos nuestros y nosotros caemos en sus redes, en sus redes y somos dóciles y obedientes a ellos cuando ellos nos dijeron que no deberíamos de obedecer a nuestros padres porque nosotros ya somos grandes pero a ellos sí los obedecemos. Ellos nos traen ahí bien apretaditos de la rienda… “¡ah! ¿te quiere salir de aquí, de la pandilla? Así te va a ir, salte y verás”… Y ahí andamos en las maldades, en las maldades, en las maldades… semilla mala, semilla mala, semilla mala…

Y acá, papá, mamá, hermanito, personas buenas que nos quieren realmente nos dicen: ¿que pasó mijo, porque así, porque asá? ¿por qué no haces esto, por qué no haces aquello? Y de nuevo repiten: tú no eras así, te estás contando con personas que te están haciendo daño, ya retírate de ellos, no les creas, no les sirvas, eso no va por camino bueno, vas a terminar muy mal… Y estamos aturdidos, no permitan ninguno de ustedes, no permitan que los lleven por las maldades y tengan mucho cuidado. Nunca te conviertas en una persona, como decimos así nosotros hacían la plática ordinaria, “ese es muy cizañudo, cizañudo y ¿qué eso eso? Provocador, es lo que queremos decir, que se viene a sembrar odio, envidia, rencores, ambición. Nos trae falsedades, nos mete cizaña, nos hace creer lo que no es cierto, nos viene a decir: “oye, la comadrea anda hablando mal de ti”… ¡ah qué jija de la comadre!, viene a echar cizaña, viene a sembrar cizaña y tú crees, tú crees. Y ¿cuál es la reacción tuya? ¿de buen triguito?… ¡n’hombre! Le crees y ahí vas: ¿por qué jijos de no sé qué andas hablando mal de mi?… “¡Ah, caray!, no, ¿yo de dónde y a qué horas?… no, espérenme tantito…” “¡Ah! ¿le sacas? ¿le sacas? ¿tienes miedo? Cómportate, aquí, dime en la cara todo lo que andas diciendo” “¡pero no ando diciendo nada!”… Resulta que, la cizaña se sembró y comienza la enemistad con las personas con las cuales nosotros teníamos una buena relación pero metieron cizaña y ¿por qué metieron cizaña, porque no nos quieren ver en paz, porque no nos quieren ver felices en esa relación con los demás, porque nos envidian y nosotros nos dejamos creer de lo que nos dicen. Tengan mucho cuidado, tengan mucho cuidado…

Es de gritar a la cara, tranquilo, ya oí esto, voy a observar, voy a ver, voy a ver y tu vas a ir descubriendo que es cizaña nada más, es cizaña. Para que tengan mucho cuidado con esta persona, no que no dejes de hablarle, no, sigue con tu amistad y todo lo demás, pero muy atento, ojos bien abiertos y orejas bien puestas pero hacer todo un juicio antes de reaccionar porque lo que hizo fue provocarte nada más para que fueras porque ella no te tiene envidia a ti tal vez, le tiene envidia a la otra persona y quiere que la otra persona le entre, ella no quiere entrarle, quiere estar de lejecitos pero sí sembró esto para que otra le quite la paz, la armonía, la mortifiquen, la hagan infeliz… Listos, abusados, no se me ataranten

Y me lo digo a mí, me lo digo a mí porque también a nosotros nos meten cizaña. A veces con falsedades de sacerdotes, vienen y nos dicen: “oiga, ese padrecito que tenemos ahí es insoportable, es insoportable” y ya cuando platicamos con el padrecito y le decimos: “oye, ¿que eres insoportable, tú?… “no, Monseñor, no se crea, lo que pasa es que yo les pido que seamos así y asá y asá y hay mucha gente que está molesta porque no quiere hacer eso”… ¡ah!. Después regresa esta gente… “oye, ya platiqué con el padre y, pues, usted dijo que es insoportable. Ya platiqué con él y me dijo esto, ¿es verdad o es mentira?, “no, pues sí, es verdad”… ¿Entonces para que ande diciendo cosas que no son ciertas?, mire, ya el padre se sintió mal, lo hice sentir mal porque yo soy su autoridad y le llame la atención sin ser cierto, imagínese, ¿dónde queda mi sacerdote?, si antes me tenía tantito miedo ahora me va a tener mucho miedo y tiene que ser mi amigo, es mi hermano comes mi sacerdote, no meta cizaña, no invente lo que no es cierto.

Hay de todo en la viña del señor. Cuídense, sean buen trigo, una buena semilla, siempre eso siempre el corazón de los demás y vayan sacando de su corazón todo lo que no es bueno, todo lo que no es bueno. Nunca se conviertan en cizaña. Sólo en trigo, el semilla buena, semilla buena.

Ahorita, ante esta realidad que vivimos pues vámonos motivando para ser pacientes, para tener esperanza como decíamos en la oración, para vivir la caridad, para vivir con fe y confianza en el señor ante esta pandemia. No nos dediquemos nada más a decir: “¡Ay, este gobierno, bueno, ¿cuándo va a hacer algo, o que es una mentira esto? Pues dicen que es mentira y siguen muriéndose entonces, ¿se murieron de mentiritas?… dicen que son mentira estos contagios, y ahí están las cámaras llenas de enfermitos y entubados, entonces, ¿se prestaron a la mentira? Dijeron: “yo voy a ser uno más de los que van a promover esta mentira, ¡échele! Duérmame y métame ese tubo y a la hora que quiera me lo quita y me ponen en una cajita chiquita… ¿sí?… ¡No, señor!, esto no es una mentira, es una verdad, y usted y yo tenemos que cuidarnos y la semillita de ahorita es: vamos cuidándonos pero no nos peleemos porque también ya ahorita esta realidad nos lleva a que a veces nos enfrentemos, vemos a alguien que no trae cubrebocas y le decimos y se molesta y en lugar de: “ya, ya, ya, tranquilo”, nosotros seguimos diciendo: “¿qué usted no tiene respeto por los demás?, qué esto, qué aquello… le echamos un rollo y nos exponemos a que nos den una cachetada. No hay necesidad de eso, sólo digámosle a Dios: “Señor, que mi hermanito que acabo de ver que no trae cubrebocas, ojalá se convenza de que tiene que cuidarse y de que tiene que cuidarnos a nosotros, ya, porque no lo conozco y no sé cómo reaccione. Y nos gritamos, no, no se vale, no se vale gritarnos porque estamos en un momento tenso, tenso, todos estamos tensos, entonces vamos caminando. Vamos caminando.

Que Dios nos bendiga en esta semana y nos auxilien todas muchas necesidades. Que así sea.

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