7 DE JUNIO DEL 2020. Reunidos en torno al altar, en este mediodía, nos unimos en alabanza, en acción de gracias y en bendiciones que salen de nuestro corazón hacia nuestro Dios, en quien creemos.

Un Dios que se nos ha revelado en tres personas y que nos lo ha develado Jesucristo.

La persona del Padre, la persona del Hijo y la persona del Espíritu Santo. Este es el misterio de la Santa Trinidad. Misterio que nosotros creemos, porque los hombres y mujeres de fe no discuten los misterios, los creen. No los comprendemos, por eso son misterios.

Dios se ha querido revelar así, como un Dios que es Padre, un Dios que es Hijo y como un Dios que es Espíritu Santo. Así se ha querido revelar y yo tengo que aceptar en mi vivencia de fe, que tengo un Padre que me ha dado la vida, que tengo al Hijo, que me redimió y que tengo al Espíritu Santo que me está santificando.

Ese es el Misterio de la Trinidad.

Cuando tú y yo nos muramos, ya no habrá misterios, porque ya no habrá fe y ya no habrá esperanza… sólo habrá AMOR y eso nos lo ha dicho el Señor, nos lo ha dicho a través de Su Palabra, nos lo dice San Pablo… la fe se va a terminar, la esperanza se va a terminar y sólo permanecerá el AMOR.

El día que nos encontremos con Dios, ese misterio dejará de ser misterio, porque vamos a ver a Dios tal y como es.

Hoy decimos: tengo un Padre Dios que es bueno, misericordioso, providente, justo, bondadoso, creador de todo. ¿Cuántas cosas has dicho a lo largo de tu vida, de Dios, que es Padre?… muchas… lo reconoces como Padre, te diriges a Él como Padre, el mismo Jesucristo nos enseñó una oración para hablarle a nuestro Padre y esa oración yo creo que tú la pronuncias por lo menos una vez al día, el Padre Nuestro, lo rezas, tal vez cuando te levantas, tal vez cuando te vas a trabajar, tal vez en la noche, cuando te vas a dormir… tú pronuncias esa oración, te diriges al Padre y en ese momento piensas en ese Dios, que es Padre, y te reconoces como hijo y le hablas a Él como hijo… pues sigue reconociéndolo como Padre y haz el esfuerzo cada día por ser ese mejor hijo. Ese buen Padre, lleno de amor y de bondad, quiere que seamos mejores hijos. Tan quiere que seamos mejores hijos que Jesucristo nos pide: sean perfectos, como Su Padre Celestial es perfecto. ¿No nos querrá Dios mejores hijos, si nos quiere perfectos? ¡Por supuesto! Él es el mejor Padre y yo tengo que ser el mejor hijo.

Él me ama infinitamente y yo tengo que crecer en mi amor. Él es grande y, a su vez, infinito en Su Misericordia y me hace esa invitación a que yo sea misericordioso, nos dice Jesucristo: misericordiosos, como Su Padre es Misericordioso.

Sigue hablando a ese Padre y siente su presencia, siente su bendición, siente toda la Providencia que se va manifestando a lo largo de tu vida y no te olvides que Su Hijo Jesucristo se hizo hombre, como nosotros… en todo semejante a nosotros, menos en el pecado y, Él es el que nos presenta a ese Padre lleno de bondad, de amor, de misericordia, de justicia, de bondad… lleno de AMOR. Él es el que nos presenta a ese Padre ¿y a qué vino el Hijo de Dios, la Segunda Persona de la Santa Trinidad? Vino para reconciliarnos con Dios, para morir por nosotros, para que nos perdonara todos nuestros pecados, para eso vino Él y nos lo acaba de decir en el Evangelio: tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo, a su Hijo único y, ¿para qué lo entregó? Para que diera su vida por nosotros.

No te olvides de el que ha dado la vida por ti y que te dice que tú tienes que dar la vida por otros, que tienes que renunciar, que tienes que tomar la cruz y seguir al Señor. 

No te olvides del Evangelio, que tienes que llevar a la vida. 

No te olvides que eres discípulo del Señor y que has sido llamado para ir por el mundo, anunciando el Evangelio.

No te olvides de eso, para que puedas responder a la Segunda Persona de la Trinidad que te dice: yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre si no es por mí. Y tú quieres llegar al Padre, quieres encontrarte en los brazos de ese Padre amoroso… pues vas a llegar a Él por el camino de la renuncia, por el camino de la cruz. Siempre en la verdad de Dios y siempre en la vida de Dios.

Y siente la presencia de Dios en tu vida, y esa presencia de Dios en tu vida se llama Espíritu Santo. El regalo que el Padre y el Hijo nos hicieron a nosotros. Nos enviaron al Consolador, al Espíritu de la Verdad, al Espíritu Santo, a la Tercera Persona de la Trinidad, a Dios, que es AMOR y que vive en ti.

Invócalo, pídele esa sabiduría, ese entendimiento, ese consejo, esa fortaleza, esa piedad y ese temor de Dios. Actualiza los dones divinos que recibiste el día de tu Confirmación. Pero también actualiza esos dones, gracias que recibiste en tu Bautismo: la fe, la esperanza y la caridad y todo esto es la obra del Espíritu en ti.

Deja que el Espíritu Santo trabaje en tu persona, no le impidas. Si el Padre te llama a ser santo, Jesucristo te ha dado ese mensaje para lograr esa santidad, llevarla a la vida, necesitas de la fuerza del Espíritu y ahí está el Espíritu Santo… deja que trabaje en tu persona, que haga esa obra, de llenarte de gracia, de santificarte, no le impidas al Espíritu Santo su obra santificadora. No se lo impidas. 

Ojalá y tú tengas voluntad, siempre voluntad, pide las inspiraciones del Espíritu, pídele que te ilumine. Dile que te ayude a hacer buenos discernimientos en la vida, dile que te llene de Su Gracia, que te haga sentir la presencia de la Divinidad y que no te olvides que tú eres templo vivo del Espíritu Santo.

Ese es mi Dios, uno y Trino.

Creo en Dios que es Padre, creo en Dios que es Hijo, creo en Dios, que es Espíritu Santo, y ellos, estas tres personas que forman un solo Dios, hacen su obra en mí.

Cuando iniciamos la misa la iniciamos diciendo: en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Al final de ella yo, en nombre de Dios, te voy a bendecir y diré lo mismo: bendición de Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo y, cuando nosotros nos bendecimos, decimos eso: que te bendiga el Padre, que te bendiga el Hijo, que te bendiga el Espíritu Santo. Que te bendiga la Santísima Trinidad, que te bendiga Dios, que te bendiga Dios.

Hay mucho qué hacer, crece en tu fe… crece.

Hay muchas cosas en tu entorno que no favorecen en ese crecimiento de fe. No pongas en duda, en ningún momento de la vida la existencia de Dios, no te quedes sin Dios, porque quedarte sin Dios es quedarte sin nada… No te quedes sin Dios.

Trabaja para que siempre esté Su Presencia, para que tu fe sea muy grande, a pesar de tantas cosas que te hacen pensar y que a lo mejor te preguntas si deveras Dios existiera, ¿por qué pasa esto? ¿por qué pasa aquello? ¿por qué tanta maldad en el mundo? ¿No que Dios es tan bueno?… Sí, Dios es infinitamente bueno, la maldad no es de Dios, la maldad es de nosotros, los humanos que no queremos hacer el bien. 

La decisión de ser buenos o ser malos es nuestra, no es de Dios. Dios te va a ayudar para que vivas siempre haciendo el bien. Pero Dios te va a respetar si tú decides hacer el mal. Dios te va a respetar porque es muy respetuoso de nuestra libertad. 

¿Por qué hay tanto mal en el mundo? Por la maldad en el corazón de nosotros, los seres humanos, que no somos tan humanos, dejamos de ser humanos.

No dejemos de ser humanos y habrá bondad en el mundo. Si dejamos de ser humanos habrá mucha maldad, por haber dejado de ser humanos.

Dios nos guarde en su Santo Servicio. Que María, nuestra Madre, que es Hija del Padre, Madre del Hijo y Esposa del Espíritu Santo nos alcance Gracias, bendiciones de parte de Dios para nosotros, para nosotros, que también somos sus hijos desde que estaba ahí, al pie de la Cruz.

Hoy, María, tus hijos, que somos nosotros, tenemos mucho sufrimiento, mucho dolor, mucha preocupación, mucho temor, mucho miedo, por todo lo que está pasando en nuestro mundo.

Protégenos como Madre, cúbrenos con Tu Manto y ayúdanos para que nos dejemos vencer por las tentaciones, que no perdamos nuestra actualidad y nos conservemos siempre en la Gracia y en el ejercicio de la virtud.

Tú, que estás llena de Gracia, haz que nosotros también estemos siempre llenándonos de Gracia, de la Gracia que viene del Espíritu Santo. 

Que Dios, Nuestro Padre, nos siga bendiciendo, nos siga cuidando y protegiendo. Que Nuestro Señor Jesucristo nos siga guiando como ese Pastor que es de nosotros, para que como sus discípulos seamos fieles en el seguimiento y que la fuerza del Espíritu Santo siempre esté en nosotros para dar esa respuesta generosa.

Que así sea.

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