Oaxaca de Juárez, Oax. 17 de febrero de 2019. No mira de frente, pero de reojo, el agua de sus ojos afables amenaza con delatarlo, respira, se contiene, lo más difícil de su encierro ha sido olvidar poco a poco la sensación de los pequeños brazos de sus hijos ceñidos a su cuello; lo mejor, encontrar en el tejido de bolsas una motivación. A seis meses de su egreso del centro Penitenciario de Santa María Ixcotel, ya sabe a qué va a dedicar su nueva vida.
Sentirse útil es un sentimiento que Isidro, de 43 años de edad, comparte con Darío y Flocelo, quienes como él aprovechan la enseñanza de los ejes Trabajo y Capacitación, dos rectores del Sistema Integral para la transformación del Sistema Penitenciario que se aplica en Oaxaca.
Son parte de la población privada de su libertad (ppl) en el centro penitenciario de Santa María Ixcotel. Como ellos, un total de 3 mil 197 personas, son la población de los 12 Centros Penitenciarios y la Dirección de Ejecución de Medidas para Adolescentes, que conforman el Sistema Penitenciario estatal, y que pueden aprender un oficio.
Los tres tienen hijos de orígenes humildes: Darío heredero del señorío zapoteco de Zaachila; Flocelo de la estirpe del señor Ocho Venado Garra de Jaguar; e Isidro hijo de los danzantes emplumados, conviven en el taller que fue creado al interior de Ixcotel en el 2014 y con el que obtienen ingresos para su manutención y la de sus familias.
La mirada de Isidro se pierde en la nada, articula palabras nostálgicas, reconoce que cuando ingresó a Ixcotel, pasó nueve meses tratando se asimilar su nueva condición de vida y que ser parte de una actividad productiva literalmente lo salvó de la locura; ahora como coordinador del taller, sabe que sí se puede salir adelante.
Se convierte en una “luz de esperanza”, como ellos dicen, para canalizar su energía y una vez en libertad, reintegrarse a la sociedad a través del trabajo digno.
A seis meses de su egreso, después de cinco años, que se prevé sea en agosto de 2019, el originario de Cuilápam de Guerrero, se muestra agradecido por poder ayudar a sus hijos de cinco, nueve y 13 años de edad. Cuando salga combinará la electricidad con la confección de bolsas, teme irse porque ya tiene muchos pedidos en puerta, por lo que ahora busca heredero en el penal.
El tejedor de palma
Fija su mirada en el juego de sus dedos plástico-aguja, recrea con ellos el diseño que su mente le dicta, mezcla los colores, se siente útil. Lleva nueve años aquí, hace cinco que aprendió a tejer.
Flocelo de 59 años de edad, es el más experimentado artesano de bolsas del grupo de 16. De complexión gruesa, manos ajadas por el trabajo rudo, piel morena y mirada ausente que por momentos se cristaliza al hablar de su infancia, es un pionero del taller de tejido de palma, incluso ha fungido como instructor.
Originario del distrito de Nochixtlán, de la población de Santa Inés Zaragoza, hablante de mixteco, cambia su gesto adusto y narra con orgullo de cuando se enfrentó al reto de por primera vez cumplir la entrega de un pedido de 200 bolsas, con un tejido que nunca había practicado y que exitosamente entregaron para su venta.
En la bodega que el centro penitenciario ha destinado para ellos, ponen en exhibición sus sueños, materializados en creaciones terminadas que a los ojos de los visitantes, son una muestra del talento que han desarrollado y que ha encontrado eco en compradores al mayoreo que llegan cada ocho, 15 o 30 días del Estado de México, Michoacán, Cancún, Quintana Roo y clientes locales, los cuales hacen envíos a Estados Unidos y Europa.
Su traje ocre, a lo lejos, se pierde en la masa vibrante de internos que como él usan las áreas comunes para desarrollar alguna actividad productiva. Flocelo evita pensar en el día que llegó -12 de junio de 2009- o en su pena de 40 años, prefiere usar su imaginación para crear bolsas hermosas.
En su elaboración los artesanos emplean de cuatro a cinco horas por pieza, varían y hay para todos los gustos, grandes, medianas, chicas, monocromáticas, bicolores y hasta las multicolor a las que los artesanos, bautizaron como “bolsas payasas”. Algunos realizan una diaria y otros dedican todo el día para terminar hasta tres bolsas.
A Flocelo sólo lo visita su hermana, a ella le da el dinero que gana, no pierde la esperanza de volver a ver a Ana Belén, Cristina y a su nieto Oscar, que sepan que ha cambiado. Quiere volver a practicar el mixteco, no dejar morir su vena indígena, quiere ser libre.
Padre de familia
La albura de su sonrisa contrasta con el negro crespo de su cabello despeinado, el cual no quiere que vean cuando se quita la gorra, porta en su mano derecha el cajón con una bolsa a medio terminar, rojo y negro se enlazan buscando formas que sean un éxito en las ventas.
Darío de 32 años de edad, lleva siete años lejos de sus hijos y su esposa, Helen de seis años y Uriel de nueve; Eufemia es la que lleva la economía y se dedica al hogar, a ella le entrega el dinero producto de sus diseños, porta con orgullo una mariconera de la que sobre sale el hilo que teje y teje.
Los artesanos se han esmerado en ponerse al corriente de la moda y tienen diseños vanguardistas como carteras, monederos y bolsas de mano con detalles estéticos que incrementan su valor utilitario: están forradas por dentro, llevan cierres adicionales, algunas con asas de material distinto como vinil o tela y también bordados regionales y broches que las hacen más vistosas.
Otras de sus creaciones son loncheras, charolas para pan o fruta, cestos para tortillas y canastillas; los precios van desde los 60 hasta los 300 pesos.
El taller se convierte en un instrumento que la Secretaría de Seguridad Pública de Oaxaca y la Subsecretaría de Prevención y Reinserción Social, implementan para la rehabilitación y reinserción social de las personas privadas de la libertad, que mejoran las políticas penitenciarias centradas en el trabajo, la capacitación y la prevención de reincidencia.
El originario de la ranchería de Huaxolotipac, dedica su día completo a realizar bolsas para poder comprar los útiles de sus hijos, explica que aunque no se hace cargo del alquiler del hogar de sus pequeños, que viven con sus abuelos, la inflación complica más la vida en comunidades rurales.
Los artesanos invierten en la materia prima para la elaboración de las bolsas, compran el plástico por kilo, que actualmente cuesta 55 pesos, marcos de madera para el tejido, los hay hasta de 50 pesos, depende del tamaño.
También tablilla para marcar el tejido en la que invierten 60 pesos, lezna –hierro con punta muy fina y mango de madera o plástico, que se utiliza para coser y agujerear el cuero o los maderos- y ellos la fabrican; también jalador de alambre, broches y bordados.
Como ejemplo, en una bolsa que ellos comercializan en 300 pesos, invierten 240 pesos y ganan 60. La ventaja, a decir de los artesanos, es que la venta al mayoreo resulta en una ganancia neta fija y que pueden compartir con los suyos, algo parecido a un salario. Darío gana semanalmente de 200 a 300 pesos, la mitad es para los suyos.
Como único hombre, en una familia de 14 hermanas, ingresó a Ixcotel el 31 de enero de 2012 y espera salir pronto, mientras, busca perfeccionar el oficio del tejido y una vez regenerado, estudiar y trabajar al mismo tiempo, cada día perfecciona el proceso.
Lo primero para crear una bolsa es escoger el material a trabajar, su combinación y diseño, le sigue el inicio del tejido para lo cual los artesanos utilizan la tablilla y el cuadro que le da estabilidad a sus maniobras, movimientos de manos tan rápidos y precisos, que incluso sin tener la vista puesta en el tejido pueden adivinar que trazo sigue.
En el gran taller de armado, que es el patio de la penitenciaria, se acomodan a su gusto, escuchan música, platican y tejen. Cuando han afinado el tejido, toca el turno al terminado de asas, si es que serán también de plástico, o el paso de la bolsa por el taller de costura donde con apoyo de las overlock, integran el forro, cierres o bordado si es que lo llevan y el toque final es la colocación de broches.
Darío, Flocelo e Isidro, trabajan afanosamente. Actualmente los artesanos de Ixcotel tienen en puerta una entrega de 800 bolsas que deben terminar en agosto de 2019 y que se venderán en la Ciudad de México; y otro pedido para una empresaria en el destino turístico de Cancún y que será muestra en una exposición internacional de artesanías mexicanas.
Darío agradece que los beneficiarios directos del taller sean sus hijos y su principal motivación.
Ellos tejen, esperan, viven un internamiento productivo, agradecidos con las autoridades por poder ser útiles y tener una rehabilitación digna, mientras cumplen sus sentencias para ser parte de la sociedad oaxaqueña, desde la otra trinchera, la fuerza artesanal que pone en alto el nombre de tierras zapotecas en el mundo.
Con este tipo de talleres se logra garantizar el respeto a los derechos humanos de las personas privadas de libertad, el acceso a las actividades laborales y la capacitación, como medios para lograr su reinserción social; tal y como lo establece el artículo 18 constitucional y las estrategias que marca el Plan Estatal de Desarrollo que implementa el gobernador de Estado, Alejandro Murat Hinojosa.